Fe y Obras

No conviene confundir la misericordia con la dejación o el abuso

 

 

11.12.2015 | por Eleuterio Fernández Guzmán


Hace pocos días el Santo Padre Francisco abrió la puerta que da entrada al Año Santo.

Como es natural, tal Año, que tiene consideración especial, ha de ir dedicado a un tema en particular. Y ha correspondido el mismo al de la misericordia. Es decir este Año Santo está dedicado a un bien espiritual tan grande como es poner en práctica la misericordia, ser misericordioso.

Enseguida han empezado a saltar las liebres. Y, por ejemplo, el que esto escribe ha escuchado en un medio de comunicación de los denominados “de masas” que se abría el año para el “perdón de los pecados”.

Pudiera parecer que hasta ahora la Iglesia católica no ha perdonado los pecados a través del Sacramento de la Reconciliación o Penitencia y que hubiera sido una mala Madre que más que Madre era madrastra. Y, por tanto, es ahora, a partir de ahora, cuando los pecados se van a perdonar.

Esto, sabemos, no es cierto. La Esposa de Cristo lleva desde su misma fundación hasta ahora mismo ejerciendo un misterio de salvación tan importante como es perdonar pecados a través del sacerdote que actúa perdonando en nombre de Jesucristo.

¿Entonces,  a qué viene eso?

Seguramente ha de venir a que se quiere entender que se van a perdonar pecados que, en general, no se perdonan. Por ejemplo, el aborto que si es posible ser perdonado lo es en unas circunstancias muy concretas y bien determinadas por las normas de la Iglesia católica. Ahora, sin embargo, parece que eso vaya a ser posible con más facilidad.

Eso, así dicho, no es mala cosa porque permite que determinados corazones descansen de lo cometido. Y eso está bien.

Sin embargo, no deberíamos olvidar que también puede hacerse uso de este Año Santo para cometer alguna que otra tropelía.

Así, por ejemplo, a lo mejor existe la idea de pasar página al respecto de la Teología de la Liberación. Que se haga como que nada ha pasado y se pase por alto. Como hay que perdonar en este año de la misericordia…

También es posible que actuaciones de teólogos claramente herejes o alejados de la Iglesia católica quieran dejarse de lado, como si nada hubiese pasado. Y es que como hay que perdonar en este año de la misericordia…

Echándole un poco de imaginación, hasta podemos imaginar que actuaciones plenamente mundanas y comportamientos de muchas órdenes religiosas se echen al olvido y se tengan como nunca llevadas a cabo. No podemos olvidar que hay que perdonar en este año de la misericordia…

Y, sin embargo, a lo mejor echamos algunas cosas de menos como, por ejemplo, el perdón (si es que lo necesitan pues no parece que hayan cometido nada grave) a los Franciscanos de la Inmaculada (las disposiciones contra su fundador, el Padre Stefano María Manelli son, verdaderamente, sangrantes y vergonzosas), muy zaheridos y muy poco misericordiados.

También pediríamos que se ejerciera la misericordia con el P. Santiago González, a quien desde hace bastantes meses le prohibió su obispo (de Sevilla) que interviniera en redes sociales y ahí está el hombre, callado y obediente. Y este caso es, verdaderamente sangrante (como el otro citado arriba) porque no se han expuesto las razones de tal actitud. Aquí, por tanto, tampoco ha habido ejercicio efectivo de la misericordia de la que tanto se habla ahora.

En realidad, cuando la misericordia se ejerce en según qué sentido y no en según qué otros no puede ser llamada misericordia sino, simplemente, dejación. Y eso no es que produzca sólo tristeza en los fieles sino que produce decepción. Y grande, muy grande.

A lo mejor es que la misericordia es de primera y de segunda división.

 

Eleuterio Fernández Guzmán
eleu@telefonica.net