Tribunas

Europa en busca de espíritu. (II)

 

 

Ernesto Juliá


Banderas de la Unión Europea (Bruselas).

 

 

 

 

 

En estos momentos Europa se está debatiendo en un intento de construir su espíritu y está siguiendo un camino no adecuado que le puede llevar a su muerte.

Se pretende olvidar todas las raíces cristianas que han originado su existencia, y que le han dado vida durante siglos. No se quiere mirar atrás, y se desea borrar, si fuera posible, todo rastro de su historia, y en particular, todo lo que pueda hacer referencia a un derecho natural, anterior a la propia Europa y, por consiguiente, todo lo que pueda hacer referencia a la presencia de Jesucristo en la historia.

Los políticos que la dirigen están intentando inventar una nueva Europa apoyándose en un “humanismo ateo”, en el que las leyes, los caminos para crecer y desarrollarse los determine la voluntad de una “mayoría democrática” que alimenta su inteligencia y su voluntad de sí misma y que puede ser manipulada, ya lo es, al estilo de Goebbels en la propaganda antisemita en Alemania ¿No les ha bastado a los políticos europeos la experiencia del siglo pasado, ese “humanismo ateo” que quiso liberarse de la idea de Dios, y poner en marcha la liberación humana? ¿Qué resultado ha dado?

George Weigel lo describe en pocas palabras:

“Llevado a la práctica en la historia por Lenin, Hitler, Mao, y sus imitadores de menor importancia, el humanismo ateo (…) había probado que, sin Dios, los hombres podían organizar el mundo sólo en una lucha brutal de voluntades, unas contra otras. Esa fue la terrible lección del humanismo ateo en forma de fascismo, de comunismo y de utilitarismo. El humanismo exclusivo, ultramundano, es inevitablemente un humanismo inhumano” (La verdad sobre el catolicismo, ed. Cristiandad, pág.34-35).

Y páginas adelante, añade: “La Europa Occidental es el lugar más árido del planeta religiosamente hablando en la actualidad” (pág. 48).

Ese humanismo ateo está ahora tratando de construir una Europa en la que la familia no exista, convirtiendo en familia las uniones de personas del mismo sexo, permitiendo que esas uniones adopten, o compren, hijos y los eduquen manipulándonos desde que nacen. Una Europa en la que la educación, ya desde la primaria, pretenda inculcar la plena “libertad del instinto sexual” –en el sentido más animal del término-, con auténtico desprecio a la sexualidad con la que Dios ha creado al hombre y a la mujer –que no provienen de ningún azar, ni de ninguna evolución azarosa- y les señaló el camino: “creced y multiplicaos”.

Una Europa en la que desaparezca toda huella del paso de Cristo sobre la tierra. Recientemente, un diputado del parlamente europeo ha presentado una propuesta de ley que obligue destrozar, retirar, todas las Cruces visibles en los caminos de Europa. En España ya han comenzado.

Friedrich Nietzsche lo expresó con estas palabras:

“El cristianismo hasta ahora ha sido siempre atacado de modo equivocado. Mientras uno no perciba la moral cristiana como un crimen capital contra la vida, sus defensores siempre tendrán un juego fácil. La cuestión de la verdad del cristianismo… es algo totalmente secundario, mientras no se afronte la cuestión del valor de la moral cristiana”.

Defender la vida del embrión, persona concebida y no nacida, como hacemos los cristianos. Defender la familia, padre y madre, hijos, nietos ¿es un crimen capital contra la vida?

 

 

(continuará)

 

 

Ernesto Juliá Díaz
ernesto.julia@gmail.com