Tribunas
02/10/2025
Noches Toledanas
José Francisco Serrano Oceja
En estos días, y no solo en Toledo, han sido muchos los que han pasado una noche toledana, expresión que en el Diccionario, desde Covarrubias o Correas, significa “noche que se pasa sin poder conciliar el sueño”.
No puedo afirmar si el origen histórico de esta expresión está referido a la Jornada del foso, acaecida en el 797. Lo que está claro es que que forma parte del patrimonio común de la lengua y ahora nos viene que ni pintada.
Gracias a Dios, la tensión mediática primera ha pasado, con lo que entramos en la fase de inevitable reflexión sobre lo ocurrido. Confieso que hacía tiempo que un hecho no me ha impactado tanto.
En estas circunstancias hay que seguir distinguiendo entre los hechos y su repercusión mediática. Dos líneas paralelas que no siempre tienen momentos de intersección simultáneos.
Permítaseme hacer una reflexión de carácter socio-mediática, no preferentemente espiritual, que quizá debiera hacer. No quisiera moralizar sobre lo ocurrido, ni utilizar la falsa espiritualidad de la sublimación como forma de restar o añadir nada al hecho.
Sobre lo ocurrido, seguro que alguien se está planteando por qué un caso de esta o similar naturaleza no es tan aislado como pudiera parecer. Así, sin hacer una búsqueda en profundidad en los medios, nos encontramos con noticias sobre sucesos, digamos, no ejemplares de vidas de sacerdotes, también con repercusiones jurídicas civiles o canónicas, en los últimos tiempos, en Plasencia, Madrid, Málaga, Valencia y ahora Toledo.
En términos generales hay dos factores además que entran en juego, que aparecen separados o unidos, las adicciones –podemos incluir aquí el alcohol-, y las relaciones sexuales denominémoslas impropias a la promesa de celibato y al modo de vida sacerdotal –homosexuales, también heterosexuales- conducentes a formas alternas y alteradas de vida, por ser eufemístico.
Otra cuestión es el hecho de que estamos en una sociedad interconectada de la transparencia. Por lo tanto, nunca es más cierto aquello de que “nada hay oculto que no llegue a revelarse”, es decir, que tarde o temprano sale todo o casi todo a la luz.
Este fenómeno, el de la sociedad de la transparencia, -cualquiera te puede grabar con el móvil en el lugar menos insospechado- está relacionado con la posibilidad o viabilidad de las formas de doble vida.
Más allá de reflexiones antropológicas o espirituales, lo que está claro es que, de una forma u otra, todos sabemos cuáles son nuestras zonas grises y cuáles los medios que debemos activar para evitar esas zonas.
En este sentido me he preguntado qué papel en estos procesos juega la amistad, los amigos. Si algo tengo claro es que si algún día se me va la cabeza, por debilidad o por cualesquiera razón añadida –también la del chantaje-, mis amigos serán los primeros que me coloquen frente a la realidad.
En cualquier situación de crisis personal, y esta es una experiencia común, la confidencia con un amigo es el principio de la superación de esa crisis. Llámese amigo, familiar, sacerdote cercano, confidente, director espiritual, etc.
En esta clave de la amistad, dejo a un lado la necesidad, cada vez más imperiosa, de que los sacerdotes estén acompañados por los laicos y que los sacerdotes establezcan auténticos vínculos de relaciones de amistad entre sí y con su obispo. El perfil de obispo que parece que están más a gusto con los laicos que con los sacerdotes ciertamente no parece el más adecuado para estos momentos. El perfil de sacerdotes francotiradores, ni les cuento.
Otra cuestión son las configuraciones particulares de las diócesis o de los presbiterios. Lo que está claro es que el ambiente cultural y social no protege ya ni a los restos del clericalismo en los sistemas o instituciones públicas o privadas.
Sobre la relación entre el hecho y su repercusión mediática, una vez que ha pasado, daría para una tesis doctoral, que quizá algún día tenga que hacer alguien en la clave de la comunicación de crisis.
No se trata solo de tener un Plan de Crisis en el ámbito de la comunicación de las diócesis, que sí es evidente que hay que tener. No se trata de contratar los servicios de una agencia especializada, que quizá sí, a costa de no poco dinero.
Lo que es determinante es que en la relación entre hecho y repercusión mediática la verdad sea el puente entre ambos procesos.
Como la vida cristiana es un permanente “ahora comienzo”, o como decía el dominico Adrien Candiard, el mensaje de Jesús siempre salva y revela que “el escándalo de este mal que desfigura el mundo es siempre el mismo, de generación en generación. Y su explicación es, en el fondo, siempre la misma: el amor no es amado. El mismo rechazo que crucificó al Amor hecho hombre sigue estando siempre activo”.
Al fin y al cabo, el combate escatológico, con su violencia y sus incertidumbres, “es el que actúa en mis tics de egoísmo y en mis deseos de hacer el bien, en mis fidelidades y en mis impaciencias. Y vencer en este combate es, en primer lugar, aceptar que la victoria ya está adquirida, no en virtud de mis esfuerzos, sino por el amor infinito que se muestra en la cruz de Jesús y que tengo que dejar entrar, poco a poco, en mi propia vida”.
José Francisco Serrano Oceja