Tribunas

Aniversario del Opus Dei

 

 

Jesús Ortiz


San Josemaría Escrivá de Balaguer.

 

 

 

 

 

El 2 de octubre de 1928 Dios hizo germinar en el sacerdote Josemaría Escrivá la semilla del Opus Dei para extender la llamada a la santidad de los hijos de Dios en medio del mundo. Este aniversario acerca también la fecha en que esta Obra de Dios cumplirá sus primeros cien años, que no son tantos para una institución de la Iglesia llamada a perdurar mientras los cristianos busquen santificar los trabajos para transformar el mundo desde la Cruz de Jesucristo.

Esa búsqueda de la santidad en medio del mundo con su dinamismo apostólico es una novedad relativa pues no es otra la enseñanza del Evangelio de Jesucristo y la vida de los primeros cristianos. Esa novedad consiste en la llamada vocacional y en los medios formativos y apostólicos para hacer eficaz la tarea de los laicos, a fin de poner a Jesucristo en la cima de todas las nobles actividades humanas, como Jesucristo está y estará siempre en la Cruz con los brazos abiertos porque la salvación de todos.

 

Un poco de historia

La historia del Opus Dei hasta hoy ha sido expuesta hace poco en la obra del mismo título de los historiadores José Luis González-Gullón y John F. Coverdale, desde su nacimiento y expansión hasta llegar actualmente a sesenta y ocho países [1]. Su desarrollo jurídico desde ser reconocido como Pía Unión hasta su actual configuración como Prelatura Personal ha sido ampliamente estudiada en la obra «El itinerario jurídico del Opus Dei. Historia y defensa de un carisma» [2].

Como es sabido, el Opus Dei fue erigido como prelatura personal de ámbito universal con la finalidad de extender la llamada a la santidad para todos los fieles en medio del mundo,  tratando de ordenar según Dios los asuntos temporales, los trabajos, las familias y el mismo orden social. Así consta en la Constitución Apostólica Ut sit de san Juan Pablo II que erige esta Prelatura en noviembre de 1987. Y así viene desarrollándose desde entonces con abundantes frutos de santidad y apostolado en todo el mundo, y una eficaz coordinación entre el sacerdocio ministerial y el sacerdocio común.

Esta Prelatura está formada por el prelado, con sus presbiterios y los fieles laicos como parte de la prelatura desde que se adhieren libremente para vivir ese carisma y los medios para llevar a Jesucristo a todos los ambientes, de manera semejante a como otros fieles se adhieren o asocian a otras instituciones eclesiales. El Código añade que los laicos pueden dedicarse a las labores de la Prelatura mediante acuerdo según los estatutos, que determinan el modo de su pertenencia orgánica así como los derechos y deberes.

Recientemente el papa Francisco ha publicado la Constitución apostólica Praedicate Evangelium para reorganizar la Curia romana, que afecta a las instituciones eclesiales y establece, entre otras indicaciones, que las prelaturas personales se encuadren en el Dicasterio del Clero y se estudie la modificación de algunos artículos de los Estatutos. Como él mismo indica se trata de ser fieles al carisma fundacional, a los medios específicos de santificación y al vigor apostólico, siempre con un sentido profundo de la filiación divina.

Hasta ahora el Prelado ha tenido la potestad de erigir un seminario e incardinar a sacerdotes llamados entre los laicos para servicio de la Prelatura y de la Iglesia universal. También señala el papa Francisco el sentido de paternidad del Prelado para la gran familia del Opus Dei y de quienes participan en sus apostolados. No se modifica por tanto el carisma ni la sustancia de la Prelatura del Opus Dei, formada por laicos y sacerdotes, mujeres y hombres, como se establece en los Estatutos que la Sede Apostólica dio al Opus Dei.

Son más de noventa y tres mil sus miembros, la gran mayoría casados, y dos mil los sacerdotes incardinados en ella, mientras que otros tantos pertenecen a la Sacerdotal de la Santa Cruz, unida a la Prelatura, e incardinados en sus respectivas diócesis y en dependencia jerárquica de su Obispo. También son muchos miles los cristianos y no cristianos que cooperan en los apostolados del Opus Dei.

 

La Iglesia peregrina

La basílica del Vaticano tiene su centro en el altar de la Confesión sobre los restos del Apóstol Pedro y bajo la representación del Espíritu Santo en forma de paloma, en el gran baldaquino ideado por Bernini.

Por detrás se halla la grandiosa escena conocida como la Gloria que conserva el trono que la tradición atribuye a san Pedro, y está rodeado por las imágenes de cuatro Doctores de la Iglesia, dos occidentales, Ambrosio y Agustín y dos orientales, Atanasio y Juan Crisóstomo. Encima figura la gran vidriera con el Espíritu Santo radiante y rodeado de ángeles,  que asiste a la Iglesia de Jesucristo en su peregrinar en el mundo para extender el Reino de Dios hasta el fin de los tiempos.

