COMPARTIENDO DIÁLOGOS CONMIGO MISMO

ACOMPAÑADOS Y ACOMPASADOS POR DIOS

 

 

Víctor Corcoba Herrero/ Escritor | 07.10.2017


 

Somos el verbo que camina,
el verso que late,
el pulso de una atmósfera
contemplativa,
el habitáculo de un deseo,
la fuerza mística del Creador.

Ninguno está excluido
del abrazo,
ni del encuentro con la vida,
ni del reencuentro
consigo mismo y con el Señor,
pues Dios es quien nos alienta.

Es cuestión,
de reconocerse y reconocerlo,
de acogerse y recogerse,
de vivirse y revivirse,
de amarse y reanimarse,
pues su gozo es nuestro sustento.

Siempre ahí, a pie del camino
dándonos aire, visitándonos
y consolándonos, como nadie
puede hacerlo, pues sólo Jesús
es el poema perfecto,
algo que no se ve, pero se siente.

Y lo que sentimos,
es la luz que nos permite ver,
para comprender quien soy,
y no un ser ficticio,
creado por mi soberbia,
tan necio como repelente.

Volvamos a la búsqueda,
retornemos a la humildad,
seamos como la brisa,
un soplo de amor,
contra las coronas de espinas,
que nadie ha de mecer ni merecer.

Cualquiera, cargado de ausencias,
reflexiona sobre el yo sin ellos,
y lleno de ilusiones deambula,
a la espera de poder hallarse,
con los que un día se fueron,
para ser por siempre más cielo que mundo.

Que la belleza no es por sí sola nada,
lo es en comunión, tan eterna como tierna,
el significado de lo que florecemos,
un estado del alma, un estadio de gozos,
el esplendor de esa verdad,
con la que ansiamos reconocernos y amarnos.

 

Víctor Corcoba Herrero
corcoba@telefonica.net
07 de octubre de 2017