Tribunas

Imprescindible Pastoral de Cuaresma de los obispos vascos

 

 

José Francisco Serrano Oceja


Los Obispos de Vitoria, Mons. Juan Carlos Elizalde, Bilbao,
Mons. Joseba Segura, San Sebastián, Mons. Fernando Prado
y el arzobispo de Pamplona y Tudela, Mons. Florencio Roselló.

 

 

 

 

 

 

Los obispos del País Vasco más el de Pamplona han vuelto con una pastoral de Cuaresma de aúpa.

En los setenta, ochenta y noventa del pasado siglo, esta pastoral de Cuaresma era un texto esperado,  que tenía una amplia repercusión en la opinión pública entre otras razones porque solía abordar temas relacionados con la reconciliación y con la respuesta cristiana a fenómenos presentes en ese momento como el del terrorismo de ETA. Un texto que levantó en su día no pocas polémicas.

Ahora son ochenta páginas con un atractivo título y con dos citas pórtico aún más persuasivas. Una de la Carta a Diogneto y otra de san Cipriano de Cartago, planteando una cuestión de calado.

Ya ahí aparece un concepto clave, vertebral, del texto. El de la paciencia, que inmediatamente, sin haber leído más, me evocó un magnífico libro del teólogo Alan Kreider, “La Paciencia. El sorprendente fermento del cristianismo en el imperio romano” (Sígueme, Salamanca 2017).

Uno de los libros que, puedo decirles, más ha influido en mi forma de entender el cristianismo antiguo, y por ende, el actual, por contraste.

Piensen que el concepto de paciencia no significa sólo paciencia. Es mucho más, misericordia, virtud, esperanza…

Pues hete aquí que llegado al número 58 de esta carta, se convierte, durante no pocas páginas, en glosa de ese libro. Con lo que ya los obispos firmantes me han obligado a rendir el juicio.

Ciertamente no sé el alcance que va a tener esta carta más allá de los muy cafeteros.

Después de una primera lectura para escribir esta columna, y digo primera porque merece más, estamos ante uno de los más relevantes textos que se han escrito últimamente, en el que se ofrece, junto con un diagnóstico de la situación actual del cristianismo, una oferta de potencialidad propositiva.

A medida que iba avanzando, he ido percibiendo el cambio generacional y de mentalidad de los obispos y, por ende de la Iglesia. Un cambio que se sintetiza aquí también en la novísima nueva fotografía que presentan.

Resulta curioso que se perciba una tensión entre lo inmediatamente pasado, referido a las catergorías teológico- pastorales, con las nuevas perspectivas que se plantean a partir, por cierto, del pensamiento de J. Ratzinger en diálogo con el del papa Francisco.

Hacía tiempo que no me encontraba con los “cristianos de presencia” y “cristianos de mediación” (n.47) por ejemplo. Aquí como percha para una respuesta elevadora que trasciende.

Dicho lo cual, sobre todo en la parte del diagnóstico, entiendo que no todas las afirmaciones que se hacen en la carta tengan que ser asumidas como dogmas de fe episcopalmente reveladas.

Hay niveles de argumentación que ponen de relieve niveles de jerarquización en las afirmaciones.

Pero lo que no se puede negar es que esta Carta de Cuaresma es lo mejor que he leído en no poco tiempo. Tengo, por curiosidad, que desentrañar las autorías implícitas, en plan Genette.

Permítanme que no entre en cuestiones concretas, aunque no sé si el nervio me va a dejar.

Por ejemplo, la crítica al modelo Schmittiano, de Carl Schmitt, me parece tan interesante como provocadora. Hay alguna andanada de fondo a los populismos que tiembla el misterio social.

No sé por qué me he acordado, al terminar de leer este texto, en el trabajo que se ha empezado a hacer en la Conferencia Episcopal Española de cara a la elaboración de un nuevo Plan Pastoral. Trabajo que, teniendo en cuenta esta carta de los obispos vascos, y del de Pamplona, no partirá de cero. Obviarla sería un desperdicio.

También podríamos hablar de lo que me parece algún olvido en su diagnóstico. Pero sería ya ponerme pijotero.

En resumen, lean por favor este texto, que es de lo mejorcito. Y muchas gracias, señores obispos, por el buen gusto.

 

 

José Francisco Serrano Oceja