Tribunas

Davide Prosperi en Madrid

 

 

José Francisco Serrano Oceja


 

 

 

 

 

Se celebró el pasado fin de semana una nueva edición de Encuentro Madrid en unas instalaciones de la Fundación Pablo VI que se quedaron pequeñas. La edad media de quienes allí estuvieron suponía un aliento de esperanza.

Fui a escuchar al presidente internacional de Comunión y Liberación, Davide Prosperi, milanés, nacido en 1972, casado, con cuatro hijos y profesor universitario. Se le nota la laicidad, la experiencia de mundo, hasta en la estética, formal pero desenfada, muy al estilo italiano, esa manera de sentarse en la butaca nada rígida, como si quisiera dar a entender que estaba en una tertulia.

El interés de su intervención trascendía, con mucho, la propuesta del título “Luigi Giussani (1922-2005). Pasión por el hombre, pasión por Cristo”. La primera vez, después del proceso a Comunión y Liberación, que el responsable internacional venía a España para hablar al público general, no en una Asamblea del Movimiento.

Pese a que tenía un guión, en escasas ocasiones miró lo escrito. Estoy seguro que le interesaba tener claras las preguntas, porque sabía bien lo que tenía que decir. La audición en una traducción del italiano hecha con fidelidad. Aunque no niego que me hubiera gustado escuchar su intervención en el idioma originario.

Vayamos a lo que dijo. Una parte, abundante, sobre el carisma de don Giussani, en perspectiva del reciente mensaje del Papa Francisco. En este sentido, su experiencia de encuentro con el fundador de Comunión y Liberación ofreció algunas interesantes tonalidades sobre lo que significa sentirse interpelado por la atención del otro, la pasión de don Giussani por el todo de la realidad o por la realidad toda. “Cuando estabas con don Giussani, comentó, te sentías el centro del Universo”. Me imagino cómo será estar con Jesús y sentirse el centro de su universo.

Es verdad que tardó en arrancar un aplauso masivo del público. Se notaba mucha expectación y no poca expectativa.

Pronto llegó la parte mas delicada, sin la cual no se hubiera entendido el diálogo con Rafael Gerez. Y ahí lo dio todo para dejar claro que nada de persecuciones, que la obediencia no puede ser solo formal, y que Comunión y Liberación está en un nuevo inicio. En un permanente nuevo inicio del que la Iglesia espera “mucho más de nosotros, a la altura de la grandeza del carisma”.

Una vez más la relación carisma-institución, “todos los carismas se institucionalizan después de la muerte de fundador. La institucionalización del carisma es el camino posible para que lo que ha comenzado pueda continuar”, señalaba. “La Iglesia nos está pidiendo un paso de madurez”, que no es paso menor en el baile de la historia.

Tono tranquilo, con la seguridad y la confianza de quien presta un servicio. El servicio al carisma es siempre donación de vida.

Comunión y Liberación, por tanto, en un nuevo tiempo, el tiempo de su historia. Cada tiempo es un nuevo tiempo, y éste especialmente propio para el testimonio cristiano.

No se trata de reinventar el carisma, ni de hacerlo evolucionar más allá de la experiencia de vida, en un laboratorio o lejos de cada una de las personas que allí estaban. De lo que se trata es de la fidelidad a un carisma, del que hizo pedagogía Don Giussani, que, sin duda, seguirá dando frutos en la Iglesia, en la historia.

Tengo que confesarles que estaba más interesado en la música que en la letra. Y la música sonaba bien. Capaz de deleitar el corazón, y los oídos.

 

 

José Francisco Serrano Oceja