Como enseña san Pablo la semilla cae en tierra y muere produciendo fruto, de ahí que la Iglesia encuentre dificultades mientras peregrina en este mundo que no ha llegado hasta su plenitud, y encuentra además la oposición del pecado y de los mundanos. Esta es también la experiencia de las diversas instituciones de la Iglesia y el Opus Dei no podía ser una excepción.

El Vaticano II reconoce que «La Iglesia, "va peregrinando entre las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios", anunciando la cruz y la muerte del Señor, hasta que El venga (cf. 1Co 11, 26). Se vigoriza con la fuerza del Señor resucitado, para vencer con paciencia y con caridad sus propios sufrimientos, las dificultades internas y externas, y descubre fielmente en el mundo el misterio de Cristo, aunque entre penumbras, hasta que al fin de los tiempos se descubra con todo esplendor» [3].

Como una partecica de la Iglesia, en palabras del san Josemaría, el Opus Dei también peregrina y extiende la llamada a la santidad para el Pueblo de Dios en medio del mundo experimentando los gozos y también las dificultades de la vida que llevan a la madurez tanto a las personas como a las instituciones. Con la convicción y las pruebas de que el Espíritu Santo anima la Iglesia y suscita nuevos formas y caminos de santidad.

 

Un camino de santidad

Todos llamados a la santidad, que es la perfección de la vida cristiana por la caridad, es el mensaje del Concilio Vaticano II en la Constitución dogmática Lumen Gentium, que ha desarrollado el misterio de la Iglesia como instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad del género humano. En cuanto Cuerpo Místico de Cristo y Pueblo de Dios, tiene su estructura jerárquica y la misión de extender el Reino de Dios hasta el fin de los tiempos.

Entre los numerosos escritos del Fundador me referiré aquí a la carta que escribió en 1930 cuando estaba solo, porque ya entonces refleja bien la vocación y misión del Opus Dei así como su proyección en el tiempo y en el espacio para servicio de la Iglesia, y el ejercicio de la libertad de los hijos de Dios.

De una parte el mensaje nuclear y la misión apostólica específica: «Hemos venido a decir, con la humildad de quien se sabe pecador y poca cosa −homo peccator sum, decimos con Pedro−, pero con la fe de quien se deja guiar por la mano de Dios, que la santidad no es cosa para privilegiados: que a todos nos llama el Señor, que de todos espera Amor: de todos, estén donde estén; de todos, cualquiera que sea su estado, su profesión o su oficio. Porque esa vida corriente, ordinaria, sin apariencia, puede ser medio de santidad: no es necesario abandonar el propio estado en el mundo, para buscar a Dios, si el Señor no da a un alma la vocación religiosa, ya que todos los caminos de la tierra pueden ser ocasión de un encuentro con Cristo» [4].

En la Iglesia el sacerdocio común de los fieles bautizados y el sacerdocio ministerial se armonizan como realidades inseparables, el segundo para el servicio a la santidad de los fieles y el primero para ordenar las realidades terrenas hacia Dios revelado en Jesucristo. De ahí la libertad de los fieles en las cuestiones temporales, como subraya también el Fundador:

De otra parte, la libertad para amar a Dios en medio del mundo y participar activamente en la evangelización a tenor de los tiempos, entonces y ahora: «Es el nuestro un camino con muy diversas maneras de pensar en lo temporal −en el terreno profesional, en el científico, en el político, en el económico, etc.−, con libertad personal y con la consiguiente responsabilidad también personal, que nadie puede atribuir a la Iglesia de Dios ni a la Obra, y con la que cada uno sabe valiente y lógicamente cargar. Por eso, nuestra diversidad no es, para la Obra, un problema: por el contrario, es una manifestación de buen espíritu, de vida corporativa limpia, de respeto a la legítima libertad de cada uno, porque ubi autem Spiritus Domini, ibi libertas; donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad» [5].

Hace unos meses, el Prelado Fernando Ocáriz escribía a los fieles del Opus Dei confirmándoles que «con la gracia de Dios podremos construir, a través de los cambiantes momentos históricos, la continuidad de la Obra en fidelidad a su origen. Se trata de la continuidad esencial entre pasado, presente y futuro, propia de una realidad viva. Renovemos propósitos de fidelidad, acogiéndonos a la mediación materna de Santa María» [6].

 

 

Jesús Ortiz López
Doctor en Derecho Canónico

 

 

 

 
[1] La Historia del Opus Dei hasta hoy ha sido publicada por los historiadores José Luis González-Gullón & John F. Coverdale. Rialp. Madrid 2021, 700 págs. Otra obra: Federico M.Requena y Javier Sesé. Fuentes para la historia del Opus Dei, Ariel, Madrid 2002. 219 págs.
[2] A. de Fuenmayor / V. Gómez-Iglesias y J.L. Illanes. El itinerario jurídico del Opus Dei. Historia y defensa de un carisma. Eunsa. Pamplona, 1989.
[3] Lumen Gentium, n. 8.
[4] Josemaría Escrivá de Balaguer, Cartas I, Ediciones Rialp, Edición de Kindle. N. 2c.
[5] Ibid. N. 2d.
[6] Carta Pastoral, 19 marzo 2022.