Biblia

 

Preguntas difíciles en la Biblia

 

A menudo las preguntas de la Biblia son pretextos para alejar de Dios a las personas a las que se les plantean.

 

 

 

18 ene 2022, 21:00 | Jean-Pierre Rosa, La Croix


 

 

 

 

 

Algunos personajes de la Biblia hacen preguntas engañosas, preguntas diseñadas para hacer caer al hombre. La más conocida es la pregunta que la serpiente hace a Eva: "Y dijo a la mujer: '¿Conque Dios os ha dicho que no comáis de ningún árbol del jardín?'" (Gen 3,2). La mujer, nada tonta y honesta, reprende a la serpiente y restablece la realidad de la prohibición. Pero, ¿por qué la serpiente le tendió esta burda trampa a la mujer? ¿No tenía otra forma de atraparla que predicar lo falso para conocer lo verdadero? En el fondo, la serpiente solo quiere una cosa: establecer contacto. De hecho, en cuanto la mujer responde, se establece el contacto, se inicia el diálogo y la serpiente puede seguir haciendo sus observaciones para conseguir su objetivo... Que consiste precisamente en desviar la atención de la mujer, en hacerla olvidar a Yahvé para que él pueda estar en la luz. Además, nada más comenzar el diálogo, la mujer comete un pequeño error de apreciación: no es el árbol del centro del jardín el que está prohibido, sino el árbol de la ciencia del bien y del mal, cuya ubicación no ha especificado Yahvé. La mirada de la mujer ya está en otra parte, fascinada por este árbol que le tiende sus frutos.

La misma lógica se aplica a la pregunta de los fariseos sobre el impuesto a pagar al César. En los Evangelios, todas las preguntas de los interlocutores de Jesús giran, de un modo u otro, en torno a su identidad. ¿Es un profeta? ¿El tan esperado Mesías? ¿Juan el Bautista? ¿Cuál es su autoridad? ¿De dónde  viene? La pregunta de los fariseos consiste precisamente en desviar la atención de sus oyentes dirigiéndola hacia dos realidades que tienden a ofuscar la mirada espiritual: el dinero y el poder, los impuestos y el César. Podemos entender la furia de Jesús cuando llama hipócritas a sus oyentes. Su intención, como la de la serpiente, no es acercarse a Dios, sino, por el contrario, alejarse de él y de quienes les escuchan.