Tribunas

 

Casados para siempre

 

 

Ángel Cabrero

 

 

 

 

 

Esta expresión hoy suena casi a broma, a algo pasado, a algo un tanto inconsciente. Sin embargo es lo que la Iglesia ha enseñado siempre, a diferencia de otras creencias o de otras civilizaciones. Solo la Iglesia Católica mantiene sin ninguna duda ese planteamiento como algo que está en la Ley de Dios, no como una moda o como una costumbre.

Asistimos en nuestra civilización occidental, en su día católica, a un cambio en las relaciones hombre mujer. Un cambio que, a todas luces, es un desastre. No parece, humanamente hablando, que una chica que se casa a los 25 años lo celebre de un modo consciente pensando en el divorcio. Pero esto que sería impensable hace unos años, es ahora cada vez más frecuente. Van al matrimonio pensando en que puede fallar. Entre otras cosas porque es lo que ven a su alrededor.

El catecismo de la Iglesia nos dice que "La alianza matrimonial, por la que el varón y la mujer constituyen entre sí un consorcio de toda la vida, ordenado por su misma índole natural al bien de los cónyuges y a la generación y educación de la prole, fue elevada por Cristo Nuestro Señor a la dignidad de sacramento entre bautizados". Si preguntamos a Google directamente lo traduce por “casamiento” y nos habla de la boda.

¿Qué es lo que ha cambiado? La reflexión previa sobre lo que es el matrimonio. Ya no se tiene demasiado en cuenta la enseñanza cristiana. Por lo tanto se contrae el matrimonio, ya de entrada, con la duda, sabiendo que el divorcio es posible. Por lo tanto es fácil plantearse un periodo de prueba antes de tener hijos, porque “sería una irresponsabilidad”. Más vale esperar a ver qué pasa.

Es una actitud egoísta, muy frecuente, opuesta totalmente a una idea cristiana de lo que es el amor y lo que es matrimonio y, por supuesto a lo que es una familia donde se educa a los hijos con dedicación y criterio. Esto no es más que un ambiente social en el que predomina el egocentrismo. Cuando hay tanta preocupación por ganar dinero, para lo cual se dedican las horas que haga falta, o cuando hay una tendencia individualista a pegarse al móvil para seguir ciertas noticias, etc., cada uno a lo suyo, es muy difícil que un hombre o una mujer tengan prioridad por amar a Dios sobre todas las cosas, por amar a su esposa o a su marido, con lo que lleva de diálogo y trato, y el amor a los hijos que Dios quiera enviar.

Prácticamente sólo encontramos familias unidas, numerosas o no, pero debidamente orientadas a la indisolubilidad, entre aquellos que tienen una visión profundamente cristiana. Y en qué consiste esta actitud: en saber lo que significa la palabra amor. Parece fácil entender que cualquier hombre o mujer suspira por “recibir” el amor de su pareja. Pero no es tan fácil entender que lo que debe prevalecer es el amor desde el punto de vista de dar. La idea de entrega total y para siempre, caiga quien caiga, parece que se ha reducido a los matrimonios católicos auténticos.

Amar como Cristo nos amó. Jesús se entregó por nosotros con independencia de lo que nosotros quisiéramos darle. Ha dado su vida por todos, incluidos los perfectos egoístas. Eso es vida cristiana, pero se ha esfumado el criterio de “para siempre”. Se prioriza el yo. Así que lo que toca es recordar a los matrimonios bien casados y con hijos que el amor es para siempre e incondicional. Para llegar a esto hace falta pasar por el Amor de Dios y buscar la gracia de los sacramentos y la oración.

 

 

Ángel Cabrero Ugarte