A ver si va a ser verdad que tenemos un problema con el racismo

 

 

Miguel del Río | 04.11.2024


 

 

 

 

 

Todo lo relacionado con el fútbol y los grandes clubs genera mucho ruido, con más razón si se trata de gritos racistas proferidos por odiadores confesos hacia jugadores de color. Deben ser expulsados de los campos y puestos a disposición judicial. Vinicius lanzó la piedra sobre que España es un país racista, y el debate de si lo somos o no está candente. No ayuda que los insultos xenófobos se sucedan. Resta también que cada vez tenemos más inseguridad jurídica, lo que impide castigar como es debido a tanto botarate. Esto es ya un problema de todos, y como no nos pongamos a ello, de verdad, se nos va a ir de las manos.

 

Es curioso como el racismo crece en proporción a las guerras, y para demostrarlo me apoyaré seguidamente en palabras muy sensatas de dos grandes figuras de la humanidad. Empiezo con Bob Marley: “La guerra continuará existiendo mientras el color de la piel sea más importante que el de los ojos”. Y lo zanjo con Rigoberta Menchú: “La paz no es solamente la ausencia de la guerra; mientras haya pobreza, racismo, discriminación y exclusión difícilmente podremos alcanzar un mundo de paz”. En eso estamos, en el declive más absurdo de nuestra humanidad, empeñada en la autodestrucción de todo lo valioso que hemos construido, sobre todo tras la Segunda Guerra Mundial. Por cierto, doy por hecho que no dará crédito como me pasó a mí, pero si consulta el último estudio sobre la paz global del Institute for Economics and Peace, en la actualidad hay 56 guerras activas, en la que se ven involucrados 92 países, más allá de sus fronteras.

De regreso a España, nuestros estadios son últimamente los escenarios más renombrados para la visibilidad directa de gestos y expresiones verbales de carácter racista. Si además el encuentro de fútbol enfrenta a grandes clubs, como el Real Madrid, el Atlético de Madrid o el Barça, cualquier suceso de este tipo supone un gigantesco altavoz que traspasa la península ibérica, para ser comentado, criticado o dimensionado en el resto del planeta. Los campos de fútbol parecen ser ahora el problema, pero la xenofobia hace su aparición a diario, tan presente como está en las redes sociales y nadie defiende como es debido a los vilipendiados, y si ya comentamos el problema de la vivienda o el alquiler que tiene España para todos, pensemos lo que ocurre cuando se trata de proporcionar a inmigrantes un techo bajo el que vivir y protegerse. Mal, el ambiente y la sensación es francamente insana.

Contradictoriamente, en España tenemos la fea costumbre de manosear y jorobar todo lo relacionado con una educación seria, pero cuando las cosas se ponen feas, como sucede, desde los estamentos gubernamentales rápidamente se apela a la necesidad de concienciar desde la base (escuela) sobre aspectos que van desde la igualdad, tolerancia, compañerismo, citando de paso lo trascendental que es el deporte como mejor escenario para inculcar valores, y rechazar al tiempo la violencia, el oído y el racismo. No nos engañemos, hoy por hoy, no somos un país que pueda dar ejemplo en estas cuestiones. A diario, vivimos denuncias, confrontación, acuerdo al margen de una mínima ética, casos de corrupción, problemas sociales que nunca debieron aparecer, como el de los okupas, lo que hace que se extienda dentro de la sociedad la idea de que nuestra seguridad jurídica hace aguas. No olvidemos tampoco la soledad que siente ahora Canarias con respecto al problema de la inmigración irregular. Dentro de la Unión Europea este asunto está calando muy profundamente. Debate hay, decisiones no.

Descrita a groso modo la situación que vivimos, que empeora por momentos, el Gobierno no puede empeñarlo todo a los mensajes publicitarios que aparecen en cascada en todas las televisiones del país. ¿Actuando solo así inculcamos verdaderamente en igualdad, cortando por lo sano toda tentación racista? Mucho me temo que es del todo insuficiente. Si queremos acabar con semejantes actitudes de odio, nuestros gobernantes deben mostrar decisión y contundencia para erradicar de los campos de juego la xenofobia. Estamos viendo que clausurar las zonas concretas de un estadio donde se han producido los gritos racistas no tiene efecto disuasorio. Al mismo tiempo, la burocracia afecta por igual a los grandes clubs, ya que se aprecia lentitud a la hora de expulsar a los socios cuya actitud violenta queda al descubierto de las cámaras de televisión. Y así no cejan las bochornosas agresiones verbales que sufren muchos jugadores, por su color, o por ser originarios de otros países. Bien saben de lo que hablo deportistas como Vinicius o Lamine Yamal. El fútbol solo es un escenario más, porque en la vida está el trabajo, la educación, la debida asistencia sanitaria, las pensiones, más las pretensiones y sueños que toda persona tiene (vivir mejor y prosperar), independientemente del color con el que se nazca.

En unas recientes declaraciones, así se pronunciaba el máximo responsable del Consejo Superior de Deportes: “Tenemos entre todos que combatir la violencia, el racismo. No solo los clubes, LaLiga, que lo está haciendo. También la Comisión Antiviolencia, la propia Fiscalía y Policía”. ¿A qué esperamos pues?

Hace varios domingos, aquí mismo, dedicaba mi artículo a Andrés Iniesta y Rafa Nadal. Ambos se retiran, tras una carrera deportiva y personal que podemos calificar de ejemplar. En medio de tanta bronca constante como vivimos en el país, y sin dejar de lado el tema del racismo, extracto estas palabras pronunciadas por un futbolista ante un auditorio muy diverso. “Es un día muy especial no sólo para mí, también para mi familia y mi país. Quería dar las gracias a la persona más importante, mi novia, que justo hoy hacemos ocho años, es nuestro aniversario. Sin ti este camino no habría sido el mismo. Muchas gracias. A mi familia por todos los valores, lo que representa, lo que me han ayudado, a no confundirme, a seguir los pasos correctos. A una persona muy especial, a mi agente. Quién nos diría que hoy estaríamos aquí cuando me ibas a buscar, me llevabas a los partidos por un amor tan incondicional que no he visto nunca, el mismo sueño que yo”. Hablo de Rodrigo Hernández, más conocido como Rodri, al recoger el Balón de Oro. Con un tiempo para el agradecimiento muy minutado, le dio para hablar de familia, país, amor, valores, agradecimiento, sueños y compañerismo. Precisamente, los contrapesos necesarios frente a la insensata división española, generadora de otros tantos problemas en los que estamos inmersos, sea inmigración, vivienda, jóvenes sin futuro, personas en riesgo de exclusión o el racismo en tan claro aumento.

 

 

Miguel del Río