Servicio diario - 11 de marzo de 2016


 

Francisco al concluir el retiro pide ‘descubrir la valentía de soñar’
Sergio Mora | 11/03/16

(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- Descubrir la valentía de soñar, como tuvieron los santos del porte de Francisco Javier, que durante toda la vida cultivó el sueño de llegar a China para predicar. Esta fue la recomendación del papa Francisco al concluir los ejercicios espirituales a los cuales participó junto a sus colaboradores de la Curia Romana.
Lo hizo durante la mañana de este viernes en la capilla de la casa de retiro de los paulinos, la Casa Divin Maestro, al agradecer al predicador Ermes Ronchi, “por predicar con tanta pasión”, según indicó una noticia publicada en la web del Osservatore Romano.
Antes de dejar el instituto, el Pontífice ha saludado al personal de la casa y a los superiores de la Sociedad San Pablo. Su regreso al Vaticano fue en uno de los tres autobuses acompañado por los demás participantes del retiro.
Estos días de reflexión iniciaron el domingo 6 por la tarde en los ejercicios espirituales “Las preguntas desnudas del Evangelio” y concluyeron con una meditación mariana que se inspiró a la Anunciación, en particular a la pregunta que la Virgen María le planteó al ángel: ¿Cómo se realizará esto? El predicador religioso de los Siervos de María ha recordado estas palabras para presentar la maravilla de una fe que llega a lo cotidiano en la sencillez de una vida tocada por la gracia de Dios.
Al concluir, el padre Ronchi, por indicación del Papa, impartió la bendición con la indulgencia plenaria.






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Tres años con ‘El Papa de la Misericordia’
Rocío Lancho García | 11/03/16

(ZENIT – Roma).- Se cumplen tres años del pontificado del primer papa latinoamericano de la historia. El 12 de marzo de 2013, inició un Cónclave muy particular. Era la primera vez en mucho tiempo, que se celebró uno sin haber celebrado previamente un funeral.
“Fue el primer cónclave en el que las Congregaciones Generales fueron realmente útiles. En otros cónclaves, cuando se sale de un luto no puedes entrar a fondo en los temas. Aquí no había luto y había una situación que daba más libertad a los cardenales. Sabían que después del gesto de Benedicto XVI que había sido muy fuerte, hacía falta algo totalmente diferente. Y lo encontraron”. Así lo explica a ZENIT Javier Martínez-Brocal, periodista español en Roma director de la agencia Rome Reports.
Una de las virtudes de Francisco “es que es un hombre muy libre y no tiene ningún problema en modificar lo que ya no es útil para el ejercicios de su ministerio”, segura.
Martínez-Brocal, que ha publicado recientemente un libro titulado “El Papa de la misericordia”, explica que si el Pontífice tiene que ser pastor de la Iglesia universal, “todo lo que le aleje de esa misión, no sirve para nada”. Así es –precisa– como hay que entender los gestos que marcaron los primeros días de pontificado: cambiar el coche, el color de los zapatos, ir a visitar a un cardenal al hospital, pagar la factura de la residencia donde esta alojado. “Estos gestos dan sensación de normalidad”, explica el periodista.
Del mismo modo precisa que estos gestos “son un ejemplo para los cardenales pero también para todos los católicos”. Al respecto Javier observa que existe un peligro en torno a la figura del Papa: “que se perciba que él habla solo a los cardenales y a la Curia, como si sus gestos fueran hacia los dirigentes o jerarquía católica”. Según el director de Rome Reports lo que el Santo Padre está haciendo es un cambio cultural hacia todos los católicos. Y sus gestos –visitar al enfermo, asumir responsabilidad pagando la factura– van acompañado por una vida de oración y fe muy profunda. Recuerda así, por ejemplo, cómo al día siguiente de ser elegido, un día con una agenda cargada de compromisos, él quiso ir a rezar a la Virgen a Santa María la Mayor.
Y esta reforma cultura se puede observar en las homilías de Santa Marta. El periodista asegura que Francisco sabe que una reforma “burocrática” no se pondrá nunca en práctica si no hay una reforma cultural. El así como el Papa, cada día, partiendo del Evangelio, explica qué es ser cristiano.
Algunos periodistas que cubren día a día la información sobre el Santo Padre y el Vaticano, le acompañan también en el avión durante sus viajes. Esto supone una ocasión para conocer más de cerca al Pontífice y compartir con él grandes recuerdos. Javier reconoce que es un privilegio poder contarlo. Del último viaje recuerda algo que le impresionó de forma especial. Al concluir el encuentro con el patriarca Kirill en Cuba Francisco subió de nuevo al avión con destino México. Ya se podía sentir el cansancio, tras 15 horas de viaje, pero el Papa quiso saludar a los periodistas. “Francisco tenía una cara de alegría con la que no le he visto nunca, los ojos iluminados”. Fue como “cuando una amigo va a contarle a los amigos lo contento que está. Venía a compartir, no venía a dar ninguna información”, explica Javier.
En el avión tienen además ocasión de conversar unos instantes con él, incluso de llevarle regalos. En este último viaje, Javier nos cuenta que le mostró una foto de la familia. Francisco le escucha sonriendo, pero en el momento en el que le dijo que uno de ellos tenía una enfermedad, le cambió la cara y apretó su mano contra la fotografía y rezó. “Te das cuenta de que el Papa te está escuchando y que sintoniza totalmente con lo que le estás diciendo”, asegura. Y le interesa sobre todo –añade– cuando le cuentas cosas de personas concretas.
Martínez-Brocal asegura que es un Papa muy valiente que no tiene miedo a afrontar los problemas de su tiempo y que tiene una humanidad tan grande, que su hacer las cosas está dirigido al ayudar a los demás. Su política no es “voy a ayudar a la Iglesia católica sino voy a ayudar a las personas”. Esto es lo que hacía Jesucristo y es lo que le da credibilidad.
Lo que a Javier le impresiona más del Papa es cómo ha conseguido cambiar el tono de nuestro tiempo sin hacer “nada”. No hay que tomar grandes decisiones, bastan gestos pequeños para cambiar las cosas. Lo histórico de Francisco –precisa– es que “ha cambiado la Iglesia” y su tiempo con una “revolución tranquila”. El Papa va “más allá de la etiqueta de la gente”.
Esta “revolución tranquila” que ha llevado a cabo a través de los gestos, las caricias, los abrazos es lo que se refleja en su libro.
“Me di cuenta que hay muchos libros biográfico o interpretativos del Papa. Pero yo todavía no había encontrado un libro que contara lo que estamos viviendo: los gestos, las llamadas telefónicas, los actos. Estas anécdotas que están marcado este pontificado”. El día a día se estaba perdiendo y Javier creyó que este tesoro no se puede perder.
Además de ser el Papa que intervino en la reconciliación de Estados Unidos y Cuba, lo que hace llorar y emociona de este Papa son los pequeños cotidianos, que se estaban perdiendo. Esto es lo que cuenta en su libro, y “casi sin darme cuenta” ha salido un retrato del corazón del Papa. Se puede ver lo que Francisco tiene en el corazón y eso ayuda a entender lo que está haciendo.
Va a ser un Papa de más sorpresas, concluye Javier. Bajo su punto de vista, Francisco seguramente va a seguir insistiendo en el ver a las personas en toda su dignidad, y no como instrumentos. Seguirá hablando de la honradez en los pequeños gestos cotidianos. Y probablemente siga mostrando su preocupación por la “globalización de la indiferencia”.
Clicar aquí para saber más sobre el libro editado en español





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‘Lo contrario del amor no es el odio, sino la indiferencia’
Rocío Lancho García | 11/03/16

