Oído Cocina

 

EL MEDIO RURAL, CUANDO INTERESA

 

 

Miguel del Río | 21.05.2019


 

 

De repente, se habla de la España vacía como si fuera una novedad. Aquí sí que el CIS tendría que hacer una macroencuesta para preguntar a los habitantes de muchos pueblos sobre el secular abandono de ciertos territorios, lo que desemboca en la marcha de los vecinos y la despoblación porque no nacen niños. A la espera de propuestas que den la vuelta a la situación, habría que empezar por asumir el concepto de que, como las ciudades, los pueblos tienen el mismo derecho al desarrollo.

 Debido a semejante periodo electoral tan prolongado en el tiempo, ahora se habla mucho de la España vacía. Es una manera nada acertada de buscar nueva denominación, acorde al mundo global, de lo que siempre hemos conocido como los pueblos, el campo o las zonas rurales, como más les guste. Creo haber leído lo suficiente respecto a proyectos planteados para el mantenimiento y desarrollo de los pueblos de España, no sé si se ha preguntado a los propios afectados, pero lo que sí tengo muy claro es que la despoblación rural en nuestro país va unida a la crisis y a que cada vez se les suprimen más servicios, como puede ser el caso de no contar con una simple oficina bancaria.

Asumir sin más que muchos habitantes de pueblos tengan que esperar un tiempo a que recale por el lugar el cajero rodante de un banco determinado, no sé cómo lo llamarán a eso ustedes, pero yo lo he conocido toda mi vida como retraso en vez de avance. En las ciudades escuchamos estas noticias y nos da igual. Pero los que sienten de verdad el abandono son los habitantes de tantos y tantos pequeños municipios, que tienen los mismos derechos que el resto de ciudadanos, y he aquí la gran cuestión que se dilucida a la hora de hablar, como simple propaganda, del avance rural, para luego no hacer lo que muchas personas esperan de las promesas.

El ejemplo de las oficinas bancarias se puede extender a empresas, negocios, servicios educativos y sanitarios y, por supuesto, al normal funcionamiento de la luz, el agua, el gas o la señal de la televisión, la telefonía móvil o Internet. Hemos asimilado sin más la frase hecha de que los jóvenes se van de los pueblos por falta de oportunidades. ¡Cómo no! Es la misma cantinela desde antes de la Transición y la entrada de España en la Comunidad Económica Europea, hoy Unión Europea. Muchos piensan que las gentes del campo viven de las subvenciones europeas, y con eso ya lo tienen todo dicho. Donde quede el trabajo, el esfuerzo, el sufrimiento, el bajo pago de precios a su madrugadora labor, de todo esto se habla menos. Así llegamos a la auténtica realidad que no es otra que solo quienes viven en el medio rural saben lo que hay, y también lo que pueden esperar de las promesas que han escuchado a lo largo de su vida, primero sus bisabuelos, después sus abuelos, siguiendo con sus padres y, ahora, ellos. Por eso también les entran tantas dudas del camino que les gustaría que siguieran sus hijos, quizás no tan esforzado como el que agricultores y ganaderos llevan a cabo a destajo.

Desde hace tantos años que ni sé, en España solo se habla de infraestructuras para las ciudades y nada para los pueblos. Partiendo de esta premisa, realmente hay poco que esperar de cara al futuro. O cambia la mentalidad dentro de las instituciones del poder y el reparto justo del presupuesto (los votos), o el declive del medio rural seguirá el mismo camino que lleva hoy en día. En las grandes ciudades disfrutamos de los alimentos que en gran medida se cultivan y producen en el campo, pero no basta ver las cosas con tan gran simplicidad de miras, sino somos capaces de mejorar las condiciones de millones de ciudadanos que quieren continuar haciendo sus vidas en los pueblos en que han nacido. Vivir y trabajar donde uno es oriundo se ha convertido en España en un anhelo poco más que imposible. No debiera ser así y por eso el desarrollo y la prosperidad de que se habla habitualmente depende mucho de quien cuente la historia. Todo se instala en las grandes ciudades, y los pueblos quedan muy bonitos para que los urbanitas vayan a visitarlos los fines de semana y de paso comer en algunos de sus restaurantes. Por eso el municipalismo ha sido siempre tan importante, porque los vecinos quieren ver que sus problemas cercanos son acometidos y solucionados. Los grandes ayuntamientos reciben quejas y sugerencias y existe garantía de ver las cosas cambiadas a mejor. Pero no olvidemos que en los pueblos también se pagan impuestos, y algunos llevan con reivindicaciones a cuestas desde el siglo XIX. De ahí que no me tomo tan en serio oír hablar de una España vacía que, en realidad, siempre ha estado así.

 

Miguel del Río