A LA LUZ DE LAS PARÁBOLAS DE JESÚS

LA PARÁBOLA DE LA CASA SOBRE LA ROCA

 

Víctor Corcoba Herrero/ Escritor | 25.08.2015


La Palabra:

                En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "No todo el que dice: ¡Señor, Señor!, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre, que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: ¡Señor, Señor!, ¿no profetizamos en tu nombre, y en nombre tuyo arrojamos los demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Yo entonces les diré: ¡Nunca os conocí; apartaos de mí, obradores de iniquidad! Aquel, pues que escucha mis palabras y las pone por obra, será el varón prudente, que edifica su casa sobre roca. Cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, y dieron sobre la casa; pero no cayó, porque estaba fundada sobre roca. Pero el que me escucha estas palabras y no las pone por obra, será semejante al necio, que edificó su casa sobre arena. Cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos y dieron sobre la casa, que se derrumbó estrepitosamente. Cuando acabó Jesús estos discursos, se maravillaban las muchedumbres de su doctrina, porque les enseñaba como quien tiene poder, y no como sus doctores". (Evangelio de San Mateo 7, 21-29).

 

La Reflexión:

                La hondura de esta parábola germina de la verdadera sabiduría, en la que tanto su naciente como su cauce, caminan con la naturalidad de sentirse verbo en todo momento y situación. Por consiguiente, es un examen interior entre lo que decimos y lo que en verdad hacemos, porque la palabra por si misma apenas vale nada, son nuestras acciones concretas las que embellecen ese camino, y nos dan vida, y en abundancia. Consecuentemente, sería bueno hacernos el siguiente propósito…

Conozco la palabra, ¿me alimento de su bondad?.
Vivo en esa palabra, ¿muero hasta desvivirme por ella?.
Descanso por la palabra, ¿la pongo en mi vida y la vivo?.
El método es ser yo mismo tanto en la voz como en el sentir.
Sólo así se llega a la esencia en Cristo y no al vacío del verbo.

                Evidentemente, la roca de este pensamiento es Jesucristo, nuestro Redentor; es el Señor de todos los abecedarios, puesto que vive en los lenguajes liberadores del espíritu. En consecuencia, cada uno de nosotros hemos de caminar más allá de las palabras, dando sentido a nuestra existencia de amor y luz, proveyéndonos de humildad y resistencia para los momentos de dificultades. Al fin y al cabo, somos constructores de espacios con vidas. Por tanto...

Estamos llamados a ser para sí y los demás.
Uno ha de ser tan humilde como la fina lluvia.
Sólo así se descubre la verdad de lo que somos.
A un ser humano solo le puede asistir su análogo.
Y a un corazón de piedra, sólo Dios lo vuelve amor.

                He aquí, por consiguiente, la afirmación que "la salvación no se compra ni se vende, se regala, es gratuita". Así "el modelo de este camino de Redención es Dios mismo, su Hijo, que no estimó un bien irrenunciable ser igual a Dios -lo dice Pablo- sino que se anonadó a sí mismo y obedeció hasta la muerte y una muerte de cruz". De ahí la importancia de construir mi vida sobre la forma firme de su amor. Así...

Imitemos el ejemplo de María, nuestra Madre.
La Señora que supo decir sí y fiarse de la llamada.
Ella que supo elevar sus plegarías y plegarse al Padre.
Fiel a su palabra supo ponerse en camino y proteger al Hijo.
Es nuestra mediadora en la tierra  e intermediadora en el cielo.

                Ciertamente, después de este destierro, le decimos, ¡oh clementísima, oh piadosa dulce Virgen María, muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre, para no caer en la tentación y poder abrazar el cielo por la órbita radiante de lo eterno. Nos lo recuerda ella misma en el Magníficat: "el Señor derriba la vanidad, el orgullo de las personas que se creen ser roca" Son "personas que van sólo detrás de una palabra, sin Jesucristo". Hacen propia una palabra que es cristiana "pero sin Jesucristo: sin la relación con Jesucristo, sin la oración con Jesucristo, sin el servicio a Jesucristo, sin el amor a Jesucristo". En cualquier caso, somos pecadores, tengámoslo presente siempre…

Porque andamos tan endiosados.
Porque nos creemos más que Dios.
Señor, ¡ten compasión de este pecador!.
Sí, para vivir en el amor, hay que amarse.
Sabed que el amor únicamente viene de Dios.

                Efectivamente, el amor se injerta a través del Evangelio, que nos infunde valor y esperanza. Desde luego, resulta significativo, que "los Padres egipcios del desierto afirmaran que la vanidad es una tentación contra la que debemos luchar durante toda la vida, porque siempre vuelve para quitarnos la verdad". Yo añadiría hasta nuestra propia conciencia de dejarnos ser lo que queramos ser.  Justamente, por esto…

Cuidado con traicionar el propio corazón.
Mezcla a tu prudencia un grano de confianza.
Para los vanidosos todos los demás son adeptos.
Olvidan que los seres humanos grandes son sencillos.
Y que la admiración es amor congelado, descongelémonos.

                Al fin y al cabo, en esta vida de tantas ocupaciones y compromisos. a veces olvidamos la más importante, y es que somos de Dios y a Dios hemos de volver como dimensión comunitaria. Para ello, hemos de poner en hábito la Palabra (con mayúsculas), sólo así pasaremos de ser un cristiano de apariencia a ser cristianos de autenticidad. Precisamente, el Papa Francisco, "habla de la fuerza de un cristiano y de la debilidad; de roca y de arena". En efecto, "el cristiano es fuerte cuando no sólo dice que lo es, sino cuando vive su vida como cristiano, cuando pone en práctica la doctrina cristiana, las palabras de Dios, los mandamientos, las bienaventuranzas". Ya saben, no sólo hay que parecerlo, hay que serlo y hay que vivirlo. Por lo demás, Pablo lo expresa claramente cuando "habla del agua que salía de la roca en el desierto: la roca era Cristo, la roca es Cristo". Consiguientemente, lo único que cuenta es "estar fundado solamente en la persona de Jesús, en el seguimiento de Jesús, por el camino de Jesús". Con razón, Jesús es mi ser, es mi todo porque en todo está conmigo. Descubrámoslo. Seremos roca y no arena.

 

Víctor Corcoba Herrero
corcoba@telefonica.net
25 de agosto de 201
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