Opinión

Reza por quienes nos dejaron: historias que cruzan la vida y la muerte

 

 

Sharael Sánchez


Primer plano de una cruz de madera
hecha a mano en el suelo, con el sol brillando.

Crédito: Freepik.es.

 

 

 

 

 

Perder a un ser querido deja un vacío que parece imposible de llenar. El silencio duele, el recuerdo golpea, y a veces sentimos que no hay consuelo. Sin embargo, para los católicos, la oración por los difuntos no es solo un gesto simbólico: es un acto de amor que trasciende el tiempo, un puente que une nuestra vida con quienes ya descansan en Cristo.

Hace unos meses, una amiga me contó cómo la oración por su madre le devolvió la paz que creía perdida:

"Cuando rezo por ella, siento que seguimos conectadas. No está lejos, está más cerca que nunca."

 

Marina, que perdió a su esposo, comparte algo similar:

"No siento que lo haya perdido, siento que lo abrazo con mi oración. Cada Padrenuestro es un hilo que nos une."

 

Jesús mismo nos enseñó esta verdad. Ante la tumba de Lázaro, lloró. Su llanto nos recuerda que el dolor es humano, pero también que la muerte no tiene la última palabra:

"Yo soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá" (Jn 11, 25).

 

San Pablo refuerza esta esperanza:
"No queremos que vivan en la ignorancia acerca de los que ya han muerto… Porque nosotros creemos que Jesús murió y resucitó; de la misma manera, Dios llevará con Jesús a los que murieron con él" (1 Tes 4,13-14).

 

Orar por los difuntos beneficia tanto a quienes descansan como a quienes permanecemos aquí. El Catecismo nos recuerda: “Nuestra oración por los difuntos es eficaz para su alivio” (n. 1032). San Juan Pablo II enfatiza que “la oración de los vivos puede ayudar a purificar a las almas del purgatorio.” Cada intención, cada plegaria, cada pensamiento transformado en oración es un acto de amor que trasciende lo visible.

Este noviembre, Hozana, la red social católica de oración, nos invita a vivir esta experiencia a través de dos sencillas acciones:

 

 

La invitación es clara: unámonos para elevar nuestras plegarias de manera unánime, convirtiendo el recuerdo de nuestros seres queridos en consuelo compartido y esperanza viva.

En la oración, el amor no muere, y la vida en Cristo nos reúne más allá de la muerte.

 

 

 

Artículo redactado por Sharael Sánchez, de la asociación Hozana