(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El amor de Dios por el hombre enciende el corazón y abre los ojos. Esta es la idea principal de la novena meditación del padre Ermes Ronchi, predicador de los ejercicios espirituales al papa Francisco y a la Curia Romana en el retiro espiritual. Lo contrario del amor no es el odio, sino la indiferencia; debemos volver a enamorarnos.
Entre Pascua y Pentecostés, Jesús se manifestó de nuevo a los discípulos en el lago de Tiberíades en un noche “sin estrellas”, “amarga”, hasta “el alba”. Y así, la meditación partió de esta escena, con la pregunta de amor dirigida tres veces por el Señor para acercarse cada vez más a Simón. El padre Rochi subrayó el dinamismo del amor de Dios por el hombre, que transforma todo y lleva a la santidad.
“La santidad no consiste en la ausencia de pecados, en un campo sin malas hierbas, sino que está en una pasión renovada, está en el renovar ahora mi pasión por Cristo y por el Evangelio, ahora”, indicó. Al mismo tiempo explicó que el amor de Dios enciende de nuevo “los corazones” y “la pasión”. La santidad –añadió– no es una pasión apagada, sino una pasión convertida. Cuando hay amor no te puedes equivocar, es evidente, indiscutible. Y Dios que “ama al hombre” que “colma las pobrezas”, no busca en él “la perfección” sino “la autenticidad”.
El predicador recordó a los presentes que “no estamos en el mundo para ser inmaculados, sino para encaminarnos”. Asimismo, aseguró que Jesús es mendicante de amor, mendicante sin pretensiones, que conoce la pobreza de cada uno. La fe –precisó– tiene tres pasos: necesito, me fío, encomiendo.
El padre Ronchi observó que “creer es necesitar amor, fiarse y fundarse sobre esto, como forma de Dios, como forma del hombre, como forma del mundo, del futuro, del vivir. Fiarse es fundar la vida sobre esta hipótesis: que más amor está bien, menos amor está mal”. En contraste con lo que el mundo proclama: más dinero está bien, menos dinero está mal. “Pero cada creyente es un creyente en el amor: es decir un reanimador de uniones, un despertador de uniones, que ayuda a los hombres a encontrar de nuevo confianza en el amor. Nosotros hemos creído en el Amor”, explicó el predicador.
También indicó que “creer es tener una historia con Dios”, “caminar en el amor con una persona”, y la salvación está en la certeza de que es Él a quien debemos “amar”.
Al respecto, el padre Ronchi explicó que la crisis de fe hoy en el mundo de Occidente comienza precisamente así, con la crisis del acto humano de creer. “Porque no se cree en el amor”.
El predicador concluyó su meditación asegurando que “lo contrario del amor no es el odio, sino la indiferencia que es savia vital que alimenta todo mal, la savia secreta del pecado. La indiferencia por la que el otro no existe para tí, no cuenta, no vale, no es nada”.
Por eso, exhortó a volver a “enamorarnos”. Amar a Dios “con todo nuestro ser, cuerpo y alma”. Deja de amar como sometido, dejar de amar como esclavo. “Se debe volver a amar a Dios como enamorados. Entonces sí que la vida y la fe se llenan de sonrisas”.





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‘María recuerda que la fe o es alegre confianza o no es’
Rocío Lancho García | 11/03/16

(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- Dios está siempre cerca del hombre, de una proximidad “doméstica”, junto a sus necesidades cotidianas. Esta es la experiencia de María en sus 30 años en Nazaret, “sin clamores” ni “visiones”. Así lo ha recordado el padre Ermes Ronchi, en la última meditación este viernes por la mañana, en los ejercicios espirituales del papa Francisco y la Curia Romana, que han tenido lugar en Ariccia desde el pasado domingo hasta hoy. Esta última predicación se ha centrado en la pasaje evangélico de la Anunciación.
“Un día cualquiera, en un lugar cualquiera, una joven mujer cualquiera”. La escena de un evento “colosal”, el ángel que visita a María en Nazaret, sucede en un contexto de absoluta normalidad. Porque “la sencillez es la cifra de Dios”.
El predicador indicó que “el primer anuncio de gracia del Evangelio se entrega en la normalidad de una casa”, es decir, el lugar donde todos somos uno mismo. Es allí donde “Dios te toca”.
Y recordó que miramos a María precisamente “para tratar de reparar la ruptura más dramática de nuestra fe”: el “Dios de la religión” que “se ha separado del Dios de la vida”. La mujer de Nazaret –prosiguió el padre Ronchi– como mujer de casa, nos lanza un desafío enorme: pasar de una espiritualidad que se funda en la lógica de lo extraordinario a una mística de la cotidiano.
Y en “este cotidiano” el sentimiento prevalente es “la alegría”. Lo son las primeras palabras de la Anunciación, “alégrate”. Porque cuando Dios se acerca “trae una promesa de felicidad”.
El predicador recordó que “a nosotros, que estamos envueltos por gravedad y pesadez, envueltos también de responsabilidad, María nos recuerda que la fe o es alegre confianza o no es”. María entra en escena como “una profecía de felicidad para nuestra vida, como una bendición de esperanza, consuelo, que baja a nuestro mal de vivir, a la soledad vivida, a la ternura negada, a la violencia que nos amenaza pero que no vencerá”. Y María entra en escena “como una mujer que cree en el amor”.
Tal y como recordó el padre Ronchi, según el evangelista Lucas la Anunciación se hace a María, según Mateo a José. “Pero si superponemos los dos Evangelios vemos con alegría que el anuncio se hace a la pareja, al esposo y a la esposa juntos, al justo y a la virgen enamorados”, observó.
Al respecto, añadió que Dios está trabajando en nuestras relaciones, habla dentro de las familias, dentro de nuestras casas, en el diálogo, en el drama, en la crisis, en las dudas, en los impulsos.
Dios –precisó– no roba espacio a la familia, no invade, no hiere, no sustrae, busca un sí plural, que se convierte en creativo porque es la suma de dos corazones, la suma de muchos sueños y muchísimo trabajo paciente.
María pregunta a Dios cómo podrá ser. “Tener perplejidad, hacer preguntas es una forma de estar delante del Señor con toda la dignidad humana”, precisó el predicador. “Acepto el misterio, pero al mismo tiempo uso toda mi inteligencia. Digo cuáles son mis caminos y después acepto camino más allá de mí”, reconoció el padre Ronchi.
Para concluir la última predicación de los ejercicios espirituales, aseveró que “sin el cuerpo de María el Evangelio pierde cuerpo. Y todos los cristianos “estamos llamados a ser madre de Dios, porque Dios siempre necesita venir al mundo”.






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El Ayuntamiento de Córdoba no puede inscribir a su nombre la Catedral, según la Asesoría Jurídica
Iván de Vargas | 11/03/16

(ZENIT – Madrid).- La titular de la Asesoría Jurídica del Ayuntamiento, Mercedes Mayo, ha emitido este jueves un informe en el que afirma que “el Ayuntamiento de Córdoba no tiene posibilidad legal alguna de inscribir a su nombre la Mezquita-Catedral”.
En su escrito, Mayo recuerda que “dicho inmueble ya está inmatriculado a nombre de la Iglesia Católica con el título de Santa Iglesia Catedral en el Registro de la Propiedad”. El pronunciamiento de la titular de la Asesoría Jurídica se debe a la petición de un grupo de personas que presentaron hace unas semanas una iniciativa en el Registro del Ayuntamiento de Córdoba para que este iniciara el procedimiento de inmatriculación del templo.
El documento de la Asesoría Jurídica, fechado el 10 de marzo, se ha conocido un día después de que el Ayuntamiento de Córdoba difundiera el informe del secretario general del Pleno, Valeriano Lavela, que asegura que la Iglesia no puede ser propietaria de la llamada Mezquita-Catedral pese a los 775 años continuados de posesión porque solo se le facilitaron poderes de custodia, conservación, administración y usos litúrgicos.
En el documento realizado a propuesta de la Alcaldía, Lavela afirma que el principal templo de la diócesis cordobesa es “supradominio público” y que pertenece, por igual, a todos los ciudadanos del mundo independientemente de su nacionalidad, raza o religión. Según esta particular versión, todos los seres humanos de cualquier tiempo son los únicos titulares de la Catedral de Córdoba.
El informe del secretario general del Pleno también señala que cualquier institución, de cualquier parte del mundo, cualquier entidad ciudadana e incluso cualquier persona física puede dirigirse a los juzgados para realizar una acción declarativa de dominio al calificar de “inexacta” la inmatriculación del templo y proceder a su cancelación.
En ese sentido, Lavela considera que el Consistorio está legitimado para proceder en cualquier momento a acudir a los tribunales. Para ello, estima que el Pleno, escuchada la Asesoría Jurídica, puede entender que han sido lesionados los “legítimos intereses municipales”.
La propiedad de la Catedral de Santa María de Córdoba, declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1984, ha sido objeto de polémicas interesadas en los últimos meses. A finales de 2013 un grupo de ciudadanos crearon una plataforma cívica para exigir que la titularidad y la gestión de la Catedral de Córdoba pasaran a manos públicas. Además, el Gobierno regional pidió un informe que le indique si es competente para pedir su gestión o la titularidad del templo.
Así, ante los diferentes intentos de confundir a la opinión pública, el Cabildo ha explicado reiteradamente que toda la legislación española, la legislación europea y el Derecho Internacional reconocen y amparan que el legítimo dueño del templo es, desde 1236, la Iglesia Católica, tal y como se recoge en numerosos documentos jurídicos e históricos.





