Fe y Obras

El único y verdadero voto útil

 

 

21.05.2015 | por Eleuterio Fernández Guzmán


De vez en cuando se llama a los ciudadanos a expresar sus opiniones en materia política. Los católicos sabemos, debemos saber, que no somos de este mundo pero que estamos en él. Por tanto, no podemos quedarnos al margen del funcionamiento general del mismo. Y acudir a votar es una obligación de las llamadas graves. Y lo es porque del resultado de las elecciones muchos bienes espirituales pueden correr peligro. ¡Si, también bienes espirituales!

El caso es que cuando se nos llama a votar podemos incurrir en un error muy común: olvidamos qué es lo que pensamos en materia religiosa.

Nosotros, los católicos (a quien va dirigido esto) debemos tener presente muchas cosas a la hora de escoger a quien damos nuestra confianza. Y es que pretender hacer como que no tuviera importancia tal gesto de elección es más que grave.

Es posible, en este sentido, caer en una trampa. Tiene nombre pero sentido distinto (y equivocado) al que, de verdad, se da: voto útil.

Lo útil es aquello que sirve, de lo que se puede obtener fruto. Y en materia política también hay realidades de las que se puede sacar fruto. Y no nos referimos a la corrupción y al dinero intrínsecamente unido a ella.

El caso es que corre por el mundo político la idea según la cual el voto útil es aquel que permite que gane las elecciones el partido que nos gustaría que ganara como por apuntarse al bando vencedor. Al parecer, sólo hay que tener en cuenta eso, que gane, sin ver más allá de lo que eso implica.

Esto lo decimos porque no es cierto que el voto útil sea aquel que permita ganar “al mal menor” pues todo mal es, por sí mismo, mayor y grande.

En realidad, para un católico hay algo que debe determinar su voto: los principios innegociables y, en general, la doctrina que sostiene su fe. En eso hay que basar el voto y, en tal sentido, será útil el mismo si se destina a quien defienda, de verdad, tales principios y tal doctrina. Y debe importar poco, nada de nada, que el partido político que defienda eso, no gane las elecciones. Es más que sepamos, de antemano, que no tiene nada que hacer a tal respecto. Eso no importa en absoluto. Nuestra conciencia y nuestra fe sí importan.

El voto útil es aquel que, por ejemplo, va destinado a quien defienda esto:

“Manifiesto de los principios no negociables.

Al firmar este documento queremos manifestar nuestro común acuerdo en la defensa de los siguientes valores ‘no negociables’:

1. Vida
La persona es sagrada e inviolable, desde la concepción hasta la muerte natural.

2. Familia
La familia nace del compromiso conyugal. El matrimonio es un voto, en el que un hombre y una mujer hacen donación de sí mismos y se comprometen a la procreación y el cuidado de los hijos.

3. Libertad de enseñanza
Los padres tienen el derecho y el deber de educar a sus hijos. Son ellos -no el Estado, ni los empresarios educativos, ni los profesores- los titulares de ese derecho.

4. Bien común
El Estado está al servicio de la sociedad y no al revés. El papel de la autoridad es ordenar la comunidad política no según la voluntad del partido mayoritario sino atendiendo a los fines de la misma, buscando la perfección de cada persona, aplicando el principio de subsidiariedad y protegiendo al más débil del más fuerte".

La cosa parece bastante clara: el católico ni puede ni debe votar a quien no defienda esto… de verdad. Así de sencillo y así de simple.

Y es que nunca deberíamos olvidar que Dios ve todo lo que hacemos. Y una cabina con cortinilla donde nadie aprecia lo que hacemos no es suficiente para ocultar nuestro corazón al Padre.

Y esto lo decimos para los despistados que por el mundo hay…

 

Eleuterio Fernández Guzmán
eleu@telefonica.net