Tribunas

En la ley del “sólo sí es sí” no puede hallar la razón el hilo

 

Carola Minguet Civera
Doctora en CC. de la Información.
Responsable de Comunicación de la Universidad Católica de Valencia.


 

 

 

 

 

La ley del “sólo el sí es sí” es una ocasión para quienes desconocemos cómo funciona el derecho de aventurarnos en una iniciación necesaria. Después de días preguntando y leyendo, comparto con el lector que tampoco sea ducho en estas lides un recorrido sencillo que le ayude a contextualizar dónde estamos.

Hasta ahora, el Código Penal tenía dos tipos de delitos sexuales: lo que era agresión y lo que era abuso. La diferencia entre ambos radica en el uso de la violencia física. El problema es que en la mayoría de las ocasiones en que una mujer sufre un atentado tan atroz, paralizada por el pánico, no opone resistencia. Y como a los jueces lo que les corresponde es aplicar el tipo delictivo atendiendo a los hechos ocurridos, se ha condenado demasiadas veces a los violadores como abusadores.

Cuando el caso de La Manada llenó los telediarios, el Tribunal Superior de Justicia de Navarra hizo lo que le tocaba: aplicar los elementos del tipo penal. Y el fallo sobre sus protagonistas fue que se trataba de un abuso. Esto dio lugar a un movimiento cuya protesta se apoyó en un argumento más que razonable: no debiera existir esta diferencia entre un tipo agravado (agresión) y un tipo menos agravado (abuso). Sin embargo, determinados grupos se alzaron como abanderados de la causa y la infestaron con el virus de la ideología: “La justicia es machista”, señaló alguna. Desde esta perspectiva desenfocada ha promovido la ley el Ministerio de Igualdad.

Lo que sigue es lo que se comenta estos días: las incongruencias de una norma que, queriendo eliminar el crimen, ha derivado en un salvavidas para los criminales. ¿Por qué ha ocurrido esto?

En primer lugar, por puentear el artículo noveno de la Constitución, según el cual las normas más favorables tienen carácter retroactivo. Es decir, si alguien estaba condenado por un delito que la sociedad ahora no considera tan grave o directamente se elimina del Código Penal, tiene derecho a rebajar su pena, incluso a salir de prisión. Y al revés: si se tipifica un nuevo delito, a las personas que hasta la fecha lo han cometido no se les puede sancionar. Esta lógica, aplicada a la polémica reforma, se ha traducido en que aquellos que habían sido condenados por abuso se han encontrado con que su delito ya no existe y quienes habían sido condenados por agresión, aunque su delito sigue estando en vigor, han visto rebajada su pena mínima.

En segundo lugar, cuando el Gobierno de España promueve un proyecto de ley debe contar con sendos informes del Consejo de Estado y del Consejo General del Poder Judicial. Cuando el segundo organismo se encontró con el borrador, advirtió al Ministerio de Igualdad de la necesidad de incluir una disposición transitoria que aclarara qué pasa con todos los que habían sido condenados hasta la fecha por ambos delitos; dicho dictamen fue aprobado por unanimidad (algo que ocurre muy pocas veces), se remitió tanto a Igualdad como al Consejo de Ministros, pero desoyeron las advertencias, aprobaron el borrador y lo llevaron al Parlamento.

Ciertamente, la cuestión es gravísima porque la ley ya ha entrado en vigor y aunque mañana apareciera una nueva ley que suba las penas, no podrá tener carácter retroactivo, según se ha explicado. El presidente del Gobierno ha dicho que quiere esperar a que el Tribunal Supremo unifique doctrina, pero eso no es posible, pues no hay doctrina que unificar: todos los tribunales que hasta ahora se han pronunciado han llegado a la misma conclusión.

Concluyendo, la ley es la que es y lo que supone es lo que hay: muchas personas condenadas por afrentar, vilipendiar, deshonrar y ultrajar a otras personas pueden salir a la calle. De hecho, uno de los personajes de La Manada, que casualmente fue el caso que dio pie a esta reforma, ya lo ha solicitado.

En fin. En lugar de una tribuna, he compartido más bien unos apuntes. Es verdad que este caso tampoco pide opinión, en la medida en que no da lugar a lecturas contrapuestas: el error es garrafal.

No obstante, animo al lector a reflexionar, pues este tema da para hacerlo desde muchos flancos... Precisamente ayer vi en el Teatro Principal de Valencia La vida es sueño, y en un momento en que Clotaldo se lamenta del panorama que se le viene encima me vinieron a la cabeza no sólo la maraña de esta ley y las circunstancias que favorecen que se pueda ribetear sin hilo, sino también quienes la han tejido. Y es que Calderón llevaba razón, todos sueñan lo que son.

 

“¡Escucha, aguarda, detente!
¿Qué confuso laberinto
es éste, donde no puede
hallar la razón el hilo?
Mi honor es el agraviado,
poderoso el enemigo,
yo vasallo, ella mujer;
descubra el cielo camino;
aunque no sé si podrá,
cuando, en tan confuso abismo,
es todo el cielo un presagio,
y es todo el mundo un prodigio”.