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La causa de canonización del cardenal argentino Pironio concluye la fase diocesana
Sergio Mora | 11/03/16

(ZENIT – Roma). – Siete cajas azules de grandes dimensiones con la documentación sobre el cardenal argentino Eduardo Pironio, fueron lacradas este 11 de marzo ante el notario Marcello Terramani en la sede del Vicariato romano, para ser enviadas a la Congregación para las Causas de los Santos.
La documentación recogida en el proceso diocesano con los testimonios, escritos y documentación sobre la vida, virtudes y fama de santidad del cardenal Pironio en realidad es más grande. “En total son 17 cajas, una enorme documentación, que deberá ser estudiada” indicó el cardenal vicario de Roma, Agostino Vallini. El purpurado fue el encargado de presidir el acto este viernes por la mañana, en la Sala de la Conciliación, acompañado por el juez delegado, monseñor Oder y otros testimonios.
Estaba también presente el cardenal Leonardo Sandri, y el secretario general de la Conferencia Episcopal Argentina, Carlos Humberto Malfa, entre el numeroso público presente.
El cardenal vicario Vallini recordó algunos momentos de la vida del Siervo de Dios, partiendo del hecho que sus padres tuvieron 22 hijos, a pesar de que a la madre le habían aconsejado no tener más después del primer parto.
El postulador de la causa de Pironio es el padre Tamburrini. Ahora se nombrará a un relator que elaborará la ‘Positio’, un volumen en el que se incluyen los principales testimonios y aspectos de la vida, virtudes y escritos del Siervo de Dios.
A continuación será la Comisión de Teólogos la que dará un informe sobre la heroicidad o menos de las virtudes del candidato. Si el informe es positivo, la Congregación para las Causas de los Santos lo presenta al Papa, que dicta el decreto de heroicidad de virtudes. Si se confirma un milagro por intercesión del Siervo de Dios, podrá ser beatificado, y con un segundo milagro podrá ser canonizado.
El proceso de beatificación del cardenal Pironio, fallecido en 1998, fue impulsado por la Conferencia Episcopal Argentina durante la Asamblea Plenaria de noviembre de 2003, donde se constituyó como el actor principal del proceso. Dos años después, la causa fue introducida en el tribunal eclesiástico del Vicariato de Roma, ya que el juzgado competente es el del lugar de fallecimiento del postulante.
La Conferencia Episcopal del Lazio aceptó la causa y el cardenal Camilo Ruini pidió a la comunidad eclesial noticias sobre la fama de santidad del purpurado argentino.
Tras el ‘nilil obstat’ de la Congregación para las Causas de los Santos se abrió el proceso. El 23 de junio de 2006 se registró la apertura de la fase diocesana del proceso y la constitución de una comisión para determinar el contexto histórico en el cual el cardenal latinoamericano desarrolló su labor.
El Tribunal de la curia arzobispal de Buenos Aires recogió hasta 7 de octubre del 2007, 42 testimonios de sacerdotes, religiosos y religiosas, y laicos de su país y de Colombia, entre los cuales está la del cardenal Jorge Bergoglio.





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El Santo Padre designa a un nuevo obispo para la diócesis venezolana de San Felipe
Sergio Mora | 11/03/16

El santo padre Francisco ha aceptado la renuncia de monseñor Nelson Antonio Martínez Rust, al gobierno pastoral de la diócesis venezolana de San Felipe, y ha nombrado para este encargo al padre Víctor Hugo Basabe, del clero de la diócesis de El Vigía, hasta ahora secretario general de la Conferencia Episcopal de Venezuela.
Lo indicó este viernes la Oficina de prensa de la Santa Sede, precisando que el obispo Nelson Martínez Rust presentó su renuncia de acuerdo al canon 401 § 2 del Código de derecho canónico, es decir por enfermedad u otra causa grave.
El sacerdote Víctor Hugo Basabe nació en Bobures, diócesis de El Vigía – San Carlos del Zulia, el 17 de diciembre de 1961. Antes de ingresar en el seminario realizó estudios de jurisprudencia y ejercitó la profesión de abogado. Completó la formación sacerdotal en el Seminario Mayor Juan Pablo II de Barquisimeto y el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum de Roma.
Obtuvo la licenciatura en Derecho canónico en la Pontifica Universidad Lateranense de Roma. Su ordenación sacerdotal fue el 19 de agosto de 2000, encardinándose en la diócesis de El Vigía – San Carlos del Zulia.
Ocupó sucesivamente los siguientes encargos: vicario parroquial de la catedral de El Vigía; canciller de la Curia diocesana; moderador de la curia diocesana; párroco Nuestra Señora del Carmen; párroco de San Pedro Apóstol; párroco de Santa Bárbara, subsecretario de la Conferencia Episcopal de Venezuela y desde el 2015 secretario general de la Conferencia Episcopal de Venezuela.





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París acoge este sábado el I Foro Europeo por la Vida
Iván de Vargas | 11/03/16

(ZENIT – Madrid).- La Federación One of Us ha organizado el I Foro Europeo por la Vida que tendrá lugar este sábado en París y que reunirá a más de 1.300 delegados de organizaciones defensoras de la vida y de la dignidad humana de todo el continente.
El primer Foro de One of Us tiene como objetivo “analizar la encrucijada en la que se encuentran las personas que intentan velar por el respeto a la dignidad de cada ser humano, desde su concepción hasta su muerte natural”, según ha explicado recientemente la organización en un comunicado.
También se pondrán de manifiesto “las amenazas contra los más débiles que realiza la industria del aborto, como la venta de órganos y tejidos por parte de la compañía estadounidense Planned Parenthood, la trata de niños a través de la maternidad subrogada o la deriva hacia la eutanasia de personas mayores y discapacitadas”, han añadido los promotores de la iniciativa. Por lo tanto, “se abordará la realidad europea acerca de estas cuestiones y los riesgos ante los que se encuentra nuestra sociedad”.
El presidente de One of Us, Jaime Mayor Oreja, ha reiterado que “este primer Foro Europeo por la vida organizado por la primera Federación de organizaciones europeas pro vida, la Federación One of Us, reunirá en París a miles de personas con un objetivo común, la defensa de la dignidad del ser humano desde su concepción a su fin natural”.
Además, en el marco de este encuentro tendrá lugar la Gala en la que se hará entrega del I Premio Europeo One of Us en defensa de la Vida, al cual están nominados: Andrea Bocelli, Pattaramon Chanbua, María Wagner, Shinya Yamanaka y Viviane Lambert.
“Este premio es un no a la resignación frente a la actual situación legislativa y política de la vida en Europa. No nos resignamos y queremos reforzar una renovada cultura de la vida. Estamos ante un debate cultural, no religioso, ni de derechas o izquierdas. Está en el ámbito de la razón y de la concepción que tenemos de la persona y su dignidad”, ha apuntado Mayor Oreja.
“Animo a la participación en el I Foro Europeo por la Vida a todas las personas comprometidas con la vida y a aquellas cuya actividad profesional esté relacionada con este ámbito”, ha dicho el dirigente de One Of Us. Desde España, cientos de jóvenes se han registrado para asistir a París con la Fundación +Vida, Fundación REDMADRE y el Foro Español de la Familia.
En su nota, la Federación también ha recordado que aún sigue abierta la petición de firmas dirigida a expertos de los ámbitos de la ciencia, la política y el derecho. Esta petición se puede firmar a través de la página web www.oneofusappeal.eu. Se trata de una invitación a todos los expertos a unirse a la Iniciativa Ciudadana Europa One of Us, apoyada por dos millones de ciudadanos europeos y que pide que se limite las subvenciones de la UE a programas que no impliquen la destrucción de embriones humanos.
Esta Federación Europea en Defensa de la Vida y la Dignidad Humana One of Us está constituida por más de una veintena de entidades que persiguen “el reconocimiento incondicional de la dignidad inherente e inalienable de todo ser humano como fuente de todas las libertades y derechos humanos”. Sus miembros defienden “el desarrollo de una Cultura de la Vida en Europa, a través de la promoción y el apoyo a actividades que impliquen la protección de la vida humana, particularmente en sus estadios más vulnerables de desarrollo (concepción y gestación, infancia, maternidad, enfermedad, ancianidad y final de la vida)”.





