Tribunas

Mal precedente el de Vic

 

 

José Francisco Serrano Oceja


Mons. Luis Argüello, presidente de la
Conferencia Episcopal Española y arzobispo de Valladolid.

 

 

 

 

La diócesis de Vic, en un escueto comunicado, ha anunciado que suspendía, ahora se llama cancelar, la misa de este sábado pasado con motivo de la fiesta de los cuatrocientos años de la muerte del patrono de la ciudad, San Miguel de los Santos, un trinitario que murió en Valladolid el 14 de abril de 1625.

Este dato había hecho que el obispo de Vic, monseñor Román Casanova, invitara al arzobispo de Valladolid, monseñor Luis Argüello, Presidente de la Conferencia Episcopal, a presidir la misa y a pronunciar la homilía en la Catedral.

La reacción de las comparsas de la fiesta de rechazo a la presencia de monseñor Argüello ha motivado que se suspendan los actos religiosos. Las comparsas lo justificaban afirmando que el predicador invitado se ha manifestado públicamente contra “los derechos y libertades fundamentales, que mantiene discursos que vulneran los Derechos Humanos, la dignidad de colectivos que forman parte del tejido social y nuestra identidad nacional negando la autodeterminación de los Països Catalans”.

Si así fuera, por cierto, los abogados de monseñor Argüello llevarían meses trabajando sin parar. Que sepamos no existe ninguna denuncia, demanda, querella, contra monseñor Argüello por ningún discurso contra los Derechos Humanos, los derechos y las libertades fundamentales.

Determinados grupos políticos del Ayuntamiento de Vic, por cierto, se sumaron a la presión con argumentos sacados de una página reciente del diario El País en la que un colaborador insistía en que la Iglesia no se había despegado del franquismo aún. Para que veamos el nivel.

Pero lo más grave de esta historia no me parece que sea el hecho de que alguien piense, incluso diga, las barbaridades que ustedes acaban de leer. Lo más preocupante me parece es que se haya cancelado el acto, tal y como he podido incluso percibir por las reacciones a esa cancelación. Y miren que tengo una magnífica impresión, de antiguo, del obispo de Vic.

Como siempre me queda la duda última de cuál es el hecho que ha motivado la decisión. Tengo que confesar que no sé si ha habido alguna noticia que tuviera el obispo de Vic, y que no se ha hecho pública, que haya podido motivar esa decisión.

Por ejemplo, el riego de un atentado contra monseñor Argüello en la catedral de Vic que estuvieran investigando los Mossos.

Si no fuera así, se ha asentado un precedente peligroso, a no ser que pensemos que esto sólo ocurre en Cataluña. Un precedente que destapa la sospecha la falta de “parresía” a la hora de afrontar, no de enfrentarse, ni confrontarse, de afrontar, determinadas actuaciones de quienes no están de acuerdo con la Iglesia en el espacio público.

Estamos hablando de una fiesta religiosa, de un acto religioso. Las charangas, por cierto, no tendrían ningún sentido ahí si no se celebrara esa fiesta religiosa. Es la dimensión de lo religioso, sobre lo que las charangas no tienen que decir nada, lo que justifica la presencia de monseñor Argüello. Por lo tanto, lo que se ha cancelado es una dimensión sustancial de lo religioso, la palabra pública de un obispo, la fiesta religiosa, y el sentido de la fiesta religiosa, no sólo la presencia de monseñor Argüello.

Si cada vez que determinados actores sociales escenifican en el espacio público, o en el mediático, su oposición, con mayor o menor volumen e intensidad, la Iglesia se cancela a sí misma, digamos que por razones prudenciales, entramos en una espiral o dinámica de silenciamiento y de anulación social y pública de la Iglesia.

Vamos, que a partir de ahora cuando monseñor Argüello, por hablar de alguien, vaya a una fiesta de un pueblo o a una procesión de semana santa y hable ahí también se le puede cancelar.

No me creo que no se pudieran haber arbitrado formas de presencia del acto religioso con el presidente de la Conferencia Episcopal que no hubieran podido circunscribirse a lo estrictamente sacral y que no hubieran aminorado el control de daños a esa voluntad radical expresada. Podemos pensar incluso que el valor de esa voluntad radical, en gran media, estaba en su propia manifestación, claramente atentatoria contra la libertad religiosa.

Si Erich Fromm escribió sobre el miedo como el principal enemigo de la libertad, podemos empezar a escribir sobre el miedo como el principal enemigo de la presencia pública de la fe.

A partir de ahí, mutis por el foro.

 

 

José Francisco Serrano Oceja