Tribunas
21/10/2016
Crucifijos y espacio público
Daniel Tirapu
El Papa emérito Benedicto XVI dijo que Dios es desterrado de la vida pública y eso supone acabar con el hombre y convertir la sociedad en un erial. Las propuestas científicas e históricas de sociedad sin Dios han llevado a situaciones muy injustas, a la pérdida de confianza en los demás, a la mentira, a convertir al poder, a la nación, a la política en el lugar de Dios.
No se trata de planteamientos de confesionalidad, sino de respeto a la libertad religiosa, a la historia y a la cultura de lo que llamamos mundo moderno y que está llena de actuaciones de Dios. No hay ayuntamiento o pueblo que no tenga una deuda con alguna advocación de la Virgen, con un Cristo. No hay por qué erradicar la cruz o el crucificado de juzgados, colegios públicos, cementerios.
Chesterton narra la historia de un hombre que pretendía acabar con todas las cruces del mundo: las de iglesias, cementerios, montes, valles, caminos. Pero luego la proyección de los cables eléctricos le parecían cruces y al final extendió sus brazos agotados y el reflejo era el de una cruz. No hay peor cruz que evitar toda cruz.
Y tiene cierta gracia, que las encomiendas civiles o militares que otorga el Estado español se llamen cruces. No quisiera dar ideas a los laiconazos fieros actuales.