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El cardenal Cañizares preside en Valencia una misa por las víctimas del terrorismo
Redaccion | 11/03/16

(ZENIT – Madrid).- El cardenal arzobispo de Valencia, monseñor Antonio Cañizares Llovera, presidirá este viernes a las 18:30 horas una misa por las víctimas del terrorismo que tendrá lugar en la iglesia de Santa Catalina. La eucaristía ha sido organizada con motivo el Día Europeo de las Víctimas de Terrorismo que dedica la Unión Europea al recuerdo de todas las víctimas de ataques terroristas, a sus familias y amigos, y cuya fecha fue elegida coincidiendo con los atentados perpetrados en Madrid el 11 de marzo de 2004 (11-M).
Tras la celebración en Santa Catalina, “a la que está invitada toda la sociedad valenciana, autoridades, víctimas del terrorismo y familiares”, tendrá lugar un minuto de silencio en la plaza de la Reina, a las 19:15 horas, y la posterior lectura de un manifiesto, según ha indicado a la agencia de noticias de la archidiócesis AVAN el delegado en Valencia de la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT), Miguel Ángel Alambiaga.
El último encuentro de oración presidido por el cardenal Cañizares por las víctimas de atentados terroristas se celebró el 21 de noviembre del año pasado tras los atentados de París. En esa ocasión, el acto, convocado por el propio purpurado valenciano, consistió en una vigilia, con misa y exposición del Santísimo, con plegarias específicas por la paz.
Por otro lado, las parroquias madrileñas han hecho sonar sus campanas este viernes para recordar a las víctimas de los atentados terroristas del 11-M. El tañido de las campanas se ha escuchado en la capital de España durante dos minutos a partir de las 9 de la mañana.
En este aniversario de los ataques terroristas en cuatro trenes de la red de Cercanías de Madrid, el arzobispo Carlos Osoro Sierra también ha invitado a los fieles de la diócesis a rezar por las víctimas y sus familias.





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La Iglesia en España celebra este domingo el Día del Seminario
Redaccion | 11/03/16

(ZENIT – Madrid).- La Comisión Episcopal de Seminarios y Universidades de la Conferencia Episcopal Española (CEE) ha editado los materiales para celebrar el Día del Semanario que, en el Año de la Misericordia, lleva por lema, “Enviados a reconciliar”. Esta jornada se celebra el 19 de marzo, día de san José, y en las diócesis en las que no se celebra esta festividad, el domingo más cercano. En esta ocasión, la celebración se adelanta al 13 de marzo para que no coincida con el domingo de Ramos, que es el domingo más próximo.
El obispo presidente de la Comisión, monseñor Joan Enric Vives, ha explicado que en este año Jubilar de la Misericordia, “la Iglesia nos transmite el amor de Dios y su perdón, y lo hace especialmente por medio de sus sacerdotes. Ellos son los brazos que sostienen, el corazón que late, el abrazo que reconcilia y abre al encuentro con Dios. Ellos son la voz de la Palabra, para que todos conozcan cuánto se les ama y acoge por parte de Dios. El sacramento del perdón es un encuentro maravilloso, entre Dios, que nos quiere perdonar, y nosotros que, arrepentidos, volvemos a Él. Y los sacerdotes son el abrazo del Padre para todos”.
El Día del Seminario se viene celebrando desde el año 1935 con un mismo objetivo: suscitar vocaciones sacerdotales mediante la sensibilización, dirigida a toda la sociedad, y en particular a las comunidades cristianas.
Las ordenaciones sacerdotales son el fruto del Seminario. En esta línea, cabe destacar que el número de sacerdotes ordenados el año pasado ha experimentado una fuerte subida si lo comparamos con el precedente. Un 28 por ciento o lo que es lo mismo, 150 nuevos sacerdotes frente a los 117 de 2014. La cifra es la más alta de los últimos cinco años.
En España hay 1.203 seminaristas menores, en edades adolescentes, y 1.300 seminaristas mayores que durante el curso 2015-2016 estudian filosofía y teología. Estos datos se han hecho públicos coincidiendo con la celebración del Día del Seminario.





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Padre Cantalamessa: ‘Enamorarse es el acto más radical de humildad’
Rocío Lancho García | 11/03/16

(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El padre Raniero Cantalamessa ha dedicado su Cuarta predicación de Cuaresma a reflexionar sobre el matrimonio y la familia en la “Gaudium et spes” y hoy.
De este modo, el predicador de la Casa Pontificia recuerda que “el libro del Génesis tiene dos historias distintas de la creación de la primera pareja humana, que se remontan a dos tradiciones diferentes: la jahwista (siglo X a.C.) y la más reciente (siglo VI. a.C.) llamada “sacerdotal”. En la tradición sacerdotal (Gen 1, 26-28) el hombre y la mujer son creados simultáneamente, no uno del otro. El fin primario de la unión entre el hombre y la mujer es visto en el ser fecundos y llenar la tierra. Mientras que en la tradición jahwista (Gen 2, 18-25), la mujer sale del hombre; la creación de dos sexos es vista como remedio a una petición. Más que el factor procreativo, se acentúa el factor unitivo.
“El matrimonio nace en el signo de la humildad; es reconocimiento de dependencia y por tanto de la propia condición de criatura”, asegura. Enamorarse de una mujer o de un hombre es hacer el acto más radical de humildad. Es un hacerse mendicante y decir al otro: “Yo no me basto por mí mismo, necesito de tu ser”.
También observa que el Antiguo Testamento considera el matrimonio como una estructura de autoridad de tipo patriarcal, destinada principalmente a la perpetuación del clan. “El ideal de una comunión de vida entre el hombre y la mujer, fundada sobre una relación personal y recíproca, no es olvidada, pero pasa a un segundo plano respecto al bien de la prole”. Al respecto señala que un rol importante, en el mantener vivo el proyecto inicial de Dios sobre el matrimonio, lo desempeñaron los profetas, en particular Oseas, Isaías, Jeremías y el Cantar de los cantares.
Asimismo recuerda que Jesús, con las palabras “lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre”, afirma que hay una intervención directa de Dios en cada unión matrimonial.
El predicador asegura que es necesario aplicar el método del Concilio, el diálogo, en la discusión de los problemas del matrimonio y de la familia. A propósito precisa que “la crítica al modelo tradicional de matrimonio y de familia que ha conducido a las actuales, inaceptables, propuestas del deconstructivismo, comenzó con la Ilustración y el Romanticismo”.
Además, advierte que “una de las equivocaciones más grandes que hacemos a Dios es terminar haciendo de todo lo relacionado con el amor y la sexualidad un ámbito saturado de malicia, donde Dios no debe entrar y sobra”.
Otra instancia “que podemos hacer nuestra” es la igual dignidad de la mujer en el matrimonio. El predicador Cantalamessa señala que está en el corazón mismo del proyecto originario de Dios y del pensamiento de Cristo, pero a lo largo de los siglos ha sido desatendida a menudo.
En esta línea, advierte que la llamada “Gender revolution” ha llevado a propuestas desquiciadas, como la de abolir la distinción de sexos y sustituirla con la más elástica y subjetiva distinción de “géneros” (masculino, femenino, variable), o la de liberar a la mujer de la “esclavitud de la maternidad” proveyendo de otros modos, inventados por el hombre, al nacimiento de hijos.
Haciendo referencia a las noticias de los últimos meses sobre hombres que pronto se podrán quedar embarazados y dar a luz a un hijo, el padre Cantalamessa observa que la elección del diálogo y de la autocrítica “nos da derecho a denunciar estos proyectos como “inhumanos”, o sea, contrarios no solo a la voluntad de Dios, sino también al bien de la humanidad”.
Por otro lado, asegura que no menos importante que la tarea de defender el ideal bíblico del matrimonio y de la familia es para los cristianos la tarea de redescubrirlo y vivirlo en plenitud.
De este modo, el predicador de la Casa Pontificia explica que dos personas que se aman -y el caso del hombre y la mujer en el matrimonio es el más fuerte- reproducen algo de lo que ocurre en la Trinidad. Marido y mujer –precisa– son en efecto una carne sola, un solo corazón, una sola alma, aún en la diversidad de sexo y de personalidad. “En la pareja se reconcilian entre sí unidad y diversidad”, asegura.
El padre Cantalamessa explica que en el testimonio de algunas parejas “que han tenido la experiencia renovadora del Espíritu Santo” y “viven la vida cristiana carismáticamente” se encuentra algo de aquel significado original del acto conyugal (que los esposos hacen de sí mismos, uno al otro y el Espíritu Santo es, en la Trinidad, el “don” o mejor el “donarse” recíproco del Padre y del Hijo, no un acto pasajero sino un estado permanente. Donde llega el Espíritu Santo, nace o renace, la capacidad de volverse don. Es así que opera la “gracia de estado” en el matrimonio.
Del mismo modo, indica a los presentes que “si nosotros los consagrados no vivimos la realidad del matrimonio”, “debemos conocerla para ayudar a quienes viven en esa”. En la comunidad cristiana –afirma el padre Raniero– consagrados y casados pueden “edificarse” mutuamente.





