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Vender el alma al diablo

 

Francisco Rodríguez Barragán | 15.02.2016


Aunque mucha gente no crea en el alma ni en el diablo, estoy seguro de que en más de una ocasión están dispuestos a tal negocio, por ejemplo, cuando se pasa hambre, no se tiene trabajo, no se ve salida a una situación insoportable que se prolonga en el tiempo. A sus oídos llegarán unas palabras sibilinas e insidiosas: tú puedes hacer que cambie tu situación solo es necesario que me des tu voto, nosotros lo cambiaremos todo, les quitaremos sus riquezas a los ricos y las repartiremos ¿de acuerdo?.

Es una tentación diabólica en la que muchos caen. Sí, habrá que hacer la revolución. Luego saldrá o no saldrá, se puede llegar a los “éxitos” chavistas o a  la situación griega con más facilidad que al mítico desarrollo nórdico, pero has vendido libremente tu voto y tu libertad, olvidando que no solo de pan vive el hombre.

Otra transacción se ofrece a los instruidos, a los que viven seguros de su propio juicio, de su suficiencia. ¡Tú puedes todo lo que te propongas! te sugiere ese libro de autoayuda; la única verdad es la ciencia, la técnica, los avances imparables de la investigación; todo el pasado es oscuro y remoto: olvídalo, lánzate a la vida, al placer, al disfrute de cuanto se te ofrezca. Lo puedes todo, incluso cambiar de sexo si no te gusta el que tienes, no te comprometas con nadie, no aceptes cargas ni obligaciones, puedes hasta morirte cuando quieras, eres producto de la evolución y cuando desaparezcas volverás a la nada.

Qué tentación ¿verdad? Adorarte a ti mismo sin limitaciones, sin deberes ni condicionamientos. Salta, tírate de cabeza, no te pasará nada, resuena en tus oídos.

Hay otra invitación insidiosa: el ansia de poder. Este mundo lo manejan los poderosos desde sus selectos clubs, sus instituciones financieras, sus elegantes logias, sus lobbies omnipresentes en los organismos internacionales, en laboratorios y fundaciones, empeñados en un nuevo orden mundial y…  en los múltiples y variados partidos políticos. Ser rico e influyente, tener en la mano el timón de gigantescas organizaciones. Aquí no es fácil entrar pero es seguro de que muchos estarían dispuestos a vender su alma al diablo por un puesto importante. Escucha: todo esto puede ser tuyo si nos adoras, si te sometes a nuestras directrices. Habrá que tragarse más de un sapo para subir, para trepar, pero el poder lleva anejo el dinero que puede llegar a tus bolsillos, a tus cuentas, si colaboras.

Seguro que a los cristianos que oyeron el evangelio del domingo pasado les suenan estas tentaciones, las mismas que padeció Jesús después de pasar cuarenta días en el desierto. ¿Por qué se dejaría tentar por el diablo? Pienso que despojado de su rango de Dios y actuando como un hombre cualquiera se sometió a estas tentaciones, para enseñarnos lo que tendríamos que hacer: resistir al diablo rechazando sus propuestas, sus tentaciones,  recordando que no solo de pan vive el hombre sino de toda palabra que sale de su boca, pues solo a Dios hay que adorar y rendirle culto.

Si Dios desaparece de nuestro horizonte vital habremos vendido nuestras almas al diablo y estamos perdidos.

 

Francisco Rodríguez Barragán