Fe y Obras

Pedro Zerolo: pedir por los aparentemente perdidos

 

 

18.06.2015 | por Eleuterio Fernández Guzmán


Nosotros debemos tener el corazón de carne. No podemos tenerlo de piedra. Si lo tenemos duro ni ejercemos de cristianos ni somos discípulos de Cristo.

Esto lo decimos porque la reciente muerte de Pedro Zerolo, afamado socialista madrileño y homosexual conocido, ha dado lugar a una polémica que no ha lugar. Al menos, al sentido exacto de tal polémica.

Decimos que se le ha ofrecido una oración por parte de la Iglesia que tiene a su cargo el P. Ángel (más que conocido).

Si, en un principio, se le puede achacar cierto protagonismo al P. Ángel por querer hacer esto, no por eso vamos a mirar para otro lado en lo que aquí importa.

Jesús había venido al mundo, y lo dijo, a salvar a los que necesitaban salvarse. Por eso vivió y por eso murió. Es más, a última hora hasta tuvo la fuerza espiritual de pedir a Dios por aquellos que lo estaban matando. Y es que no sabían lo que hacían.

Bien. El caso es que nosotros debemos pedir por aquellos que sabemos necesitan ayuda. Los que sabemos se salvan, por su vida y por sus circunstancias o, al menos, creemos que se salvan, poco han de esperar de nuestras oraciones. Y es que a lo largo de una vida de fe y de fidelidad a Dios y amor al Padre y al prójimo han ido acumulando para la vida eterna.

Sin embargo, según hemos visto a lo largo de su vida, no es el caso de Pedro Zerolo. No es que queramos juzgar a modo humano (porque no debemos) pero sí podemos hacerlo según nuestra fe que no es nuestra por serlo sino porque la hemos recibido y la misma viene de Dios Padre. Por eso sabemos que Pedro no vivió de acuerdo a una fe como la nuestra. Es decir, mantuvo actitudes claramente contrarias a la Iglesia católica y, sobre todo, a lo que la misma defiende en materia moral y sexual.

Eso, sabemos, es lo que hizo a lo largo de su corta vida. Y es eso lo que nos ha de impulsar, primero, a perdonar y, segundo, a pedir a Dios por su alma.

Es más que cierto que nosotros estamos de acuerdo con los principios básicos de nuestra fe: cuando una persona muere, en el mismo instante de su muerte, es juzgado por Dios y, en el mismo instante, su alma tiene un destino que puede ser bien el Cielo, bien el Infierno o bien el Purificatorio.

Cualquiera podría decir que Pedro Zerolo tenía todos los puntos para ir al Infierno. Sin embargo, decir eso es, ya, juzgar como hacen los hombres. Nosotros no sabemos (sólo Dios lo sabe porque ve en lo secreto) qué hizo este hombre a lo largo de su vida en otro tipo de materias: a lo mejor mantuvo una relación con Dios de amor-odio donde, claro, también podía haber amor; a lo mejor fue caritativo con personas que lo necesitaban; a lo mejor hasta pidió por las necesidades de otros seres humanos… ¡qué sabemos nosotros!

Es decir, que sólo el Padre sabe si Pedro Zerolo merecía estar en el Purificatorio un largo tiempo o si, ¡vete tú a saber!, se merecía el Cielo. Eso no lo sabemos.

Sin embargo, sí que podemos pedir por su alma: porque si está en el Cielo, pida ella por nosotros porque allí todo es amor y habrá desaparecido su pensamiento mundano; si está en el Purificatorio, para que alcance el definitivo Reino de Dios y goce de la bienaventuranza de la Visión Beatífica. Por eso debemos pedir por su alma. Y si no nos gustaba nada lo que hacía en vida… mucho más porque, de otra forma, ¿qué mérito tenemos si sólo pedimos por los nuestros o los considerados buenos?

De todas formas, la esperanza es lo último que se pierde y pedir, a tal respecto, por Pedro Zerolo, sólo puede ocasionarnos un engrandecimiento del alma.

Descanse, pues, en paz.

 

Eleuterio Fernández Guzmán
eleu@telefonica.net