Tribunas

El funeral del P. Arroba Conde

 

 

José Francisco Serrano Oceja


Manuel Jesús Arroba Conde.

 

 

 

 

 

Tenía interés por asistir al funeral, en el templo del Corazón de María de la calle Ferraz, del claretiano P. Manuel Jesús Arroba Conde, a quien conocí hace ya unos cuantos años en un  viaje a Roma en el que yo acompañaba a mi decano de entonces, el también claretiano P. Gerardo Pastor.

Después tuve la ocasión de conversar con él un par de veces. Sobre todo, saber de él por el protagonismo eclesial que había adquirido en los últimos años de su vida, entre otras razones por su cercanía al Papa Francisco, de quien era uno de sus principales susurradores en materia canónica.

El P. Arroba Conde era, sin lugar a dudas, uno de los referentes principales del derecho canónico procesal y matrimonial.

No sólo eso, tenía una particular concepción del Derecho Canónico en la Iglesia, de su función pastoral, que iba a poco sugiriendo y que está ya en determinadas disposiciones pontificias.

Nacido el 22 de septiembre de 1957 en Casas de Don Pedro (Badajoz), realizó su Primera Profesión el 7 de septiembre de 1975 y su Profesión Perpetua el 19 de marzo de 1981. No es difícil sacar las consecuencias de estos datos.

En el funeral me encontré a un cardenal Aquilino Bocos presidiendo la ceremonia. Al Nuncio, monseñor Bernardito Cleopas Auza, contra quien se ha destapado una curiosa campaña, que ya veremos; al cardenal Osoro, que también veremos, y al obispo auxiliar de Madrid, monseñor José Cobo, auxiliador auxiliado, al que sin duda veremos más.

Ceremonia sencilla, con el templo lleno, una homilía del Vicario Provincial de Fátima, Provincia a la que pertenecía el P. Arroba en origen, a pesar de vivir y trabajar en la de Santiago. Y una serie de intervenciones, al final de la ceremonia, que me llamaron especialmente la atención.

La primera de Don Carlos Morán, decano de la Rota Matritense, tribunal del que era juez el P. Arroba. Con la solidez habitual de don Carlos, dio dos pasos al frente a la hora de profundizar en el sentido cristiano de la muerte y en algunos datos biográficos del fallecido.

Después se leyó el testamento espiritual autógrafo del P. Arroba. Un ejercicio de agradecimientos, entre otros destacaré el que hizo al profesor Joaquín LLovet, del Opus Dei, que en determinadas cuestiones canónicas estaba en las antípodas de su pensamiento, y algunas confesiones dignas de oración pausada.

En primer lugar por la afirmación que le hacía su tía de que en la fidelidad vivía más feliz. Idea que sintetiza una experiencia tanto humana como cristiana de mucho sentido común.

Y, sobre todo, por la referencia que el mismo P. Arroba Conde hizo de la ayuda que le había prestado el P. Samuel Sueiro, en conversaciones comunes, para conocer más la centralidad de Jesucristo e incluso la forma de la oración.

En ese reconocimiento estaba implícito el valor de la vida comunitaria, también un proceso generacional dentro de la vida religiosa.

El P. Samuel Sueiro es un joven teólogo, una de las promesas de la teología española, miembro de una generación que está siendo capaz de hacer la síntesis de un pasado en perspectiva de futuro, un nuevo “revival” de la comprensión, por tanto, de la vida en el carisma que ya se ha convertido en ejemplo para sus mayores.

P. Juan Manuel Arroba Conde, descanse en la paz del Dios amor.

 

 

José Francisco Serrano Oceja