15.09.13

Sufrir como Dios manda

A las 11:37 PM, por Mª Virginia
Categorías : Santa Virgen María, Cruz, Cristo

 

La verdad es que no sabemos sufrir, pero lo más triste es que muchas veces, no tenemos ni la más remota intención de aprenderlo, ni lo creemos siquiera una necesidad imperiosa. Sí es posible que pidamos -los que ingenuamente nos creemos fieles, y nos gusta “hacer” muchas cosas- la gracia de “vivir” como Dios manda. Pero aprender a sufrir… pensamos que es como respirar, que no se aprende, y creo que puede ser un grave error para nuestro progreso espiritual.

Es algo sintomático, en los tiempos enfermos de optimismo o pesimismo –ambos extremos patológicos de la espiritualidad católica- que transitamos, el buscar como fuente de devoción sólo lo que nos causa consuelo espiritual. Así, sin querer casi, la Cruz se va desdibujando del centro de nuestro corazón, y todo el dolor anejo a ella también…

Nos espantamos ante la “clientela” que tiene la secta evangélica “Pare de sufrir”, pero no nos preguntamos cómo es posible que haya allí tantos católicos bautizados a los que no les cause rechazo la sola frase triunfalista, que abomina de la participación de los sufrimientos de Cristo. Si se les hubiese predicado convenientemente este misterio, hubiese sido una “vacuna”…

La Mater Dolorosa, “causa de nuestra alegría” -como la invoca la congregación argentina Miles Christi-, devoción tan cara a la piedad más genuinamente católica e hispánica, hoy no está tan de “moda” como la de la Paz, o con otras de rostro más suave, no tan afligido, y eso no es pura casualidad.

Por eso hoy -en que si no fuese domingo, celebraríamos la fiesta de Ntra. Señora de los Dolores- no quiero dejar pasar este día sin pedir a Nuestra Señora que nos enseñe a sufrir como Ella, según el querer del Padre;

Que no permita que “disimulemos” nuestras cruces, o pretendamos que desaparezcan;

Que las lágrimas no empañen nuestra vista y no nos confundan la claridad meridiana de nuestra Fe, la única verdadera;

Que el dolor y la soledad no justifiquen la cobardía o la traición;

Que la oscuridad no nos haga desfallecer, y no permita que dejemos de estar de pie en el momento de la tentación, reconociendo en la desesperanza uno de los más arteros zarpazos del enemigo infernal;

Que no dejemos, en fin, de mirar su Belleza, que enamora, consuela y sostiene, porque siempre es anticipo del Paraíso que el Señor nos tiene prometido luego de este destierro!