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Matrimonio y familia en la “Gaudium et spes” y hoy
Redaccion | 11/03/16

(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- Publicamos a continuación el texto completo de la IV predicación de Cuaresma del padre Raniero Cantalamessa.
Dedico esta meditación a una reflexión espiritual sobre la Gaudium et spes, la constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo. De los varios problemas de la sociedad tratados en este texto conciliar -cultura, economía, justicia social, paz-, el más actual y problemático es el relativo a matrimonio y familia. A esto la Iglesia ha dedicado los dos últimos sínodos de los obispos. La mayoría de nosotros aquí presentes no vivimos directamente este estado de vida, pero todos debemos conocer los problemas, para entender y ayudar a la gran mayoría del pueblo de Dios que vive en el matrimonio, hoy especialmente al centro de los ataques y amenazas por todas partes.
La Gaudium et spes trata en profundidad de la familia al inicio de la Segunda Parte (nrr. 46-53). No viene al caso citar sus afirmaciones, porque no es más que la doctrina católica tradicional que todos conocemos, a parte del relevo dado al mutuo amor entre los cónyuges, reconocido ya abiertamente como un bien, también primario, del matrimonio, junto a la procreación.
A propósito de matrimonio y familia, la Gaudium et spes, según su buen conocido procedimiento, destaca primero las conquistas positivas del mundo moderno (“las alegría y las esperanzas”), y en segundo lugar los problemas y los peligros (“las tristezas y las angustias”). Yo me propongo seguir el mismo método, pero teniendo en cuenta los cambios dramáticos sucedidos, en este campo, en el medio siglo que ha pasado desde entonces. Llamaré velozmente la atención sobre el proyecto de Dios sobre matrimonio y familia, porque es siempre desde este que nosotros creyentes debemos partir, para después ver qué puede aportar la revelación bíblica a la solución de los problemas actuales. Me abstengo deliberadamente de tocar algunos problemas particulares discutidos en el sínodo de los obispos, sobre los cuáles solo el Papa ya tiene el derecho de decir todavía una palabra.
1. Matrimonio y familia en el proyecto divino y en el Evangelio de Cristo
El libro del Génesis tiene dos historias distintas de la creación de la primera pareja humana, que se remontan a dos tradiciones diferentes: la jahwista (siglo X a.C.) y la más reciente (siglo VI. a.C.) llamada “sacerdotal”. En la tradición sacerdotal (Gen 1, 26-28) el hombre y la mujer son creados simultáneamente, no uno del otro; se pone en relación el ser masculino y femenino con el ser a imagen de Dios: “Dios creó al hombre a su imagen; a imagen de Dios lo creó, hombre y mujer los creó”. El fin primario de la unión entre el hombre y la mujer es visto en el ser fecundos y llenar la tierra.
En la tradición jahwista que es más antigua (Gen 2, 18-25), la mujer sale del hombre; la creación de dos sexos es vista como remedio a una petición (“No está bien que el hombre esté solo; le quiero dar una ayuda que sea parecido”); más que el factor procreativo, se acentúa el factor unitivo (“el hombre se unirá a su mujer y los dos serán una sola carne”); cada uno es libre frente a la propia sexualidad y a la del otro: “Entonces los dos estaban desnudos, el hombre y su mujer, pero no sentían vergüenza”.
La explicación más convincente del porqué de esta “invención” divina de la distinción de los sexos la he encontrado no en un exegeta; sino en un poeta, Paul Claudel:
“El hombre es un ser orgulloso; no había otro modo de hacerle comprender al prójimo que introduciéndolo en su carne. No había otro medio de hacerle entender la dependencia y la necesidad, más que mediante la ley de otro ser diferente [la mujer] sobre él, debida al sencillo hecho de que existe” [1].
Abrirse al otro sexo es el primer paso para abrirse al otro que es el prójimo, hasta el Otro con la letra mayúscula que es Dios. El matrimonio nace en el signo de la humildad; es reconocimiento de dependencia y por tanto de la propia condición de criatura. Enamorarse de una mujer o de un hombre es hacer el acto más radical de humildad. Es un hacerse mendicante y decir al otro: “Yo no me basto por mí mismo, necesito de tu ser”.
Si, como pensaba Schleiermacher, la esencia de la religión consiste en el “sentimiento de dependencia” (Abhaengigheitsgefühl) frente a Dios, entonces, podemos decir que la sexualidad humana es la primera escuela de religión. Hasta aquí el proyecto de Dios.
No se explica el resto de la Biblia si, junto con la historia de la creación, no se tiene en cuenta también el de la caída, sobre todo lo que se le dice a la mujer: “Tantas haré tus fatigas cuantos sean tus embarazos: con dolor parirás los hijos. Hacia tu marido irá tu apetencia, y él te dominará” (Gen 3,16). El predominio del hombre sobre la mujer forma parte del pecado del hombre, no del proyecto de Dios; con esas palabra Dios lo preanuncia, no lo aprueba.
La Biblia es un libro divino – humano no solo porque tiene por autores a Dios y al hombre, sino también porque describe, mezclados entre sí, la fidelidad de Dios y la infidelidad del hombre. Esto es particularmente evidente cuando se compara el proyecto de Dios sobre el matrimonio y la familia con su actuación práctica en la historia del pueblo elegido. Para permanecer en el libro del Génesis, ya el hijo de Caín, Lámek, viola la ley de la monogamia tomando dos mujeres. Noé con su familia aparece una excepción en medio de la corrupción general de su tiempo. Los patriarcas Abrahán y Jacob tiene hijos de varias mujeres. Moisés sanciona la práctica del divorcio; David y Salomón mantienen un verdadero harem de mujeres.
Más que en las particulares transgresiones prácticas, el desapego del ideal inicial es visible en la concepción de fondo que se tiene del matrimonio en Israel. El oscurecimiento principal tiene que ver con dos puntos cardinales. El primero es que el matrimonio, de fin, se convierte en medio. El Antiguo Testamento, en su conjunto, considera el matrimonio como una estructura de autoridad de tipo patriarcal, destinada principalmente a la perpetuación del clan. En este sentido se entienden las instituciones del levirato (Dt 25, 5-10), del concubinato (Gen 16) y de la poligamia provisoria. El ideal de una comunión de vida entre el hombre y la mujer, fundada sobre una relación personal y recíproca, no es olvidada, pero pasa a un segundo plano respecto al bien de la prole. El segundo oscurecimiento grave tiene que ver con la condición de la mujer: de compañera del hombre, dotada de igual dignidad, esta aparece cada vez más subordinada al hombre y en función del hombre.
Un rol importante, en el mantener vivo el proyecto inicial de Dios sobre el matrimonio, lo desempeñaron los profetas, en particular Oseas, Isaías, Jeremías y el Cantar de los cantares. Asumiendo la unión del hombre y de la mujer como símbolo de la alianza entre Dios y su pueblo, en consecuencia, estos volvían a poner en primer plano los valores del amor mutuo, de la fidelidad y de la indisolubilidad que caracterizan la actitud de Dios hacia Israel.
Jesús, venido a “recapitular” la historia humana, implementa esta recapitulación también a propósito del matrimonio.
“Se acercaron a él algunos fariseos y, para ponerlo a prueba, le dijeron: «¿Es lícito al hombre divorciarse de su mujer por cualquier motivo?». Él respondió: «¿No han leído ustedes que el Creador, desde el principio, los hizo varón y mujer (Gen 1, 27) y dijo: Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre para unirse a su mujer, y los dos no serán sino una sola carne? (Gen 2, 24). De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Que el hombre no separe lo que Dios ha unido” (Mt 19,3-6).
Los adversarios se mueven en el ámbito restringido de la casuística de escuela (si es lícito repudiar a la mujer por cualquier motivo, o si es necesario un motivo específico y serio), Jesús responde llevando el discurso a la raíz, al inicio. En su citación, Jesús se refiere a ambas historias de la institución del matrimonio, toma elementos del uno y del otro, pero de ellos destaca, como se ve, sobre todo el aspecto de comunión de las personas.
El texto siguiente, sobre el problema del divorcio, también se orienta en esta dirección; reafirma, de hecho, la fidelidad e indisolubilidad del vínculo matrimonial por encima del bien mismo de la prole, con el que se habían justificado en el pasado poligamia, levirato y divorcio:
