Oído Cocina

 

ESPAÑA EN SU LABERINTO Y LOS VIEJOS ENEMIGOS EXTERIORES

 

 

Miguel del Río | 02.04.2019


 

 

¿Está sufriendo España ahora más ataques desde el exterior? ¿Es por el conflicto catalán? ¿Es por la debilidad de nuestra política interior? ¿A qué viene el manifiesto en favor del procés de 41 senadores franceses? ¿Y lo del presidente de México para que España pida perdón por la Conquista de América? Este es el relato de las flechas disparadas, aunque queda por determinar quién o quienes, en la oscuridad, empuñan el arco.

Puede que España se autoflagele más de la cuenta, pero ahora no hay país en el mundo que no esté cuestionándose sus cosas, primero por el avance del populismo y segundo por los cambios constantes que tienen las sociedades. Francia, por ejemplo. Vive con el preocupante problema de los chalecos amarillos en la calle, con graves y constantes disturbios, pero hay 41 senadores galos dedicados a meter baza en el problema de Cataluña. Es un contrasentido, ténganlo muy presente, pero los tiempos actuales han traído consigo que difíciles problemas a solucionar dentro de muchos países, se manipulan y distrae mejor al personal desenterrando fantasmas fuera, de otros, antes que asumir los propios. Idéntica situación vive el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador. En vez de plantar cara (creo que para lo que mayormente ha sido elegido) al amigo/enemigo de al lado, Estados Unidos, que quiere hacerle comulgar con que construya un muro separador de ambos países, y lo paguen encima los mejicanos, se acobarda ante el todopoderoso Donald Trump, y le quiere meter el diente de la distracción a España, mediante una carta a Felipe VI, para que pidamos perdón por la Conquista de América y cómo se llevó a efecto. ¡Flipa!, como dicen los jóvenes.

Nuestros dirigentes, todos, no tienen soluciones para los graves problemas actuales, y es por eso que avanza a pasos agigantados un populismo, que trae consigo discursos vacíos, banales y, sobre todo, engañosos. Aquella fuerte propaganda que tiño de miseria la mitad del siglo XX, reaparece en esta primara parte de un nuevo siglo que, verdaderamente, nadie sabe hacia dónde va. Uno no tiene respuestas para tanto disparate, pero creo ir sobre seguro si la apuesta la volvemos hacer por la unión y las instituciones fuertes que velan por el bienestar de los ciudadanos. Cuando se habla de más Europa, la música suena muy bien, porque el miedo actual a perder derechos y libertades tiene todo que ver con esas políticas de “América para los americanos”, “Inglaterra para los ingleses” o “Italia para los italianos”. El contagio se extiende junto al discurso potente de ultraderecha que encuentra eco y seguidores por doquier, hartos también de los muchos errores que se han cometido desde las atalayas políticas. Y, desgraciadamente, en eso seguimos.

Cuestionarse ahora en España nuestro ser, nuestra historia o nuestras autonomías, es un desatino en toda regla. Es verdad que no vivimos los mejores tiempos, pero ¿quién los vive? En los últimos cuarenta años de transición y desarrollo democrático hemos avanzado de una manera inequívoca, hasta convertirnos en el país referente que somos, pese a que nos ataquen de manera individual medios y periodistas extranjeros o políticos galos o belgas. ¡Cómo si no tuvieran ellos que callar por su pasado y también presente! Tan solo hay que recalcar su concepto de emigración, refugiados y acogida, para subrayar que nadie puede dar hoy lecciones de democracia a los demás. Pero el laberinto actual de muchos países, al que no escapa España, viene de la desunión, la avaricia y de la vuelta a un concepto europeo donde intereses concretos quieren hacer prevalecer la fuerza de unos países sobre otros, y de esa fuerza pueden venir imposiciones.

El populismo que desprenden muchos personajes y países concretos cobra actualidad, porque el discurso es antagónico, según la formación política que lo impulse. ¿Tan difícil es hablar en España precisamente de España? Un país, interiormente, no puede ser políticamente correcto en todo. Las cosas hay que decirlas claras y transmitirlas con la seriedad que supone ser de una nacionalidad concreta. De ahí el hartazgo de muchos hacia lo que consideramos medias verdades, cambios de opinión, declaraciones que no vienen a cuento, palabras huecas, y poses que no aportan nada al deseo general de convivir en paz y prosperidad. Tras las tempestades, llega la calma. Pronto lo verá López Obrador, los interesados senadores franceses alineados con el procés catalán, y demás ataques que irán surgiendo fruto del laberinto tan enredado español. Una de las cosas que más me gustan de mi país, es que un día sucede a otro, y de lo que se dijo ayer, hoy ya toca polemizar sobre otra nueva cuestión. ¡Masocas perdidos! Sin duda, es una forma de ser que nos ha situado en el mapa mundi, no para desaparecer, y si para permanecer por los tiempos de los tiempos.

 

Miguel del Río