Tribunas

Polémica doctrinal abierta (II)

 

 

Ernesto Juliá


Cardenal Robert W. McElroy, obispo de San Diego (USA).

Debate doctrinal abierto (I)

 

 

 

 

 

Con el deseo de dar una respuesta a las críticas y objeciones recibidas, el cardenal McElroy, escribió un segundo artículo. Tratando de defender la actuación de las personas que están en situación de pecado, no lo olvidemos, señala:

“Para cualquier miembro de la Iglesia, es la conciencia la que tiene la última responsabilidad, y por la que hemos de ser juzgados. Por esta razón, mientras la enseñanza católica tiene un lugar esencial para la toma de decisiones, es la conciencia la que tiene el lugar privilegiado. Como señala el Papa Francisco, la misión de la Iglesia es formar conciencias, no sustituirlas. La exclusión categórica de los divorciados y vueltos a casar, y los que se consideran Lgbt de la recepción de la Eucaristía, no tiene en cuenta, ni respeta, la íntima conversación de consciencia que esas personas tienen con Dios, para discernir moralmente en complejas circunstancias”.

La Iglesia nunca ha pretendido sustituir la conciencia de cada cristiano. No la sustituye. Lo que hace es darle las indicaciones precisas para que forme bien y rectamente su conciencia, y lo hace señalando el camino que cada uno debe recorrer para que la conciencia no quede reducida a un sentimiento que sea a la vez consciente y subjetivo.

“En la formación de la conciencia, la Palabra de Dios es la luz de nuestro caminar; es preciso que la asimilemos en la fe y la oración, y la pongamos en práctica. Es preciso también que examinemos nuestra conciencia atendiendo a la cruz del Señor. Estamos asistidos por los dones del Espíritu Santo, ayudados por el testimonio o los consejos de otros y guiados por la enseñanza autorizada de la Iglesia”. (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1785).

Y de forma algo más sucinta, en el n. 374 del Compendio:

“La conciencia recta y veraz se forma con la educación, con la asimilación de la Palabra de Dios y las enseñanzas de la Iglesia. Se ve asistida por los dones del Espíritu Santo y ayudada con los consejos de personas prudentes. Además, favorecen mucho la formación moral tanto la oración como el examen de conciencia”

¿Se está olvidando el cardenal McElroy además de esos números del Catecismo y del Compendio, de estas palabras de Benedicto XVI en las que, entre otras ocasiones, se hace eco de esa enseñanza de la Iglesia?:

 “que la conciencia moral, para poder guiar rectamente la conducta humana, ante todo debe basarse en el sólido fundamento de la verdad, es decir, debe estar iluminada para reconocer el verdadero valor de las acciones y a consistencia de los criterios de valoración, de forma que sepa distinguir el bien del mal, incluso donde el ambiente social, el pluralismo cultural y los intereses interpuestos no ayuden a ello” (Benedicto XVI, 24-II-2007).

¿O se ha dejado llevar por la situación en la que ha caído una parte del pensamiento actual?

“En esta situación, donde la moral y la religión son expulsadas por la razón, el único criterio último de la moralidad y también de la religión es el sujeto, la conciencia subjetiva, que no conoce otras instancias. En definitiva, sólo decide el sujeto, con sus sentimientos, con sus experiencias, con los criterios que puede haber encontrado. Pero de esta forma el sujeto se convierte en una realidad aislada” (ibídem 24-VII-2007).

¿O ha dado lugar a que en su pensamiento eche raíces la opinión de que esas personas a las que trata de “incluir” sin más en la recepción de la Eucaristía, aunque están viviendo en una situación objetiva de pecado, lejos de la Palabra de Cristo y de la enseñanza de la Iglesia, “palabras de vida eterna”, puedan recibir la Comunión sin arrepentirse, sin pedir perdón y sin manifestar el deseo de cambiar de vida?

Estamos viviendo un ambiente cultural profundamente dominado por tendencias exclusivamente subjetivas –sentimentales-, que tratan de originar un acuerdo entre los fieles, que lleva a considerar que cada uno tiene su propia verdad, olvidándose de las palabras de Cristo cuando afirma de Sí mismo que es: “el Camino, la Verdad y la Vida”.

El Concilio Vaticano II alerta del peligro que ese subjetivismo y relativismo comportan, y señala que ese falso discernimiento no puede nunca acogerse a lo que se conoce en moral como una “ignorancia invencible”.

“No rara vez, sin embargo, ocurre que yerre la conciencia por ignorancia invencible, sin que ello suponga la pérdida de su dignidad. Cosa que no puede afirmarse cuando el hombre se despreocupa de buscar la verdad y el bien y la conciencia se va progresivamente entenebreciendo por el hábito del pecado” (Gaudium et spes, n. 16).

“El desconocimiento de Cristo y de su Evangelio, los malos ejemplos recibidos de otros, la servidumbre de las pasiones, la pretensión de una mal entendida autonomía de la conciencia, el rechazo de la autoridad de la Iglesia y de su enseñanza, la falta de conversión y de caridad pueden conducir a desviaciones del juicio en la conducta moral” (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1792).

 

 

Ernesto Juliá Díaz
ernesto.julia@gmail.com