“Le objetaron: Pues ¿por qué Moisés prescribió dar acta de divorcio y repudiarla? Les respondió Jesús: Moisés, teniendo en cuenta la dureza de vuestro corazón, os permitió repudiar a vuestras mujeres; pero al principio no fue así. Ahora bien, os digo que quien repudie a su mujer -no por concubinato- y se case con otra, comete adulterio” (Mt 19, 7-9).
El texto paralelo de Marcos muestra cómo, también en caso de divorcio, hombre y mujer se sitúan, según Jesús, en un plano de absoluta igualdad: “Quien repudie a su mujer y se case con otra, comete adulterio contra aquélla; y si ella repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio”(Mc 10, 11-12).
Con las palabras: “Lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre”, Jesús afirma que hay una intervención directa de Dios en cada unión matrimonial. La elevación del matrimonio a “sacramento”, es decir a un signo de la acción de Dios, no reposa por lo tanto solo en el débil argumento de la presencia de Jesús en las bodas de Caná ni sobre el texto de Efesios que habla del matrimonio como un reflejo de la unión entre Cristo y la Iglesia (cf. Ef 5, 32); empieza, implícitamente, con el Jesús terreno y forma parte también de su conducir las cosas al inicio. Juan Pablo II define el matrimonio “el sacramento más antiguo” [2].
2. Qué nos dice hoy la enseñanza bíblica
Esta es, en resumen, la doctrina de la Biblia, pero no podemos detenernos. “La Escritura, decía san Gregorio Magno, crece con quien la lee” (cum legentibus crescit)[3]; revela implicaciones nuevas a medida que se le plantean cuestiones nuevas. Y hoy, cuestiones o provocaciones nuevas sobre el matrimonio y la familia hay muchas.
Nos hallamos ante una contestación aparentemente global del proyecto bíblico sobre sexualidad, matrimonio y familia. ¿Cómo comportarse frente al fenómeno? El Concilio inauguró un nuevo método, que es de diálogo, no de enfrentamiento con el mundo; un método que no excluye siquiera la autocrítica. Creo que debemos aplicar este método también en la discusión de los problemas del matrimonio y de la familia. Aplicar este método de diálogo significa procurar ver si en el fondo incluso de las contestaciones más radicales existe una instancia positiva que hay que acoger.
La crítica al modelo tradicional de matrimonio y de familia que ha conducido a las actuales, inaceptables, propuestas del deconstructivismo, comenzó con la Ilustración y el Romanticismo. Con intenciones diferentes, estos dos movimientos se expresaron contra el matrimonio tradicional, valorado exclusivamente por sus “fines” objetivos: la prole, la sociedad, la Iglesia, y demasiado poco por sí mismo, en su valor subjetivo e interpersonal. Todo se pedía a los futuros esposos, excepto que se amaran y se eligieran libremente entre sí. Incluso hoy en día, en algunas partes del mundo hay esposos que se conocen y se ven por primera vez el día de su boda. A tal modelo, la Ilustración opuso el matrimonio como pacto entre los cónyuges y el Romanticismo el matrimonio como comunión de amor entre los esposos.
Pero esta crítica se orienta en el sentido originario de la Biblia, ¡no contra ella! El Concilio Vaticano II recibió esta instancia cuando, como decía, reconoció como bien igualmente primario del matrimonio el mutuo amor y la ayuda entre los cónyuges. San Juan Pablo II, en una catequesis de los miércoles, decía:
“El cuerpo humano, con su sexo, y su masculinidad y feminidad, …es no sólo fuente de fecundidad y de procreación, como en todo el orden natural, sino que encierra desde el principio el atributo esponsal, o bien, de expresar el amor: ese amor precisamente en el que el hombre-persona se convierte en don y, mediante este don, realiza el sentido mismo de su ser y existir” [4].
En su encíclica “Deus caritas est”, el papa Benedicto XVI ha escrito cosas profundas y nuevas a propósito del eros en el matrimonio y en las relaciones mismas entre Dios y el hombre. “Esta estrecha relación entre eros y matrimonio que presenta la Biblia no tiene prácticamente paralelo alguno –escribía– en la literatura fuera de ella” [5].
Una de los equivocaciones más grandes que hacemos a Dios es terminar haciendo de todo lo relacionado con el amor y la sexualidad un ámbito saturado de malicia, donde Dios no debe entrar y sobra. Como si Satanás, y no Dios, fuera el creador de los sexos y el especialista en el amor.
Nosotros, los creyentes -y también muchos no creyentes- estamos lejos de aceptar las consecuencias que algunos sacan hoy de estas premisas: por ejemplo, que baste con cualquier tipo de eros para constituir un matrimonio, incluido aquél entre personas del mismo sexo, pero este rechazo adquiere otra fuerza y credibilidad si se une al reconocimiento de la bondad de fondo de la instancia, e igualmente a una sana autocrítica.
No podemos en efecto silenciar la contribución que los cristianos dieron a la formación de aquella visión puramente objetivista del matrimonio contra la cual la cultura occidental moderna se ha lanzado con vehemencia. La autoridad de Agustín, reforzada en este punto por Tomás de Aquino, acabó por arrojar una luz negativa sobre la unión carnal de los cónyuges, considerada el medio de transmisión del pecado original y no privada, ella misma, de pecado “al menos venial”. Según el doctor de Hipona, los cónyuges debían acudir al acto conyugal “con disgusto” (cum dolore) y solo porque no había otro modo de dar ciudadanos al Estado y miembros a la Iglesia [6].
Otra instancia que podemos hacer nuestra es la igual dignidad de la mujer en el matrimonio. Como hemos visto, está en el corazón mismo del proyecto originario de Dios y del pensamiento de Cristo, pero a lo largo de los siglos ha sido desatendida a menudo. La Palabra de Dios a Eva: “Hacia tu marido irá tu apetencia, y él te dominará” tuvo una trágica realización en la historia.
En los representantes de la llamada “Gender revolution”, revolución de los géneros, esta instancia ha llevado a propuestas desquiciadas, como la de abolir la distinción de sexos y sustituirla con la más elástica y subjetiva distinción de “géneros” (masculino, femenino, variable), o la de liberar a la mujer de la “esclavitud de la maternidad” proveyendo de otros modos, inventados por el hombre, al nacimiento de hijos. En los últimos meses hay una sucesión de noticias sobre hombres que pronto se podrán quedar embarazados y dar a luz a un hijo. “Adán da a luz a Eva”, se escribe sonriendo, pero lo que daría es ganas de llorar. Los antiguos habrían definido todo esto con un término: Hybris, la arrogancia humana contra Dios.
Precisamente la elección del diálogo y de la autocrítica nos da derecho a denunciar estos proyectos como “inhumanos”, o sea, contrarios no solo a la voluntad de Dios, sino también al bien de la humanidad. Traducidos a su práctica a gran escala, conducirían a daños humanos y sociales imprevisibles. Nuestra única esperanza es que el sentido común de la gente, unido al “deseo” natural del otro sexo y al instinto de maternidad y de paternidad que Dios ha inscrito en la naturaleza humana, resistan a estos intentos de sustituir a Dios, dictados más por atrasados sentimientos de culpa del hombre, que por un genuino respeto y amor por la mujer.
3. Un ideal que es necesario redescubrir
No menos importante que la tarea de defender el ideal bíblico del matrimonio y de la familia es para los cristianos la tarea de redescubrirlo y vivirlo en plenitud, de manera que se vuelva a proponer al mundo con los hechos, más que con las palabras. Los primeros cristianos, con sus costumbres, cambiaron las leyes del Estado sobre la familia; nosotros no podemos pensar que se haga lo contrario, o sea cambiar las costumbres de la gente con leyes del Estado, aunque como ciudadanos tengamos el deber de contribuir a que el Estado haga leyes justas.
Después de Cristo, nosotros leemos justamente el relato de la creación del hombre y de la mujer a la luz de la revelación de la Trinidad. Bajo esta luz, la frase: “Creó Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios le creó, macho y hembra los creó”, revela por fin su significado, que había sido enigmático e incierto antes de Cristo. ¿Qué relación puede haber entre ser “a imagen de Dios” y ser “macho y hembra?”. El Dios bíblico carece de connotaciones sexuales; no es ni varón ni mujer.
