Tribunas

PPC o lo que aprendí estos días en Salamanca

 

 

José Francisco Serrano Oceja


 

 

 

 

Hacía tiempo que no volvía a Salamanca. Esta pasada semana tuve la oportunidad de regresar a mi “Alma mater” para participar en la Jornada del 70 aniversario de la fundación de la editorial PPC.

Un día intenso que me sirvió para aprender no poco, para descubrir cómo la universidad del episcopado español tiene un rector que es todo sentido común y buen humor, cómo el edificio en el que estudié se ha adaptado a los tiempos en una ejemplar conjunción de tradición y modernidad como síntoma de un momento dulce de esa comunidad académica.

En el diseño de la Jornada de esta empresa cultural y editorial, PPC, editora de la revista “Vida Nueva”, sin la cual no se entendería el catolicismo español contemporáneo, hablar de su historia era lo menos comprometido.

No tuve más que recurrir, 27 años después, a lo que escribí en mi tesis doctoral, actualizarla con la aparición de algunos nuevos documentos, y entretejerlo todo de forma que se me entendiera.

Es curioso porque en la tradición académica latina, no alemana, se dice que la tesis doctoral es la primera obra, por tanto, la de menor valor, la más imperfecta, de la que una vez avanzado el camino ya nadie se acuerda. Sin embargo, no está mal, de vez en cuando, volver al amor primero.

La expectativa estaba en el tejado del religioso marianista Javier Cortés. Les diré que Javier es un marianista que lo ha sido todo, o casi todo, en esa Congregación religiosa, presidente de SM, director de importantes colegios, hermano de obispo, de Superior General…

Pues bien. Gracias a su formación de filósofo y de hombre de bien aseadas lecturas, y de experiencia eclesial y de mundo, su intervención, que me dio la impresión tenía varios niveles de escucha -espero que pronto de lectura-, y que estaba referida a la interpretación del pasado y a la apuesta por el futuro, fue una auténtica lección magistral sobre el momento cultural, intelectual, eclesial, incluso empresarial, para una aventura editorial como la convocante.

Afirmaciones suyas como lo que significa, en las realidades de Iglesia, la diferencia entre la actitud amnésica o anamnésica, la descripción de los productos culturales como fuente de sentido, la fenomenología de las actitudes inadecuadas como las de resistencia o adaptación, o los peligros de lectura del pasado desde la pérdida de lo que fue o fuimos, entre otras muchas, me parecieron de una genialidad que hacía tiempo no había escuchado en entornos eclesiales.

Salvando las distancias, me recordó algunos aspectos de lo que estoy ahora leyendo en el libro de Luigi Giussani, “Una revolución de nosotros mismos”, el acta de un momento determinante de cambio en la vida de Comunión y Liberación.

Ya había percibido, por sus últimos libros, que tenía que seguir la pista de lo que estaba escribiendo el marianista Javier Cortés, en ese caso aplicado a la Escuela Católica.

Ahora me ratifico.

 

 

José Francisco Serrano Oceja