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          Mensaje del Santo Padre Benedicto XVI 
         
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          Para 
          conmemorar el 150 aniversario 
          de la definición del dogma de 
          la Inmaculada Concepción 
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          Con motivo de la Peregrinación 
          a Zaragoza organizada por la CEE 
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          Zaragoza, 22 de mayo de 2005 
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    Amados hermanos en el Episcopado, 
    queridos sacerdotes y diáconos,  
    religiosos, religiosas y fieles católicos de España. 
     
    Me es grato dirigiros mi cordial saludo y unirme espiritualmente a vosotros 
    en la peregrinación nacional al Santuario de Nuestra Señora del Pilar de 
    Zaragoza, para conmemorar el 150º aniversario de la definición del dogma de 
    la Inmaculada Concepción y renovar la consagración de España al Inmaculado 
    Corazón de María, que tuvo lugar hace cincuenta años. 
     
    1. Con esta peregrinación queréis profundizar en el admirable misterio de 
    María y reflexionar sobre su inagotable riqueza para la vocación de todo 
    cristiano a la santidad. 
     
    Al coincidir el Año de la Inmaculada con el Año de la Eucaristía, en la 
    escuela de María podremos aprender mejor a Cristo. Contemplándola como la 
    “mujer eucarística”, ella nos acompaña al encuentro con su Hijo, que 
    permanece con nosotros “todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28, 20), 
    especialmente en el Santísimo Sacramento. 
     
    2.- La Inmaculada refleja la misericordia del Padre. Concebida sin pecado, 
    fue capaz de perdonar también a quienes abandonaban y herían a su Hijo al 
    pie de la cruz. Como Abogada nos ayuda en nuestras necesidades e intercede 
    por nosotros ante su Hijo diciéndole, como en Caná de Galilea, “no tienen 
    vino” (Jn 2,3), confiando en que su bondadoso corazón no defraudará en un 
    momento de dificultad. Al indicar claramente “haced todo lo que él os diga” 
    (Jn 2,5), nos invita a acercarnos a Cristo y, en esa cercanía, experimentar, 
    gustar y ver “que bueno es el Señor”. De esta experiencia nace en el corazón 
    humano una mayor clarividencia para apreciar lo bueno, lo bello, lo 
    verdadero. 
     
    3.- Acompañada de la solicitud paterna de José, María acogió a su Hijo. En 
    el hogar de Nazaret Jesús alcanzó su madurez, dentro de una familia, 
    humanamente espléndida y transida del misterio divino, y que sigue siendo 
    modelo para todas las familias. 
    A este respecto, en la convivencia doméstica la familia 
    realiza su vocación de vida humana y cristiana, compartiendo los gozos y 
    expectativas en un clima de comprensión y ayuda recíproca. Por eso, el ser 
    humano, que nace, crece y se forma en la familia, es capaz de emprender sin 
    incertidumbre el camino de bien, sin dejarse desorientar por modas o 
    ideologías alienantes de la persona humana. 
     
    4.- En esta hora de discernimiento para muchos corazones, los Obispos 
    españoles volvéis la mirada hacia Aquella que, con su total disponibilidad, 
    acogió la vida de Dios que irrumpía en la historia. Por eso María Inmaculada 
    está íntimamente unida a la acción redentora de Cristo, que no vino “para 
    juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él “(Jn 3, 17) 
     
    Sé que la Iglesia Católica en España está dispuesta a dar pasos firmes en 
    sus proyectos evangelizadores. Por eso es de esperar que sea comprendida y 
    aceptada en su verdadera naturaleza y misión, porque ella trata de promover 
    el bien común para todos, tanto respecto a las personas como a la sociedad. 
    En efecto, la transmisión de la fe y la práctica religiosa de los creyentes 
    no puede quedar confinada en el ámbito puramente privado. 
     
    5.- A los pies de la Virgen pongo todas vuestras inquietudes y esperanzas, 
    confiando en que el Espíritu Santo moverá a muchos para que amen con 
    generosidad la vida, para que acojan a los pobres, amándolos con el mismo 
    amor de Dios. 
     
    A María Santísima, que engendró al Autor de la vida, encomiendo toda vida 
    humana desde el primer instante de su existencia hasta su término natural, y 
    le pido que preserve a cada hogar de toda injusticia social, de todo lo que 
    degrada su dignidad y atenta a su libertad; y también que se respete la 
    libertad religiosa y la libertad de conciencia de cada persona. 
     
    Imploro a la Virgen Inmaculada con total confianza que proteja a los pueblos 
    de España, a sus hombres y mujeres para que contribuyan todos a la 
    consecución del bien común y, principalmente, a instaurar la civilización 
    del amor. Aliento también a todos y a cada uno a vivir en la propia Iglesia 
    particular en espíritu de comunión y servicio y os animo a dar testimonio de 
    devoción a la Virgen María y de un incansable amor a los hermanos. 
     
    A cuantos participáis en esta gran peregrinación al Santuario de Nuestra 
    Señora del Pilar de Zaragoza, os invito a intensificar la devoción mariana 
    en vuestros pueblos y ciudades donde Ella os espera en los innumerables 
    templos y santuarios que llenan la tierra española; y también en las 
    parroquias, en las comunidades y en los hogares. Volved gozosos con la 
    Bendición Apostólica que os imparto con gran afecto, 
    Vaticano, 19 de mayo de 2005 
    
    
       
      
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