La semejanza consiste en esto. Dios es amor y el amor exige comunión, intercambio interpersonal; requiere que haya un “yo” y un “tú”. No existe amor que no sea amor por alguien; donde no hay más que un sujeto no puede haber amor, sino sólo egoísmo o narcisismo. Allí donde Dios es concebido como Ley o como Potencia absoluta, no hay necesidad de una pluralidad de personas (¡el poder se puede ejercer también solos!). El Dios revelado por Jesucristo, siendo amor, es único y solo, pero no es solitario; es uno y trino. En Él coexisten unidad y distinción: unidad de naturaleza, de voluntad, de intención, y distinción de características y de personas.
Dos personas que se aman -y el caso del hombre y la mujer en el matrimonio es el más fuerte- reproducen algo de lo que ocurre en la Trinidad. Allí dos personas -el Padre y el Hijo-, amándose, producen (“exhalan”) el Espíritu que es el amor que les une. Alguien ha definido el Espíritu Santo como el “Nosotros” divino, esto es, no la “tercera persona de la Trinidad”, sino la primera persona plural [7].
En esto precisamente la pareja humana es imagen de Dios. Marido y mujer son en efecto una carne sola, un solo corazón, una sola alma, aún en la diversidad de sexo y de personalidad. En la pareja se reconcilian entre sí unidad y diversidad. En esta luz se descubre el sentido profundo del mensaje de los profetas acerca del matrimonio humano, que eso es por lo tanto símbolo y reflejo de otro amor, el de Dios por su pueblo. Esto no significaba sobrecargar de un significado místico una realidad puramente mundana. No era cuestión sólo de simbolismo; era más bien revelar el verdadero rostro y el objetivo último de la creación del hombre varón y mujer.
¿Cuál es la causa de la inconclusión y de la insatisfacción que deja la unión sexual, dentro y fuera del matrimonio? ¿Por qué este impulso cae siempre sobre sí mismo y por qué esta promesa de infinito y de eterno resulta siempre decepcionada? A esta frustración se busca un remedio que no hace más que acrecentarla. En lugar de modificar la calidad del acto, se aumenta su cantidad, pasando de un partner a otro. Se llega así al estrago del don de Dios de la sexualidad, en marcha en la cultura y en la sociedad de hoy.
¿Queremos, de una buena vez, como cristianos, buscar una explicación a esta devastadora disfunción? La explicación es que la unión sexual no se vive en el modo y con la intención pretendida por Dios. Este objetivo era que, a través de este éxtasis y fusión de amor, el hombre y la mujer se elevaran al deseo y tuvieran una cierta pregustación del amor infinito; recordaran de dónde venían y a dónde se dirigían.
El pecado, empezando por Adán y Eva bíblicos, ha atravesado este proyecto; ha “profanado” ese gesto, o sea, lo ha despojado de su valor religioso. Ha hecho de él un gesto que es fin en sí mismo, concluso en sí mismo, y por ello “insatisfactorio”. El símbolo ha sido desgajado de la realidad simbolizada, privado de su dinamismo intrínseco y por lo tanto mutilado. Jamás como en este caso se experimenta la verdad del dicho de Agustín: “Nos hiciste Señor para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti”.
Nosotros de hecho, no hemos sido creados para vivir en una eterna relación de pareja, sino para vivir en una eterna relación con Dios, con el Absoluto. Lo descubre incluso el Faust de Goethe, al término de su largo vagar; pensando a su amor por Margarita, al término de su poema exclama: “Todo lo que pasa es solamente una parábola. Solamente aquí [en el cielo] lo inalcanzable se vuelve realidad [8].
En el testimonio de algunas parejas que han tenido la experiencia renovadora del Espíritu Santo y viven la vida cristiana carismáticamente se encuentra algo de aquel significado original del acto conyugal. No hay que asombrarse que sea así. El matrimonio es el sacramento del don recíproco que los esposos hacen de sí mismos, uno al otro y el Espíritu Santo es, en la Trinidad, el “don” o mejor el “donarse” recíproco del Padre y del Hijo, no un acto pasajero sino un estado permanente. Donde llega el Espíritu Santo, nace o renace, la capacidad de volverse don. Es así que opera la “gracia de estado” en el matrimonio.
4 Casados y consagrados en la Iglesia
También si nosotros los consagrados no vivimos la realidad del matrimonio, he dicho al inicio, debemos conocerla para ayudar a quienes viven en esa. Añado ahora un ulterior motivo: ¡tenemos necesidad de conocerla para ser, también nosotros, ayudados por ellos!
Hablando de matrimonio y virginidad el apóstol dice: “Cada uno tiene el propio don (chárisma) de Dios, quien de una manera y quien en otra”. (1 Cor 7, 7); o sea: los casados tienen su carisma y quien no se casa “por el Señor” tiene su carisma.
El carisma -dice el mismo apóstol- es “una manifestación particular del Espíritu, para la utilidad común” (1 Cor 12, 7). Aplicado a la relación entre casados y consagrados en la Iglesia, esto significa que el celibato y la virginidad son también para los casados y que el matrimonio es también para los consagrados, o sea para su ventaja. Tal es la naturaleza intrínseca del carisma aparentemente contradictoria: algo de “particular” (“una manifestación particular del Espíritu”) que entretanto nos sirve a todos (“para la utilidad común”).
En la comunidad cristiana, consagrados y casados pueden “edificarse” mutuamente. Los casados están llamados, por los consagrados, al primado de Dios y de lo que no pasa; son introducidos por el amor por la palabra de Dios que ellos pueden profundizar y “despedazar” para los laicos. Pero también los consagrados aprenden algo de los casados. Aprenden la generosidad, el olvidarse de sí mismos, el servicio a la vida, y con frecuencia una cierta “humanidad” que viene del duro contacto con la realidad de la existencia.
Hablo por experiencia propia. Yo pertenezco a una orden religiosa donde, hasta hace alguna década atrás nos levantábamos de noche para rezar el oficio “Matutino”, que duraba aproximadamente una hora. Después llegó el gran cambio en la vida religiosa, a continuación del Concilio. Pareció que el ritmo de la vida moderna -el estudio para los jóvenes y el ministerio apostólico para los sacerdotes- no consintieran más aquel levantarse nocturno que interrumpía el sueño, y poco a poco esta práctica fue abandonada, a parte de algunos lugares de formación.
Cuando más tarde el Señor me hizo conocer de cerca, en mi ministerio, a varias familias jóvenes, descubrí una cosa que me conmovió positivamente. Estos jóvenes papás y mamás tenían que levantarse no una, sino dos, tres o también más veces durante la noche, para dar de comer, suministrar la medicina, arrullar al niño que llora, o quedarse despierto cuando tiene fiebre. Y por la mañana uno de los dos, o los dos, al mismo horario de siempre corren al trabajo, después de haber llevado al niño o a la niña con los abuelos o al nido o jardín de infantes. Hay una ficha que sellar, con buen tiempo o con mal tiempo, sea con buena que con mala salud.
Entonces me he planteado: ¡si no tenemos cuidado corremos un grave peligro! Nuestro tipo de vida si no es apoyado por una auténtica observancia de la Regla y por un cierto rigor de horarios y costumbres, corre el riesgo de volverse una vida al ‘agua de rosas’ y de llevarnos a la dureza del corazón. Lo que los buenos progenitores son capaces de hacer en favor de sus hijos carnales; el grado de olvido de sí al cual son capaces de llegar para proveer a la salud, estudios y felicidad de ellos, tiene que ser la medida de lo que deberemos hacer nosotros para los hijos o hermanos espirituales. Nos da el ejemplo de esto el apóstol Pablo que decía querer “prodigarse, más aún, consumirse”, en favor de sus hijos de Corinto (cf 2 Cor 12, 15).
Que el Espíritu Santo, dador de carismas, nos ayude a todos nosotros, casados o consagrados, a poner en práctica la exhortación del apóstol Pedro: “Pongan al servicio de los demás los dones que han recibido, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios”, (…) para que Dios sea glorificado en todas las cosas, por Jesucristo. ¡A él sea la gloria y el poder, por los siglos de los siglos! Amén (1Pt 4, 10-11).
[1] P. Claudel, Le soulier de satin, a.III. sc.8 (éd. La Pléiade, II, Parigi 1956, p. 804).
[2]. Giovanni Paolo II, Uomo e donna lo creò. Catechesi sull’amore umano, Roma 1985, p. 365.
[3]. Gregorio Magno, Moralia in Job, 20, 1, 1.
[4]. Giovanni Paolo II, Discorso all’udienza del 16 gennaio 1980 (Insegnamenti di Giovanni Paolo II, Libreria Editrice Vaticana 1980, p. 148).
[5] Benedetto XVI, Enc. Deus caritas est, 11.
[6] Cf. S. Agostino, Discursos, 51, 25 (PL 38, 348).
[7]. Cf. Cf. H. Mühlen , Der Heilige Geist als Person. Ich – Du – Wir, Münster in W., 1963.
[8] W. Goethe, Faust, final parte segunda: „Alles Vergängliche / Ist nur ein Gleichnis; /Das Unzulängliche,/Hier wird’s Ereignis“.





