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La cólera, el cristianismo y el estoicismo

 

El miedo, la ansiedad, la cólera... son emociones negativas para los estoicos. El objetivo de los estoicos no era, pues, eliminar estas emociones, sino minimizarlas. ¿Y en el cristianismo?

 

 

 

24 ene 2022, 21:00 | La Croix


 

 

 

 

 

Jean-François Mertz, sacerdote de la diócesis de Metz, patrólogo, formador en el seminario interdiocesano, párroco.

 

 

Para los filósofos estoicos de la Antigüedad, el ideal del hombre sabio es la apatheia, literalmente la "ausencia de pasiones", que consideraban enfermedades del alma. Esta escuela tuvo una gran influencia en el pensamiento teológico de la Iglesia antigua, de modo que la apatheia se considera a veces como el ideal del santo, especialmente del monje santo: ningún problema debe afectar a su alma y no debe enfadarse con nadie. "El remedio perfecto para esta enfermedad es, en primer lugar, creer que de ninguna manera, ya sea por motivos justos o injustos, es permisible enojarse", escribió Juan Casiano en sus Instituciones Cenobíticas (siglo V).

La única excepción que admiten algunos representantes de esta escuela es que uno puede enfadarse con los demonios o consigo mismo cuando deplora la lentitud de la conversión. San Jerónimo (347-420) ha pasado a la historia como un padre de la Iglesia especialmente irascible. En la Carta 130 denuncia la apatheia como una tentación demoníaca de hacerse igual a Dios; esta doctrina, dice, está en la raíz de la herejía pelagiana que pretende que el hombre puede alcanzar la impecabilidad. "La naturaleza del hombre es enfadarse, y la del cristiano poner fin a su cólera", escribe. Ser cristiano no es impedir que nuestra sensibilidad se agite por la indignación, pues eso es humano; pero sí es poner fin a la propia ira, antes de que la indignación estalle en ira y se convierta en un pecado capital que trae consigo muchos otros pecados.

Acabar con la cólera es también negarse a guardar rencor. En otra carta, Jerónimo insta a su tía Castorina a que ponga fin a una vieja disputa, y cita la autoridad de san Pablo: "Que el sol no se ponga sobre vuestra ira" (Efesios 4,26). La "venganza caritativa", la que sirve a la justicia y a la caridad, ¡no se puede servir fría!