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Pepe Álvarez descansa: su siembra sigue floreciendo

 

 

 

07/10/25 | Zenón de Elea


 

 

 


Mons. José Antonio Álvarez, obispo auxiliar de Madrid.

 

 

 

El corazón de Madrid y de toda su Iglesia sufre la partida prematura de Mons. José Antonio Álvarez Sánchez, obispo auxiliar de Madrid, víctima de un infarto en la madrugada del 1 de octubre. Tenía 50 años. En estos días, Alfa y Omega ha hecho un despliegue informativo admirable —felicidades sinceras a su equipo—, reuniendo testimonios, oficios y recuerdos que ayudan a conocer más de cerca la humanidad y espiritualidad de uno de los obispos más jóvenes de España.

Desde el primer anuncio, la archidiócesis expresó su “profundo dolor” por la pérdida de un pastor entregado al Evangelio, un hombre nacido en Madrid, formado en sus parroquias y seminarios, cuya vida sacerdotal estaba íntimamente unida al pueblo madrileño. 

Las crónicas recogen que Pepe fue rector del Seminario Conciliar de Madrid desde 2015, formador en seminario menor, director espiritual en los Cursillos de Cristiandad, entre otros cargos. Más aún: buena parte de su vida adulta estuvo vinculada a la formación sacerdotal o al acompañamiento espiritual; no es exagerado decir que ejerció el ministerio del cuidar.

Sus cualidades quedan expuestas por quienes tuvieron la gracia de conocerle de cerca. Juan Carlos Merino, vicario del clero, habla de él como un hombre "muy apasionado en su ministerio" con "bondad innata". El rector del seminario de Madrid, Antonio Secilla recuerda que Pepe vivió «en la cercanía y en el afecto». Muchos otros destacan su sonrisa, su caridad, su capacidad para acompañar, también en los momentos de oscuridad. Para muchos, Pepe fue padre, hermano, amigo, confidente y pastor.

Durante el funeral en la catedral de la Almudena, monseñor José Cobo pronunció una homilía cargada de ternura y hondura que merece ser recordada. Al inicio, con voz quebrada, dijo: “A Dios no se le mueren sus hijos sino que siempre nos abraza”. Invitó a abrir el corazón y a presentar al Señor la vida de José Antonio: que su partida no sea una herida sin sentido, sino un paso hacia la vida definitiva.

Cobo evocó el lema episcopal de Álvarez, Sígueme, en diálogo con la parábola del grano que muere para dar fruto. Jesús le insiste: “No temas; lo que sembraste es suficiente; tú ven y sígueme”. Recordó que Pepe solía decir con frecuencia: “Lo que Dios quiera, lo que Dios quiera”, un abandono confiad que ilustraba su carácter.

El arzobispo insistió en que el verdadero apostolado muchas veces no deja grandes obras visibles, sino semillas: palabras predicadas, sacramentos celebrados, lágrimas compartidas, cafés conversados. Esa fue la misión de José Antonio: entregar su vida para que otros florecieran.

Y concluyó así: “La vida solo se gana cuando se entrega … la muerte no es un final absurdo, sino el momento en que la semilla empieza a germinar en plenitud”. ¡José Antonio, gracias por tu siembra: lo mejor está por venir!

Se le recordara como “Pepe”, nombre de confianza, y no como un prelado distante: su presencia fue siempre humana y a la vez sagrada. Pepe sembró con amor para que sus obras sigan vivas en Madrid. Que su memoria nos impulse a no escatimar en entrega ni en caridad.

Que don José Antonio Álvarez interceda por nosotros, por su Iglesia, y que sigamos la ruta que él caminó, con generosidad y humildad. Y que, como dijo el cardenal Cobo, sigamos confiando: lo que Dios sembró es suficiente, y en Él hay vida nueva.