Curso acelerado para hablar de nuestros problemas

 

 

Miguel del Río | 01.12.2019


 

 

¿Cómo se puede gobernar un país que tiene 246 diferentes clases de queso? Pues ahí está Francia y la frase es de Charles de Gaulle. No dudo que en España somos únicos en lo de practicar la confrontación. Pero los ciudadanos siempre esperamos de nuestros representantes que hablen y se pongan de acuerdo en las cuestiones básicas que no tienen discusión, como es el mantenimiento del bienestar.

 

El manifiesto firmado por gente conocida lleva camino de convertirse en fórmula habitual para  trasladarnos opiniones enfrentadas. El manifiesto es un escrito breve que presenta un grupo que piensa u opina de una determinada manera, y se lo envía a los medios de comunicación para que informen a la ciudadanía de la urgente necesidad de llevar a cabo una acción concreta. Por ejemplo: unos suscriben un escrito de estos para apoyar el pacto de gobierno entre el PSOE y Podemos, mientras otros hacen lo mismo, pero en sentido contrario. Por ejemplo: intelectuales dan su apoyo a una solución política mediante la celebración de un referéndum de autodeterminación en Cataluña, mientras que otro grupo similar dedicado de habitual a lo de pensar y escribir apuestan por todo lo contrario, es decir, por la unidad de España.

La mejor manera de demostrar que ahora no hay entendimiento posible es adherirse a un manifiesto. Lamentablemente, pone también de relieve la ausencia de liderazgo, de ideas, medidas y soluciones que todo país necesita para asentarse y salir adelante, en especial, claro está, sus ciudadanos. La propaganda nos ha metido en una espiral en la que se enfrentan ideas absolutamente contrapuestas. Empezando por ser constitucionalistas o separatistas, siguiendo con el debate de si hay presos políticos o políticos presos, y acabando con señalar como héroes a quienes levantan barricadas y provocan disturbios, en vez de ensalzar el orden y ponderar el buen trabajo policial. Una cosa es la diversidad de ideas y otra muy distinta la desorientación crónica. El mundo es ahora mismo un polvorín, porque se ha pasado de los debates cívicos a los desordenes en las calles. Iberoamérica es el exponente más visible y preocupante de esto que señalo. Pero Europa es también una olla a presión, calentada hasta extremos por nacionalismos, diferencias, desigualdades, y una xenofobia rampante que crece por contagio imparable.

 

“La propaganda nos ha metido en una espiral que enfrenta ideas contrapuestas, empezando por ser constitucionalistas o separatistas”

 

Sin una base educacional apropiada, que se apoye preferentemente en el respeto, no veo solución posible a los enfrentamientos y radicalismos de hoy. Como España y los españoles tenemos tendencia a situarnos en el mapamundi como ejemplo entre los ejemplos, es ahora cuando estamos pagando de verdad la soberbia, empezando por no tener una idea determinada de cómo se debe educar en los valores con los que merece siempre la pena trabajar. Por eso nos ponemos a discutir de repente de cuestiones que deben quedar salvaguardadas de cualquier polémica, como la unidad y el futuro de Europa, la igualdad, la violencia de género, la migración, el racismo, sin olvidarme de que la justicia tiene ahora un protagonismo excesivo. Es igualmente la prueba más evidente de que no hay entendimiento político y social, de ahí que a nuestras vidas, con los problemas habituales, se haya sumado tanto Tribunal Supremo y tanto Tribunal Constitucional. En ocasiones, y esta lo es, no viene mal un curso acelerado de hablar de nuestros problemas para reconducir la fea situación en la que nos encontramos.

Y esque cuarenta años de consenso se han ido al carajo. No encuentro otra forma más expresiva de decirlo. Los acontecimientos interiores (dentro de España) y exteriores (el resto del mundo) nos marcan un camino lleno de espinas, aunque nunca doy nada por perdido y menos cuando se trata de pedir cordura. No sé lo que tiene que pasar para que la gente hable y de hablar se entienda. Ya es malo que España esté hace casi un año sin Gobierno, pero lo que no se puede permitir es estar sin presupuestos, porque se compromete el bienestar. Solo este hecho debería hacer recapacitar a unos y a otros, a quienes defiende unas ideas y otras, a los que postulan unos gobiernos y otros, porque el interés general está por encima de los enfrentamientos y postulados ideológicos. A nada que pongas la oreja en la calle, algo así se lo escuchas a quien espera mantener su empleo, seguir con sus estudios, terminarlos, prepararse en una profesión, encontrar un trabajo  digno, alquilar un piso o comprarlo. Puede que las ideas estén enfrentadas, y puede que no haya diálogo que siente en una mesa a las partes, hablen y acerquen posturas, pero la vida sigue y no han cambiado nada las cuestiones que nos interesan y preocupan de habitual. Es así de evidente, sin misterio alguno. Me refiero a pedir a nuestros representantes que no den por finiquitado nunca lo que realmente ansia el ciudadano de a pie, por más variados quesos que se fabriquen en los diferentes territorios.

 

“Nos ponemos a discutir cuestiones que deben quedar salvaguardadas, como la igualdad, violencia de género, migración, racismo y justicia”

 

 

Miguel del Río