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Paraguay: Nace la devoción a la Virgen María Ama de Casa
Redaccion | 11/03/16

El sábado 5 de marzo, fue entronizada la imagen de la Virgen María Ama de Casa o Nuestra Señora Ama de Casa, antes de una Eucaristía presidida por monseñor Pastor Cuquejo, arzobispo emérito de la arquidiócesis de la Santísima Asunción, en la catedral metropolitana.
Lo precisó esta semana la Conferencia Episcopal Paraguaya en su web, indicando que la iniciativa partió hace tres años de un grupo de mujeres devotas que se reunían, encomendaban sus tareas domésticas y sus familias a la Virgen María y tuvieron la necesidad de contar con la advocación de la Virgen María Ama de casa.
El arzobispo metropolitano, monseñor Edmundo Valenzuela, por petición de este grupo de personas aprobó la advocación y la imagen, que tiene a la Virgen con un niño en brazos, una bolsa llena de productos típicos de Paraguay, un cántaro de agua y está vestida con un traje típico de ñanduti que simboliza a las mujeres amas de casa de Paraguay.
Esta imagen se encuentra ahora a exposición de todos los fieles a la entrada de la catedral metropolitana hasta que el crecimiento de la devoción y la piedad popular permitan su traslado a un futuro oratorio o capilla no definido actualmente, indica el comunicado.
Esta expresión de la religiosidad popular goza de la aprobación eclesiástica desde el momento de su bendición. La misma contará en breve con una oración aprobada. Por todo esto “la arquidiócesis de la Santísima Asunción se congratula e invita a elevar oraciones a Dios por intercesión de la Santísima Virgen María”.





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San Luís Orione – 12 de marzo
Isabel Orellana Vilches | 11/03/16

(ZENIT – Madrid).- Hay personas que pasan por el mundo sembrando tanto bien que el anhelo común de las buenas gentes sería que no desaparecieran jamás. Luís fue una de ellas. Entregado a las necesidades ajenas no hubo nada que pudiera hacer que dejara al azar, lo ignorase o diese prioridad a personales afanes. Por eso, su conmovedora existencia ha dejado una huella imborrable y conquistó la eternidad. «Sufrir, callar, orar, amar, crucificarse y adorar» eran los pilares de su vida. Sus cuatro pasiones: Jesús, la Virgen María, el papa y el género humano redimido por Cristo. La idea de que «solo la caridad salvará al mundo» guió el acontecer de este gran santo, que se calificó a sí mismo como «el peón de la divina Providencia». Pío XII lo denominó «Padre de los pobres e insigne bienhechor de la humanidad dolorida y desamparada», y Juan Pablo II al canonizarlo ensalzó su vida diciendo que fue «una maravillosa y genial expresión de caridad cristiana» al tiempo que lo calificaba como «estratega» de la misma.
Nació en Pontecurone, Italia, el 23 de junio de 1872. Tenía 13 años cuando se abrazó a la vida religiosa ingresando en el convento franciscano de Voghera, Pavía. Pero graves problemas de salud dieron al traste momentáneamente con su sueño. Su destino sería otro. Durante tres años, los que median entre 1886 y 1889, tuvo la gracia de formar parte de los discípulos de Don Bosco en el Oratorio turinés de Valdocco. Y concluida allí su formación, ingresó en el seminario de Tortona. Lo que aprendió en Valdocco, con el testimonio de Don Bosco, dejó en él una huella imborrable. Antes de ser sacerdote ya había puesto en marcha el Oratorio «San Luis», y un colegio en el barrio de San Bernardino. Eran los primeros signos de su impronta apostólica con niños y jóvenes que no tenían recursos económicos.
Fue ordenado en abril de 1895. Ese año fundó la Pequeña Obra de la Divina Providencia. Y en 1899 los Ermitaños de la Divina Providencia, integrada por el grupo de clérigos y sacerdotes que se aglutinaron en torno a él. En 1903 el obispo de Tortona, monseñor Bandi, se apresuró a reconocer canónicamente estas fundaciones que tenían como objeto de su acción los desposeídos, los humildes, los afectados por lesiones físicas y morales, etc., atendidos en sus «Pequeños Cottolengos». Para los enfermos y ancianos, entre otros, Luís puso en marcha hospitales diversos. El admirable plan de vida que se había trazado, basado exclusivamente en el evangelio: «hacer el bien siempre a todos, el mal nunca a nadie», estaba dando sus frutos. Aspiró a tener «un corazón grande y generoso capaz de llegar a todos los dolores y a todas las lágrimas», y lo consiguió.
En 1915 vio la luz otra de sus obras: las Pequeñas Hermanas Misioneras de la Caridad, y creó el primer Cottolengo. Los frutos se multiplicaban. Se había implicado de lleno en la Sociedad de Mutuo Socorro San Marciano y en la Conferencia de San Vicente, y toda acción que lleva a cabo un apóstol redunda en numerosas bendiciones. Surgieron casas en Pavía, Sicilia, Roma… Prestó su ayuda a los damnificados en los terremotos que asolaron las regiones de Reggio, Messina y Marsica. Desempeñó la misión de vicario general de Messina a petición de Pío X, ante quien realizó sus votos perpetuos en 1912. Y entre 1920 y 1927 fundó las Hermanas adoratrices Sacramentinas invidentes, y las Contemplativas de Jesús crucificado.
Este prolífico fundador no fue ajeno a las dificultades histórico-sociales que afectaron a la Iglesia y al mundo en la época que le tocó vivir. Para contrarrestarlas solo cabía la santidad, y así lo dijo: «Tenemos que ser santos, pero no tales que nuestra santidad pertenezca solo al culto de los fieles o quede solo en la Iglesia, sino que trascienda y proyecte sobre la sociedad tanto esplendor de luz, tanta vida de amor a Dios y a los hombres que más que ser santos de la Iglesia seamos santos del pueblo y de la salvación social». Envió misioneros a diversos países de Europa y de América del Sur. Y él mismo viajó por distintos lugares del Cono Sur en 1921. Volvió después, y entre 1934 y 1937 permaneció en esta zona impulsando las fundaciones y asociaciones para laicos, entre las que también se cuentan las «Damas de la Divina Providencia», los «Ex Alumnos» y los «Amigos».
Su edificante existencia fue la de un hombre de oración, devoto de María, sencillo, humilde, intrépido. Un apóstol entregado a Cristo por completo, que viendo su rostro en el sufrimiento de las personas que conoció, hizo todo lo que estuvo en su mano para asistirlas. Un insigne predicador y confesor. Un fundador que gozó de la confianza de la Santa Sede, pero al que no faltaron incomprensiones, oposiciones, dificultades, y sufrimientos a todos los niveles. Su amor al Santo Padre le llevó a incluir un cuarto voto de fidelidad a él. Fue impulsor de dos santuarios. A lo largo de su vida llegó a «ver y sentir a Cristo en el hombre».
Con gran visión se adelantó a los tiempos, fomentando todas las vías de la nueva evangelización. Decía a los suyos: «¿Son tiempos nuevos? Fuera los miedos. No dudemos. Lancémonos en las formas nuevas, en los nuevos métodos… No nos fosilicemos: basta conseguir sembrar, basta poder arar a Jesucristo en la sociedad y fecundarla de Cristo». Estaba claro que quería combatir el inmovilismo y la rutina, enemigos del apóstol. Murió el 12 de marzo de 1940 en la casa de San Remo, exclamando: «¡Jesús! ¡Jesús! Voy». Fue beatificado por Juan Pablo II el 26 de octubre de 1980, quien glosó su existencia recordando que fue: «un hombre tierno y sensible hasta las lágrimas; infatigable y valiente hasta el agotamiento; tenaz y dinámico hasta el heroísmo; afrontando peligros de todo género; iluminando a hombres sin fe; convirtiendo a pecadores; siempre recogido en continua y confiada oración…». Este mismo pontífice lo canonizó el 16 de mayo de 2004.