Tribunas
09/10/2025
El aborto y la injerencia de las sacristías
José Francisco Serrano Oceja
Imagen de la Marcha Sí a la Vida 2024.
Mientras leo el libro de Matthieu Lavagna, “La razón es provida. Argumentos no religiosos para un debate sereno” (Rialp), en el suelo patrio se destapa la caja de los truenos del debate social sobre el aborto.
Que no, que por mucho que quieran hacernos entender, el debate sobre el aborto en la sociedad española no está cerrado mientras haya quienes pensemos que el derecho al aborto no nos hace mejores como sociedad.
Pongo un ejemplo. Todas las mañanas suelo hacer una cata radiofónica. En la tertulia de uno de los programas más escuchados, sacan a pasear la famosa medida del alcalde de Madrid sobre la información a las madres gestantes que quieren abortar. Se habla o se fulmina el síndrome post-aborto, se avanza un poco más en la temática de la actualidad con la propuesta de la Comunidad de Madrid de reconocer el derecho del concebido y no nacido para determinadas instituciones jurídicas, la herencia, por ejemplo.
Cuando escucho ese programa, aún el presidente del Gobierno no había hablado de la necesidad de una reforma constitucional para que reconozca el aborto como un derecho. Reforma imposible con la actual aritmética parlamentaria.
En la tertulia, a uno de los partícipes, persona moderada, se le ocurrió empezar a poner en duda el mainstream con el simple argumento de que la legislación establece una cesura de legalidad. No se pueden realizar abortos a partir de la semana X. Se pregunta por qué y qué relación tiene esta limitación con el estatuto del embrión, con la realidad científica…
La que se armó es indescriptible. Con una violencia inusitada, las mujeres que estaban en el programa empezaron a chillar argumentos. El más intelectual del grupo se fue por elevación a analizar el contexto de la polémica, en lo que él llama las guerras culturales, para fustigar la “injerencia de las sacristías”, entre otras causas.
Esto que he narrado se producía en el primer día de la reunión de la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal. Reunión que, al final de sus trabajos, hacía pública un Nota sobre la paz en Gaza.
En la rueda de prensa, se le preguntó al obispo secretario sobre las medidas políticas que pretenden crear una cultura de la vida y contestó con claridad, sin profundizar mucho en los argumentos.
Se nos viene un tiempo político en el que, de nuevo, lo referido al aborto va a ser utilizado como arma electoral. Ahí tenemos la demanda del Ministerio de Sanidad a determinadas Comunidades Autónomas sobre la exigencia de elaborar un registro de médicos objetores. Un nuevo señalamiento social.
Que esta cuestión sea instrumentalizada desde la política electoral, ¿va a impedir que determinados actores sociales, con reconocida capacidad de penetración mediática, y medios, entren en letargo?
Ante lo que se avecina, debiéramos preguntarnos, a los efectos que nos ocupan, qué papel va a jugar la Iglesia en esta conversación nacional y cuáles son los argumentos que se van a esgrimir.
No digo qué papel van a jugar los obispos. Está claro que la teoría de la “injerencia de las sacristías”, a fuer de falsa, lo que pretende es generar una espiral del silencio. La “injerencia de las sacristías” no se resuelve con permitir que hablen sólo los especialistas en sacristías mentales.
La cuestión del aborto no está cerrada, está abierta socialmente. Si no fuera así, estaríamos ante uno de los síntomas más preocupantes del sopor social.
Recuerdo sólo que nacieron tres cientos mil niños al año (322 mil en 2024) y se han abortado ciento seis mil (106 mil en 2024). Saquen ustedes las conclusiones.
Tenemos una nueva oportunidad para que el pensamiento cristiano se esfuerce por llevar la cuestión a otro terreno de juego y hacer una propuesta viable a través de una argumentación adecuada, con un lenguaje inteligible.
No vaya a ser que determinadas dinámicas sociales, que pretenden hacernos entender que la cuestión del aborto es una cuestión ya cerrada, que no hay posibilidad de plantear una alternativa y que las religiones no tienen nada que decir aquí, se imponga por incomparecencia de determinados interlocutores sociales.
José Francisco Serrano Oceja