Cartas al Director

 

Las lágrimas del cocodrilo

 

 

 

“Una mentira no tendría ningún sentido
a menos que sintiéramos la verdad como algo peligroso”
Alfred Adler

 

 

 

César Valdeolmillos Alonso | 25.03.2024


 

 

 

 

Tras conocer por la prensa que un juzgado ha abierto diligencias de investigación por una denuncia contra su esposa, el presidente del Gobierno ha publicado una carta abierta dirigida a la ciudadanía en el antiguo twitter, en la que afirma que: Vive con impotencia el fango que se esparce sobre su mujer, y se pregunta si debe continuar o renunciar, motivo por el cual cancela su agenda, y se da de plazo hasta el próximo lunes, para meditar su futuro.

Señor presidente: como destinatario de su carta —al igual que el resto de los ciudadanos españoles— con mi más profundo respeto, permítame que haga alguna reflexión al hilo de su exposición de motivos.

En primer lugar, ante la situación personal que le rodea, comprendo la profunda preocupación en la que intuyo debe estar sumergido. A cualquier ser humano con un mínimo de sensibilidad y sentimientos, le ocurriría lo mismo. Entiendo que cuando usted afirma que están esparciendo fango sobre su mujer, quiere decir que la están vilipendiando, que la están denigrando, que es la interpretación que la RAE hace de esa expresión.

Hasta donde yo sé —y por supuesto, con mi máximo respeto a la presunción de inocencia que a todos nos otorga la Constitución— lo que se ha publicado es una serie de reuniones que, al parecer, mantuvo su esposa con determinadas personas que formaban parte de unas empresas privadas, y que coincidentemente, y con posterioridad a dichas reuniones, fueron beneficiadas con adjudicaciones del Gobierno. Y según refleja el documento que acompaña la información, supuestamente fueron apoyadas por escrito por su esposa.

Lo que me llama poderosamente la atención señor presidente, es que si todo lo que se ha publicado, no son más que bulos, cuestiones falsas, y la mayoría inventadas, si se han falseado documentos, si se ha tergiversado la verdad, si todo ello no es más que un infame ataque personal a su esposa para destruirle políticamente, ¿Por qué en ningún momento ha comparecido usted públicamente, para negar rotundamente, categóricamente, los hechos que se describen en dichas informaciones?

En cualquier caso, si todo es fruto de una sucia maniobra política de la ultraderecha, pienso que el hecho de que un juzgado haya abierto diligencias de investigación tras una denuncia, en vez de abrumarle, debería alegrarle —usted ha afirmado su plena confianza en la justicia— porque será la única forma de que se sustancie la verdad de los hechos, lo que indirectamente supondrá sin duda, un acrecentamiento de su prestigio político.

Estoy plenamente de acuerdo con la vicepresidenta primera del Gobierno cuando subrayó la importancia de dejar a los familiares fuera de la pugna política, y afirmó que “no todo vale” en la batalla política.

Ante su carta pública, no le voy a negar señor presidente, que esos poderes fácticos de la ultraderecha que usted dice que son tan malos, seguramente aprovecharán la ocasión para utilizar la sabia reflexión de Anaxágoras: “Si me engañas una vez, tuya es la culpa. Si me engañas dos, es mía.” Una reflexión que recuerda la importancia de aprender de nuestras experiencias y no permitirnos ser engañados repetidamente. Y ello porque no tienen en cuenta que la política es una actividad dinámica en la que hay que adaptarse a las circunstancias, y por tanto cambiar de opinión, como tan prudentemente suele usted hacer.

Seguramente dirán que hay que ser precavidos y no ser ingenuos.

Probablemente afirmarán que sus quejas contra la perversión del adversario ocultan el deseo de invertir y controlar la realidad para ajustarla a sus intereses. Ignoran que en este mundo todo tiene un límite. Y ese límite lo impone la propia realidad. Sobre esa realidad podrán mentir, hacerse ilusiones o simplemente equivocarse, pero para eso habrán de formular un argumento, que, más tarde o más temprano, habrá de enfrentarse a la terca realidad que acabará por desbaratar las falsedades que contra ella puedan haber erigido.

Realmente hay que temer a quienes tienen muchos más medios de persuasión y de aniquilación de la disidencia y, por tanto, de sustitución de la realidad por una fantasía o un deseo, a veces delirante.

No me extrañaría que la humanidad que trasciende de su carta, fuese calificada como una maniobra de regate corto, tras la cual se esconde la sabiduría del cocodrilo, que llora cuando devora a sus víctimas.

"No me parecería aventurado que llegasen a argumentar que a usted ni siquiera se le ha pasado por la imaginación abandonar el poder. Que emulando a Julio César, pudiera estar tratando de provocar una reacción en forma de movimiento plebiscitario de apoyo a su persona. Esto le serviría de pretexto para revestirse con el manto de una hipócrita dignidad y un artificioso sacrificio por el bien de España. Ello le permitiría proclamar sin ruborizarse que ha decidido sacrificarse y continuar en su posición, evitando de este modo la tiranía que supondría que gobernarse la derecha. Tal debe ser su frustración tras las expectativas que pusieron en las últimas elecciones generales y tales las ganas de que abandone el poder, que aprovechando su delicada situación política, sería un milagro que no terminasen cantando aquella copla que tanto sonó en la voz de Rocío Jurado, y que decía:

 

A que no, a que no te vas.
A que no te atreves a marcharte para siempre,
como dices que lo harás.

A que no te vas,
a que sigues aguantando,
lo que tengas que aguantar.

A que no te atreves ni siquiera a abrir la puerta,
por si nadie te reclama,
y te tienes que marchar..."

 

 

César Valdeolmillos Alonso