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30/09/25
Monseñor Jesús Moliné, obispo emérito de Chiclayo.
El próximo 19 de octubre se celebra el Domund. Obras Misionales Pontificias se esfuerza año tras año por traernos misioneros de todo el mundo que visibilicen su labor y evangelización, trabajo que hay que valorar por su creatividad y empeño. En esta última campaña nos muestran dos misioneros españoles que compartieron la misión de Robert Prevost en Perú antes de ser elegido Papa.
Cada mes de octubre, el Domund se convierte en un altavoz global para recordar que la misión no es un recuerdo lejano, sino una realidad viva que necesita apoyo constante. Y si algo caracteriza a las campañas de Obras Misionales Pontificias (OMP) es su capacidad de visibilizar lo invisible: rostros concretos, testimonios que conmueven y recursos creativos que hacen tangible la grandeza de la misión.
Este año, la pieza central es un vídeo en el que dos misioneros españoles —Jesús Moliné y Eduardo Martín Clemens— rememoran sus años de misión junto a Robert Prevost en Chiclayo, Perú, hoy Papa León XIV. El impacto es inmediato: el Pontífice actual no es presentado como una figura distante, sino como alguien que recorrió pueblos a caballo, que fue formador en seminarios y que encarnó, desde su juventud, el espíritu misionero. Ese relato convierte al Papa en espejo y símbolo de lo que significa la misión: salir, servir y acompañar.
El Domund ha sabido reinventarse sin perder esencia. Este 2025 no solo ofrece un vídeo-testimonio, sino también carteles en parroquias, guías de oración, materiales pedagógicos —como el proyecto “Domund en el cole”— y hasta recursos adaptados para niños con TEA. Esa amplitud creativa convierte la campaña en una herramienta que llega a todos: desde escolares hasta mayores, desde las parroquias urbanas hasta las rurales.
Es un ejercicio de comunicación eficaz, no para adornar un mensaje, sino para hacer cercano lo lejano. Porque cuando vemos el rostro de un misionero que ha entregado su vida en África, Asia o América Latina, comprendemos que el Domund no es teoría: es realidad concreta que se sostiene gracias a la oración y a los donativos.
Hay un dato que siempre sorprende y que merece destacarse: España es el segundo país del mundo que más colabora económicamente con el Domund, solo por detrás de Estados Unidos. Y no es un hecho aislado: España también lidera el número de misioneros enviados a los territorios de misión. En una sociedad marcada por la secularización, esta respuesta solidaria revela una reserva de fe y generosidad que no se apaga.
Cada año, millones de euros salen de parroquias, colegios y hogares españoles rumbo a proyectos misioneros en los cinco continentes. No son cifras anónimas: detrás hay escuelas que se levantan, hospitales que se mantienen abiertos, comunidades que tienen agua potable o jóvenes que acceden a formación.
El Domund es, en el fondo, un recordatorio incómodo para una sociedad instalada en la comodidad: nos confronta con la pregunta de hasta dónde llega nuestra capacidad de compartir. Pero también es un espejo esperanzador: demuestra que aún en un mundo que relativiza la fe, hay millones de personas que entienden que el Evangelio se traduce en compromiso, servicio y ayuda concreta.
Por eso, cuando el 19 de octubre escuchemos hablar de colectas y de campañas, conviene no reducirlo a un rito anual. El Domund es mucho más: es la expresión de una Iglesia en salida, que con creatividad, testimonio y cercanía sigue tendiendo puentes donde parece imposible.
En un mundo cada vez más secularizado, bien merece un aplauso que el Domund no solo se mantenga, sino que crezca en creatividad, visibilidad y generosidad. Porque mientras haya alguien capaz de dar y alguien dispuesto a salir en misión, la esperanza seguirá teniendo futuro.
Les dejo el vídeo.