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Debate moral sobre los incendios

 

 

 

19/08/22


 

 

 

 

 

La ola de incendios que asola nuestra geografía en estos días aviva una inquietud, que comparten muchas personas. La Iglesia viene recordando la necesaria protección del medioambiente, la naturaleza, de modo que el hombre se esmere en protegerla.

Probablemente, en pocas cuestiones hay mayor coincidencia, desde cualquier religión o ideología. Sin embargo, no está nada claro que estemos siendo eficaces, valientes y pongamos los medios razonables para proteger la naturaleza, no ver en el hombre un peligro sistemático para la naturaleza, y delimitar un desarrollo sostenible.

La segunda encíclica del Papa Francisco fue la ‘Laudato si’, en 2015. Se centra en el planeta Tierra como lugar en el que viven las personas, defendiendo la naturaleza, la vida animal. Critica el consumismo y el desarrollo irresponsable y pide una acción mundial rápida y unificada. Especifica que se trata de una encíclica que debe integrarse en el Magisterio social de la Iglesia., que no es un discurso “verde” más, “para escuchar tanto el clamor de la tierra como el clamor de los pobres”.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha dicho que la causa de los incendios es el cambio climático. Le están contestando desde toda España que la causa de los incendios está, en su gran mayoría, en la dejadez de los montes y senderos, que en vez de limpiarlos se convierten en un auténtico detonador de incendios ante la menor chispa.

Ayer hubo una tormenta en Valencia. Un rayo quemó provocó un pequeño incendio en una palmera del Paseo de la Alameda, lugar céntrico de la ciudad, sin mayores consecuencias: de haber caído en un monte, tal vez estaríamos ahora ante otro incendio. Si eso sucede en pleno centro de la tercera ciudad de España, hemos de ser rigurosos en el análisis, y no simplificar las causas, porque no parece que un rayo sea consecuencia del cambio climático. De repente, pase lo que pase, se atribuye al cambio climático lo que sea, justificando la inacción y la dejadez ecológica.

La Iglesia ha ido insistiendo en el respeto a la naturaleza, que todos parecemos aceptar en la teoría. Sin embargo, ciertas políticas parecen ver al hombre como un enemigo sistemático de la naturaleza, en vez de buscar la armonización de disfrutar la naturaleza con el respeto. Suenan raras algunas limitaciones horarias, como algo creciente que parece señalar al abuso humano, sospechando sistemáticamente del hombre como enemigo de la naturaleza. Cierta presunción de culpabilidad, que esconde omisiones de una ecología auténtica e integral.

Es cierto que en los pueblos se dice que los incendios se apagan en invierno, limpiando los montes. Hay un abandono, una dejadez manifiesta por parte de los gobernantes – que ni hacen ni dejan hacer a los agricultores y ganaderos -, que es una omisión moral dentro de una ecología en sentido estricto. La dejadez actual de muchos montes tiene una connotación ética evidente, no es una deficiencia  sin más en la gestión.

En vez de asumir responsabilidades éticas y políticas, lo fácil es atribuir al cambio climático los incendios actuales. Asistimos a una ecología que selecciona de modo sectario los ámbitos de actuación. Los incendios nos revelan una carencia ética que se quiere esconder. Y ponen de manifiesto que ecología no es únicamente lo que algunos dicen sino que entre todos hemos de abordarla sin exclusiones.

 

 

Zenón de Elea