Desde que descubrió la felicidad a los 13 años dando su tiempo y energías a los demás, Mercedes del Amo no ha dejado de “estar a pie de obra” en actividades de la Diócesis de Alcalá de Henares. Antes como voluntaria y desde hace varios años también como responsable de voluntarios, Del Amo, ahora abuela resolutiva y pertinaz, siempre ha compartido la “satisfacción que produce ayudar a los demás” y descubre a aquell@s que quieran implicar su tiempo en actividades altruistas que únicamente basta que “funcione el corazón” para que el “cuerpo se ponga en marcha sin más”. Para ell@s, les asegura “unas horas de felicidad en su vida”.

-¿Cómo surgió su preocupación el voluntariado?, ¿fue debido a experiencias anteriores suyas dedicadas a labores solidarias?

Empecé siendo voluntaria con trece años en el patronato de San José. Pertenecía a la Legión de María. Hacíamos voluntariado, acompañando y ayudando a dar de comer a los ancianos y a personas con problemas psíquicos en el patronato de San José. Los sábados y domingos esa era mi diversión. Con un grupo de gente, íbamos a ayudar a las personas y fue cuando empecé a descubrir la satisfacción tan grande que produce ayudar a los demás. Después estuve muchos años en San Juan de Dios ayudando a personas con problemas psíquicos. Y desde que se abrió la casa de acogida Virgen de las Angustias en Alcalá de Henares, me inscribí en la hermandad a los pocos meses y voluntaria de la casa.

-Esos fueron los inicios, ¿y luego “pisó el acelerador”?

Así es. Era tanta la felicidad que no nos despertaba ningún interés hacer lo que a esas edades empieza a querer la gente joven, como ir a discotecas y demás. Es otra manera de vivir la vida. Y, con el paso de los años, me ví capacitada para arrastrar a un grupo de personas para proponerles el reto de comprar una casa para los pobres en Alcalá, para lo cual hicimos una junta de gobierno y empezamos a trabajar. Han sido unos años duros, de mucho trabajo, pero en cuatro años nuestro reto está conseguido: compramos una casa, la restauramos y se cumplió el objetivo. La casa está casi pagada, sólo queda un pellizco, que estimo que quedará saldado al final de mi mandato.

Me informa que cuenta con más de 100 voluntari@s que atienden a los más desfavorecidos en la casa de acogida de la cofradía Virgen de las Angustias. ¿Qué atención les dan?

Todo el año salvo los meses de julio, agosto y septiembre, porque los voluntarios se van de vacaciones, con lo cual no podemos abrir sin gente. Por otro lado, en estos meses apenas hay acogidos, pues con el buen tiempo prefieren dormir en la calle, en parques y jardines. Date cuenta que en la casa se tienen que someter a un horario y una disciplina, que no tienen, estando en libertad.

¿Cómo organiza esa “legión” de gente dispuesta a donar su tiempo, tan dispar en edades y situaciones? ¿Qué tipo de “sortilegios” utiliza con ell@s para que cubrir la atención en los nueve meses restantes?

Es complicado, pero casi todas las personas que somos voluntarias, nos mueve la solidaridad. Sólo hace falta un poco de aliento y ánimo para ponerlas en marcha. Gracias a Dios tenemos personas muy válidas y con muchos valores que es lo que hace que el cuerpo se ponga en funcionamiento. Siempre digo que si funciona el corazón, el cuerpo se pone en marcha sin más. El éxito es de todas estas personas: nosotros no podríamos hacer nada en la casa de acogida si no fuera por los voluntarios.

Aparte de la implicación de las personas, usted subraya que las columnas del “éxito” son “hacer equipo y formar” a los voluntari@s.

En efecto, lo que yo siempre he tratado es de hacer equipo, grupos de gente que sean amigos, que cuando salgan de allí se tomen un café, se llamen; en definitiva, se organicen con el fin de que sean un equipo sólido y que nadie sea imprescindible. Que todos hagan todo tipo de trabajos en la casa, pues si alguien falta algún día cualquiera puede cubrirla y no se note su ausencia. Así es como funciona la casa perfectamente. Los grupos se llevan fenomenalmente entre sí, son una piña, y el funcionamiento de la casa está organizado y todo marcha bien, porque todos implican su corazón y su mente.

¿Cree que hay gente -joven y mayores- que quiere dedicar su tiempo a una labor altruista, pero no encuentra el modo de canalizarla? En este sentido, ¿tienen alguna oficina donde acoger a potenciales candidat@s?

Toda persona que quiera dedicar unas horas de felicidad en su vida puede llamarnos al teléfono del Obispado 918882700 y dejar su nombre y teléfono. Después nos pondremos en contacto con él/ella y verá cómo cambia su escala de valores. No solamente, hay que trabajar en la casa, sino que también tenemos que buscar proyectos que nos ayuden a sufragar los gastos que conlleva. A lo largo del año tenemos que hacer muchos eventos que por una cantidad pequeña de dinero, atraiga a la gente para ayudarnos con su solidaridad. Ya estamos trabajando en ello y desde aquí pedimos a la gente que colabore, pues este proyecto saldrá adelante entre todos; no me cabe ninguna duda. Tenemos la suerte de que los alcalaínos son gente muy solidaria y los madrileños, también.

Habrá tenido alguna vez la tentación de tirar la toalla y de dedicarse a su marido, hijos y nietos, ¿qué la impulsa a seguir dedicando su tiempo a labores de la Iglesia?

Es muy difícil tirar la toalla, cuando ves que tu entorno vive cómodamente, gracias a Dios, y sales a la calle y ves gente que no tiene donde dormir ni que comer. Si todo el mundo se implicase alguna vez, no habría tanta diferencia de clases sociales. Alguien tiene que ayudar. Los políticos están en otros temas. Si yo fuera político, me interesaría más que nadie pasara hambre en el mundo que descubrir si hay agua en Marte. Hoy en día si no fuera por las organizaciones religiosas, pocas entidades civiles se preocupan de acoger a los necesitados. Yo creo que la categoría de los pueblos, ciudades, etc. se mide por la cantidad de indigentes que llegan a tener. Si llegas a una ciudad y no ves a un pobre pidiendo, es señal de que esa ciudad funciona; y lo contrario: si llegas a una ciudad y la ves llena de gente pidiendo, significa que algo no marcha bien. Ese es mi pensamiento.