Opinión

El descanso del sacerdote

 

José María Alsina Casanova


Benedicto XVI, en uno de sus últimos encuentros
con seminaristas y sacerdotes.


 

 

 

 

 

 

 

Leía esta mañana una entrevista que le hacían a un obispo francés en la que trataba de la importancia del descanso para el sacerdote. El prelado francés sale con su reflexión al paso de la trágica muerte del sacerdote italiano Matteo Balzano. En el encabezado de la entrevista se recoge la referencia del obispo al descanso del sacerdote como un aspecto fundamental para su “salud mental”.

La referencia de Monseñor Bertrand, obispo de Pontoise, a este tema me trajo a la memoria dos intervenciones, una de Benedicto XVI y la otra de Francisco, sobre el descanso del sacerdote. Volví de nuevo a ellas porque recordaba que en su momento me ofrecieron luz y personalmente me hicieron mucho bien.

Benedicto XVI, en el encuentro que tuvo con los sacerdotes de todo el mundo en Roma el 10 de junio de 2010 con motivo del Año Sacerdotal tuvo un diálogo que valdría la pena releer y meditar en este momento en el que se está hablando tanto de los sacerdotes (Se puede leer aquí). En la primera de las preguntas de este diálogo, un sacerdote brasileño le preguntó al Papa si ante tantos desafíos que se presentan hoy en nuestro ministerio bastaba con “hacer”.

Benedicto XVI con su sabiduría y humildad respondía así: “Recordemos una escena de Marcos, capítulo 6, dónde los discípulos están «estresados», quieren hacerlo todo, y el Señor les dice: «Venid también vosotros aparte, para descansar un poco» (cf. Mc 6, 31). También esto es trabajo —diría— pastoral: encontrar y tener la humildad, la valentía de descansar”. Me pareció profundo y sugerente. El Papa vinculaba humildad con descanso. El reconocimiento de nuestro límite no nos limita, sino que nos abre la puerta a buscar la ayuda que necesitamos. Una manera de cuidarnos y dejarnos ayudar es tener la “valentía para saber descansar”.

Por su parte, el Papa Francisco dedicó la homilía de la Misa Crismal del año 2015 a hablar del cansancio de los sacerdotes.

Con corazón de padre nos animaba con sus palabras: “nuestro cansancio, queridos sacerdotes, es como el incienso que sube silenciosamente al cielo (cf. Sal 140,2; Ap 8,3-4). Nuestro cansancio va directo al corazón del Padre”. ¡Que hermosa la referencia del Papa a la Virgen como “Madre de nuestros cansancios”: “Estad seguros de que la Virgen María se da cuenta de este cansancio y se lo hace notar enseguida al Señor! Ella, como Madre, sabe comprender cuándo sus hijos están cansados y no se fija en nada más. «Bienvenido. Descansa, hijo mío. Después hablaremos... ¿No estoy yo aquí, que soy tu Madre?», nos dirá siempre que nos acerquemos a Ella (cf. Evangelii gaudium, 286). Y a su Hijo le dirá, como en Caná: «No tienen vino».

Francisco se adentra en este misterio del corazón del sacerdote, en sus cansancios afirmando: “una clave de la fecundidad sacerdotal está en el modo como descansamos y en como sentimos que el Señor trata nuestro cansancio ¡Qué difícil es aprender a descansar!”.

El centro de la homilía del Papa consiste en un examen de conciencia para los sacerdotes en el que nos invita a preguntarnos sobre nuestros cansancios y nuestros descansos. El Papa habla “ex abundantia cordis” desde su experiencia de pastor y desde el conocimiento que tiene de la vida y trabajo de los sacerdotes. Francisco insiste que un remedio verdadero para nuestros cansancios está en una vida de fe profunda, en el que la confianza y ternura hacia el Señor, se convierta en nuestro descanso. Nos invita a preguntarnos: “¿Me preocupo y me angustio excesivamente o, como Pablo, encuentro descanso diciendo: «Sé en Quién me he confiado» (2 Tm 1,12)?”. La sabiduría pastoral de Francisco le lleva a señalarnos otra fuente de verdadero descanso, “el amor, la gratitud y el cariño que nos da el pueblo fiel de Dios”.

El Papa nos habla de los cansancios buenos por los que pasa quien se identifica con los sentimientos del Buen Pastor: “Para nosotros sacerdotes las historias de nuestra gente no son un noticiero: nosotros conocemos a nuestro pueblo, podemos adivinar lo que les está pasando en su corazón; y el nuestro, al compadecernos (al padecer con ellos), se nos va deshilachando, se nos parte en mil pedacitos, se conmueve y hasta parece comido por la gente: «Tomad, comed»”.

Hay otro cansancio por el que necesariamente tenemos que pasar, señala Francisco, el “cansancio de los enemigos” antes las persecuciones interiores y exteriores. De nuevo el Papa nos invita a neutralizar estos cansancios haciendo nuestra aquella palabra del Señor “La palabra del Señor para estas situaciones de cansancio es: «No temáis, yo he vencido al mundo» (Jn 16,33). Y esta palabra nos dará fuerza”.

Por último, presenta el más peligroso de los cansancios del sacerdote: “el cansancio de uno mismo”. El Papa lo atribuye al abandono del primer amor citando el conocido texto del Apocalipsis en que el Señor le reprocha a la Iglesia de Éfeso «Has sufrido, has sido perseverante, has trabajado arduamente por amor de mi nombre y no has desmayado. Pero tengo contra ti que has dejado tu primer amor» (2,3-4).

Si Benedicto XVI nos animaba a tener la “valentía para descansar” Francisco nos da unas pautas para “aprender a descansar”. Para uno y otro el cansancio y el descanso no no se cifran tanto en lo que se hace o debe de hacer sino el “espíritu”, el corazón con el que el sacerdote debe afrontarlos. Hay una luz potente en sus palabras: descansar es una cuestión del corazón, de un orden interior que ponen nuestros cansancios y descansos al servicio de nuestro ministerio como un verdadero “officium amoris” en expresión del santo de Hipona. Probablemente de ello nos hablará a los sacerdotes, el Papa León XIV, fiel hijo de San Agustín que conoce también y sabe de nuestros cansancios y descansos. Pero esto será objeto de otra columna que dejaremos para cuando llegue la ocasión.