Tribunas

Oración por el Papa

 

 

Ernesto Juliá


Papa León XIV.

 

 

 

 

 

“Pedro estaba encerrado en la cárcel, mientras la Iglesia rogaba incesantemente por él a Dios” (Hechos 12, 5)

 

Esa misma noche bajó un ángel a la prisión, despertó a Pedro, abrió todas las puertas, y cuando ya dejó a Pedro en la calle, desapareció de su presencia. Los planes de Herodes de matar a Pedro quedaron frustrados; y la Iglesia comenzó a crecer en todos los territorios limítrofes con Israel.

Hoy no tenemos ningún Herodes que quiera acabar con el Papa, pero si hay más de uno con más poder y más influencia que el miserable –quizá sea el mejor calificativo que le podemos aplicar- Herodes, que pretenden influirle para que no lleve a cabo la misión para que le ha elegido el fundador de la Iglesia que le ha escogido como cabeza visible: la Iglesia de Cristo. La Iglesia Una, Santa, Católica y Apostólica.

Comentarios y artículos que elucubran sobre si es “conservador”, “progresista”, etc., o qué calificativo se le puede aplicar; y tener así un cauce abierto para juzgarle en lo que pueda hacer. Calificativos que no tienen ningún sentido cuando se trata de vivir, o de no vivir, la vida y la doctrina de Cristo.

Desde el primer día de su pontificado me parece que ha dejado bien claro que el centro de toda su misión, es seguir a Jesucristo, Dios y hombre verdadero; y que su misión, en la Iglesia es la misma que recibió Pedro: “fortalecer la Fe de todos los creyentes”; y fortalecerla siguiendo el Magisterio de la Tradición de los dos mil años de vida que lleva   la Iglesia transmitiendo las enseñanzas de Cristo.

Todos somos muy conscientes de los problemas con los que León XIV se tiene que enfrentar, que son una herencia de corrientes de pensamiento, de comportamiento, y de prácticas que se han ido asentando en los diversos ámbitos de la Iglesia y de la sociedad, que han contado con la debilidad de los pastores; y en algunos casos, por desgracia, no solo de la debilidad; también del mal ejemplo.

Encontrar las mejores medidas para resolver todos esos problemas, además de requerir un cierto tiempo para pensar, consultar, y descubrir los cauces más adecuados para aplicar las posibles medidas; tiempo sobre el que León XIV hace un comentario en la Audiencia el 28 de mayo, a propósito de la parábola del buen samaritano.

“Podemos imaginar que, después de haber permanecido mucho tiempo en Jerusalén aquel sacerdote y aquel levita tienen prisa por volver a casa. Es precisamente la prisa, tan presente en nuestra vida, la que muchas veces nos impide sentir compasión. Quien piensa que su viaje debe tener prioridad, no está dispuesto a detenerse por otro”.

Hace apenas cinco meses de su elección, y es lógico darse cuenta de que necesita pensar, meditar, consultar, en materias tan graves y serias como las que se ha encontrado; y pedirle muchas luces a la Trinidad Beatísima, Padre, Hijo y Espíritu Santo,

En la homilía de la Santa Misa en el inicio del Pontificado, y después de señalar que “afrontamos ese momento –se refiere al cónclave- con la certeza de que el Señor nunca abandona a su pueblo, lo reúne cuando está disperso y lo cuida “como un pastor a su rebaño” (Jr 31, 10)”, añade:

“Hemos puesto en las manos de Dios el deseo de elegir al nuevo sucesor de Pedro, el Obispo de Roma, un pastor capaz de custodiar el rico patrimonio de la fe cristiana y, al mismo tiempo, de mirar más allá, para saber afrontar los interrogantes, las inquietudes y los desafíos de hoy. Acompañados por sus oraciones, hemos experimentado la obra del Espíritu Santo, que ha sabido armonizar los distintos instrumentos musicales, haciendo vibrar las cuerdas de nuestro corazón en una única melodía”.

“Fui elegido sin tener ningún mérito y, con temor y trepidación, vengo a ustedes como un hermano que quiere hacerse siervo de su fe y de su alegría, caminando con ustedes por el camino del amor de Dios, que nos quiere a todos unidos en una única familia”.

León XIV nos pide oraciones a todos los cristianos para que la gracia de Dios inunde su espíritu a la hora de tomar decisiones sobre la doctrina, sobre las personas, que ayuden a todos los creyentes a ser firmes en la Fe y en la Moral, que la santa Iglesia ha vivido a lo largo de los siglos, y en seguir descubriendo los Misterios de Amor ocultos en la Encarnación del Hijo de Dios. Esa es su misión, la Misión encomendada a Pedro por Nuestro Señor Jesucristo.

Y como él, dejemos nuestras oraciones en manos de la Madre de Dios, María Santísima, como León XIV hizo, al rezar el Regina Caelis, al final de la Misa de inicio de su pontificado: “Mientras encomendamos a María el servicio del Obispo de Roma, Pastor de la Iglesia universal, desde la “barca de Pedro” contemplémosla a Ella, Estrella del mar, Madre del Buen Consejo, como signo de esperanza. Imploremos por su intercesión el don de la paz, el auxilio y el consuelo para los que sufren y, para todos nosotros, la gracia de ser testigos del Señor Resucitado”.

 

 

Ernesto Juliá Díaz
ernesto.julia@gmail.com