Sanitarios, solidaridad y televisión para hacer comunicación de crisis (II)

 

 

Miguel del Río | 11.05.2020


 

 

La de hoy es la segunda entrega de un primer artículo titulado “Acertar en comunicación en tiempos de pandemia”. Me queda pensar una reflexión final, en la que trataré de resumir la comunicación llevada a cabo por el Gobierno de España con el Covid-19. Sin olvidar nunca el endiablado escenario para informar desde  los gabinetes de prensa oficiales y los propios medios, en esta segunda parte abordo el papel, absolutamente fundamental, que tienen en la crisis el heroico y titánico trabajo de la sanidad, la aportación esencial de la solidaridad ante la falta de material sanitario en los hospitales, y como cuentan todo luego las televisiones.

 

Si hay una posible respuesta que describa lo que puede ocurrir cuando tienes que informar a tan largo plazo de una crisis sanitaria como el Covid-19, esa contestación es ¡vaya usted a saber! La forma de comunicar en España todo lo relacionado con esta primera parte del coronavirus ha dejado muchas dudas, aunque sería más justo hablar de aciertos y desaciertos. Verídico es que la comunicación debe servir para preservar la buena imagen de quien la promueve, en este caso el Gobierno, pero cuando lo que se vive es un drama mayúsculo que trasciende a lo personal de cada ciudadano, hay que pensar muy bien cada paso que se da y quien lo cuenta, ya que el ámbito de interés del relato afecta a 47 millones de españoles.

En los días de la fase 0 y fase 1 de la desescalada (¿qué término es este?), le he estado dando vueltas a la responsabilidad que tiene la información oficial, deficiente o concienciadora realmente, porque es idea extendida entre los médicos y también los farmacéuticos de que la población no es aún todo lo consciente que debiera sobre la gravedad del momento, y lo que hay que prevenir para no infectarse. Volvemos a lo de siempre, no se puede generalizar, pero las imágenes de centros urbanos, paseos marítimos y playas, poco menos que congestionadas de paseantes, ponen en duda la comprensión de la auténtica realidad y, por supuesto, que el distanciamiento social de separación de dos metros mínimo entre personas no se está cumpliendo como es debido. El resultado, auguran los expertos, serán más contagios.

Desde que el 15 de marzo de 2020 empezará la cuarentena en España, la maquinaria informativa del Gobierno, porque solo así se puede definir semejante número de medios humanos y técnicos para comunicar, empezó bien engrasada a hacer su cometido. Ordenar a los españoles que se queden en casa es una decisión sin precedentes en democracia, que se lleva a cabo decretando un estado de alarma en el que aún estamos. Sin unanimidad política frente a cómo se debe combatir sanitaria, social y económicamente el virus, no es fácil narrar las cosas, porque hay que dar cuenta a diario del número de muertos, contagios, y la urgente adquisición del material necesario (en muchos casos defectuoso), y salir airosos al tiempo las numerosas críticas que recibe el Gobierno desde diferentes flancos, aunque el principal es el que proviene del amplio arco parlamentario español, con tan numerosos y variados grupos políticos.

 

“Una respuesta que describe lo que puede ocurrir cuando tienes que informar a tan largo plazo de una crisis sanitaria es ¡vaya usted a saber!”

 

El escenario no puede ser más complicado, un tsunami informativo en toda regla, una guerra también se define, pero para cada circunstancia hay hechos a valorar, en los que apoyarse, y con ellos amortiguar el relato general de la pandemia, que además es mundial. Tenemos unos medios de comunicación muy dados a contar lo de fuera antes que lo propio. De Estados Unidos se publican las imágenes de los cementerios improvisados o de los cadáveres en bolsas metidos en camiones que no cuentan incluso con refrigeración. En este sentido, de lo de aquí, poco o nada. La comunicación oficial por la crisis sanitaria encuentra así unos aliados, esperados o inesperados, que básicamente son tres: el trabajo impecable de los sanitarios, la solidaridad de la sociedad española que dona  mascarillas, caretas o respiradores, y la manera de contar la tragedia que tienen las televisiones generalistas.

Empecemos por los profesionales de la sanidad pública española. Son los auténticos héroes de lo conseguido hasta ahora, con miles de muertos e infectados, pero podrían haber sido muchos más de no ser por jugarse literalmente ellos y ellas la vida en su trabajo en hospitales con muy escasos medios. El Gobierno empezó a dar explicaciones con demasiados atriles y portavoces en escena. Algunos de ellos no debían haber tenido esa responsabilidad porque comunicar requiere ante todo de una cualidad: saber hacerlo. La imagen preferente, siempre televisiva y en fin de semana, ha sido la del presidente Pedro Sánchez. Parece haber unanimidad de expertos al definirlas como comparecencias en pantalla demasiado largas, y cuando tienes que hablar de decisiones tan complicadas, lo normal es que alargando las explicaciones incurras en equivocaciones. La brevedad, claridad y concisión son características dentro de la comunicación de crisis, que el portavoz debe siempre manejar impecablemente. Ángela Merkel ocupa 5 minutos en todas las televisiones alemanas, pero no deja lugar a dudas: todo queda dicho para que se cumpla. Otras intervenciones, como las habituales de Donald Trump o Boris Jhonson, se estudiaran en las facultades de periodismo como lo que nunca se debería hacer, porque demuestras incompetencia y soberbia más que otra cosa.

Si España como país goza de una gran virtud, esa es la solidaridad. Da gusto, sencillamente, el comportamiento ante el Covid de colegios profesionales, colectivos de todo tipo, por supuesto empresas de lo más diverso, autónomos, oenegés, asociaciones o personas individuales que viven fuera de un país, que aquí no les ha dado la oportunidad de trabajar y prosperar, pero hacen por España lo que sea y cuando sea, en este caso combatir y curar el coronavirus con sus aportaciones. Ayudando a los Gobiernos, sus acciones muchas veces han quedado en un plano demasiado anónimo. Así debe ser con la solidaridad y también es como lo quieren sus benefactores, pero ese mismo corazoncito les lleva a considerar que su labor desinteresada, gesta en toda regla, no ha tenido el suficiente eco. Creo que durante las comparecencias de diferentes portavoces habría que haberles citado.

Las televisiones, con las que acabo, si lo han hecho mayormente. Me refiero a dedicarse a ofrecer información de lo que hacíamos en casa, a distraernos con reportajes de lo más variopinto sobre el estado de alarma, los cumplimientos e incumplimientos del confinamiento, y de agradecer a la sanidad y todas las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado su labor que, sin duda, es magnífica. El problema viene de contar los hechos, en este caso dar imágenes de los miles de muertos y voz a sus familiares. Puede que para la comunicación de crisis venga bien contarlo como se ha hecho, pero me preocupa especialmente los resultados que estamos viendo en este mayo de 2020. Parece ser que, por su comportamiento en las calles, para muchas personas no hay ya coronavirus, y están dispuestas a seguir con sus vidas como si nada. La responsabilidad de la información y como se traslade a la sociedad tendrá, al final, su parte de culpa en lo que pueda llegar a ocurrir.

 

“La solidaridad y sus benefactores no ha tenido suficiente eco. Durante las comparecencias de diferentes portavoces habría que haberles citado”

 

Miguel del Río

 

Foto: Dos cooperantes cántabras en Alemanía, en el momento de grabar un vídeo en el que piden el apoyo para la causa solidaria de conseguir y donar mascarillas a Cantabria.