Fe y Obras

 

Los días por venir

 

 

 

18.12.2019 | por Eleuterio Fernández Guzmán


 

Los católicos tenemos los días que están por venir como unos de los más importantes del año espiritual. Y sí, aunque sabemos que la Semana Santa culmina con la Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, no podemos negar que para que eso fuera posible primero debía producirse el nacimiento del Salvador. Y eso es lo que estamos preparando ahora mismo.

En este tiempo de Adviento, pues, esperamos y preparamos nuestro corazón para que el nacimiento del Hijo de Dios sea verdaderamente fructífero para sus hermanos los hombres.

Estamos a días pocos para que Jesucristo vuelva a venir al mundo porque ¡sí!, nace cuando la Tradición dice que nació y, por eso mismo, estamos a punto de volver a verlo nacer. Y no, eso no supone ningún tipo de hartazgo ni nada por el estilo sino justamente al contrario: volvemos a tener en cuenta que somos salvos porque primero nació Jesús y, luego, murió Cristo. Así de sencillo y de simple.

Los días por venir, por supuesto, serán gozosos porque sabemos que Quien vuelve a nacer es Aquel que se entregaría, unas decenas de años después, para cumplir la Voluntad de su Padre.

Los días por venir, por supuesto, serán esperanzadores porque nacerá la verdadera esperanza del mundo.

Los días por venir, por supuesto, estarán llenos de luz porque nacerá la Luz del mundo y estará entre nosotros y nosotros sí la recibiremos.

Los días por venir, por supuesto, serán para nosotros momento de ver nuestro corazón y limpiar de inmundicias el alma cual si se tratase, porque lo es, del tiempo de Cuaresma.

Los días por venir, por supuesto, nos vendrán más que bien porque nos situará, otra vez nos situará, en un tiempo en el que el ser humano había caído en la fosa de la que tanto habla el salmista y se estaba alejando de la verdadera Voluntad de Dios… exactamente igual que ahora mismo pasa y nos pasa.

Los días por venir, por supuesto, han de ser semillas que, al caer en nuestro corazón, hagan fructificar un ser mejor, una humildad en sazón que crece o, en fin, un ser como palomas, así de humildes.

Los días por venir, por decirlo pronto y para que se entienda, nos dan la fuerza suficiente como para sabernos hijos de Dios, hermanos de Jesucristo y, por si eso no fuera ya más que suficiente, herederos del definitivo Reino del Todopoderoso. Ahí es nada.

 

Eleuterio Fernández Guzmán
eleu@telefonica.net