Diócesis
El obispo de Zamora publica una carta pastoral sobre lo que más le preocupa de su diócesis
21/09/25
El obispo de Zamora, monseñor Fernando Valera Sánchez, acaba de hacer pública una interesante carta pastoral, al inicio del curso, en la que aborda algunas de las cuestiones que más ocupan y preocupan a esa Iglesia de Castilla y León.
- Realidad diocesana
- “Con transparencia en medio de la sociedad”
- Comportamientos inadecuados del clero
- Núcleo central del mensaje
- Fenómeno de la corrupción en la Iglesia
- Codicia, soberbia, dinero, poder
- Conversión sinodal
Mons. Fernando Valera, obispo de Zamora.
Realidad diocesana
Con un texto de sencilla factura, monseñor Valera hace una íntima confesión de juicio sobre la realidad diocesana, también de diagnóstico, que ampara una serie de propuestas y objetivos para el año pastoral que comienza.
El pórtico de la Carta es una cita del Papa Francisco, el pontífice más citado en esta pastoral, como no podía ser menos: “La Iglesia se engaña a sí misma, y engaña al mundo, cuando se presenta como una potencia entre otras, como una organización humanitaria, o como un movimiento evangélico capaz de dar un espectáculo. Ella puede brillar, pero no arder con el fuego del amor de Dios” (Papa Francisco).
“Con transparencia en medio de la sociedad”
Con una no compleja estructura de capítulos que destaca a los destinatarios, “a los sacerdotes, diáconos, religiosos, religiosas y seminaristas”, “a los fieles laicos, familias, jóvenes, los inmigrantes, los más necesitados y los que estáis postrados por la enfermedad” añade un tercero en el que está el meollo del mensaje, “con transparencia en medio de la sociedad”.
Monseñor Valera señala que “intento que el ser obispo de Zamora no suponga que el clericalismo me devore. Algunos me piden que me limite a ello. ¿Qué más da que esconda falta de fe tras el dedo de las tareas eclesiásticas, parroquiales o caritativas? Hay que invertir las prioridades, necesitamos toda una vida para aprender a ser de Cristo. Hay que renunciar a miedos y carreras. ¿Es algo revolucionario en el mundo en el que vivimos?”.
Comportamientos inadecuados del clero
Recuerda el obispo de Zamora que “hace unos días el Papa León hablaba a los Obispos en países de misión y les recordaba que “los comportamientos inapropiados del clero ´No se pueden guardarse en un cajón´. Es verdad que esto, en lo concreto, nos deja perplejos, pero es un camino que hay que seguir con firmeza en todas las instituciones diocesanas”.
En el apartado en el que se dirige al presbiterio confiesa que “mi presbiterio al que siempre he amado, del que he dicho: “son héroes”, servidores humildes, obedientes, serviciales, sencillos, disponibles, que gastan su tiempo por el Santo Pueblo de Dios. Son un anticipo del paraíso. Por eso los quiero reconocer y quiero que nada enturbie esta experiencia y esta realidad. “El bien se difunde” (S. Agustín) y se contagia y nos convierte en Buena Noticia”.
Núcleo central del mensaje
El capítulo tercero aparece, a ojos del observador lector, como el núcleo central del mensaje que el obispo quiere transmitir. Arranca con el relato de un encuentro suyo con el papa Francisco.
“En una de las visitas que he tenido al Papa Francisco -escribe-, me regaló el libro: “Santos, no mundanos. Dios nos salva de la corrupción interior”. De este texto quiero entresacar algunas conclusiones para nuestro caminar diocesano: Nunca instalados en la opacidad. Desde los primeros días ha sido una preocupación importante el ejercicio de la “Transparencia, del buen gobierno y de unas estructuras que entrasen en un camino de conversión”. Hoy puedo decir que las agencias independientes de análisis de transparencia nos han situado en los primeros puestos (primero en uno y segundo en otro). Ha sido el esfuerzo de un equipo y el trabajo callado de mucha gente. Esto mismo lo queremos hacer realidad en otras instituciones importantes para esta Iglesia diocesana. Nuevos equipos de gobierno que en sinodalidad quieren caminar en sintonía con toda la Diócesis”.
Fenómeno de la corrupción en la Iglesia
Monseñor Valera, que se nota ha dedicado no poco tiempo a reflexionar y rezar sobre el fenómeno de la corrupción en la Iglesia, apunta, siguiendo al Papa Francisco, que “pecador sí, corruptos no, dirá el Papa Francisco: El corrupto se pone mal ante cualquier crítica, descalifica, intenta descabezar toda autoridad moral que busque transparencia, desvaloriza a los demás e insulta a quienes piensan distinto. Tiene conciencia de autoperseguido y se convierte en perseguidor. Imponen un régimen de terror a los que le contradicen. Tienen miedo a la luz “porque su alma ha adquirido características de lombriz: en tinieblas y bajo tierra”.
La corrupción, señala el obispo, “se debe: como dirá S. Pablo que “habiendo conocido a Dios, no lo glorificaron ni le dieron gracias como corresponde” (Rm 1, 19ss). Es un cansancio de trascendencia frente al Dios que no se cansa de perdonar. Es la suficiencia humana que se hace esclavo. Tiene olor a podrido. Tiene anestesiado el remordimiento interno. El corrupto tiende a mantener las apariencias, cultivará, hasta la exquisitez, sus buenos modales… para de esta manera esconder sus malas costumbres. Tiene cierta veleidad o superficialidad que lo llevan a cambiar de opinión o a reacomodarse según las situaciones. Se erige en juez, él es la medida del comportamiento moral, del cumplimiento. Son rigoristas en lo pequeño y laxos en lo grande. Pendiente de las normas severas junto a un laissez faire cotidiano. Tiene rostro triunfalista, no tiene esperanza. No conoce la fraternidad, ni la amistad, sino la complicidad. O eres cómplice o enemigo. Se deja seducir por lo efímero, la mediocridad y la rutina; por la tentación de poder. Tiene rostro de vanagloria y narcisismo”.
Codicia, soberbia, dinero, poder
En esta morfología del poder corrupto, monseñor Fernando Valera apunta a sus manifestaciones. “El corrupto, dice el obispo, en el ejercicio del poder implica a otros en su propia corrupción, los rebaja a su medida y los hace cómplices de su opción. Es lucifer como caudillo, que dirá S. Ignacio. Enrola en estado de pecado, en estado de corrupción: codicia, soberbia, dinero, poder. Es una tentación gentil dentro de motivaciones religiosas. La corrupción no es un acto, es un estado personal y social en el que uno se acostumbra a vivir. Es una verdadera cultura, con capacidad doctrinal, lenguaje propio, modo de proceder peculiar. Se elabora la realidad para que haya una aceptación social. Es la cultura del restar, se resta la realidad a favor de la apariencia. El corrupto es un maltratador sistemático”.
Conversión sinodal
Por último, el obispo de Zamora, antes de ofrecemos algunas pistas y actividades para acompañar este proceso de conversión sinodal, invita a todos a “adentrarse en el camino de alegrías y fatigas, de esperanzas llenas de cuidado por el otro, compasión, aprendiendo de Jesús el servicio escondido, el perdón, el consuelo que lleva de parte de Dios. La alegría de la sencillez, del corazón manso y humilde, paciente y capaz de reiniciar caminos nuevos y tender la mano a los otros. Construir la fraternidad, caminar sinodalmente, caminar juntos. Compartir el deseo de comunión, afectiva y efectiva. Ofrecer la propia oración cotidiana”.