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         LA VIDA HUMANA, DON PRECIOSO DE 
        DIOS 
        
          
            «El evangelio de la vida 
            está en el centro del mensaje de Jesús. Acogido con amor cada día 
            por la Iglesia, es anunciado con intrépida fidelidad como buena 
            noticia a los hombres de todas las épocas y culturas» ( 
            Evangelium vitae 1). 
           
         
        1. La proclamación del 
        Evangelio de la Vida 
        Hace diez años, el 25 de marzo de 1995, 
        el Papa Juan Pablo II publicaba su encíclica Evangelium Vitae . 
        La Iglesia, que desde los tiempos apostólicos proclama constantemente el 
        valor de la vida humana, se esfuerza cada día con más intensidad para 
        defenderla y atender a los más necesitados[1]. En este servicio a la 
        vida, la encíclica Evangelium Vitae ha supuesto un hito 
        importante. 
        En continuidad con las enseñanzas del 
        Papa Juan Pablo II, nosotros, Pastores del “Pueblo de la Vida”, damos 
        gracias a Dios Padre por el don de la vida. En la plenitud de los 
        tiempos nos envió a su Hijo nacido de la Virgen María, para que los 
        hombres tengamos vida en abundancia; una «vida nueva y eterna, que 
        consiste en la comunión con el Padre, a la que todo hombre está llamado 
        gratuitamente en el Hijo por obra del Espíritu Santificador» ( EV
        1). 
        Con ocasión de este aniversario, y 
        siguiendo la recomendación de la LXXXI Asamblea Plenaria[2], invitamos a 
        que la Solemnidad de la Encarnación –que este año 2005 se celebra el 4 
        de abril– se celebre oportunamente con diversas iniciativas que sirvan 
        para que el aprecio y respeto de la vida, centro del mensaje de la 
        Evangelium Vitae , sea conocido y anunciado en nuestras Iglesias. 
        2. Valor de la vida humana 
        Universalmente, todas las culturas han 
        reconocido el valor y la dignidad de la vida humana. El precepto de “no 
        matarás”, que custodia el don de la vida humana, es una norma que toda 
        cultura sana ha reconocido como principio fundamental. El derecho a la 
        vida y el respeto a la dignidad de la persona son valores que la 
        Declaración Universal de los Derechos Humanos propone como fundamento 
        para la convivencia. 
        Este reconocimiento universal encuentra 
        su plena confirmación en la revelación del Evangelio de la vida con el 
        misterio de Cristo. La vida humana, don precioso de Dios, es sagrada e 
        inviolable. «La vida humana es sagrada porque desde su inicio comporta 
        la acción creadora de Dios y permanece siempre en una especial relación 
        con el creador, su único fin. Sólo Dios es Señor de la vida desde su 
        comienzo hasta su término. Nadie, en ninguna circunstancia, puede 
        atribuirse el derecho de matar de modo directo a un ser humano inocente» 
        ( EV 53). Por ello todo atentado contra la vida del hombre es 
        también un atentado contra la razón, contra la justicia y constituye una 
        grave ofensa a Dios. 
        Continuidad fundamental 
        El proceso embrionario es un proceso 
        continuo en el que ya desde el principio estamos ante una vida humana. 
        el embrión no es un mero agregado de células vivas, sino el primer 
        estadio de la existencia de un ser humano. Todos hemos sido también 
        embriones. 
        Desde el momento de la fecundación hay 
        vida humana, y por tanto dignidad personal. Es u na vida humana que se 
        va desarrollando, va experimentando cambios morfológicos importantes, 
        pero es siempre el mismo proceso continuo que va desde el principio de 
        la vida con la fecundación hasta la muerte. «El cuerpo, naturalmente, se 
        desarrolla, pero dentro de una continuidad fundamental que no 
        permite calificar de pre-humana ni de post-humana ninguna de las fases 
        de su desarrollo. Donde hay cuerpo humano vivo, hay persona 
        humana y, por tanto, dignidad humana inviolable»[3]. 
        En consecuencia, « el ser humano 
        debe ser respetado y tratado como persona desde el instante de su 
        concepción y, por eso, a partir de ese mismo momento se le deben 
        reconocer los derechos de la persona, principalmente el derecho 
        inviolable de todo ser humano inocente a la vida» ( EV 60). 
        Esta verdad del Evangelio de la vida es ampliamente compartida por 
        muchas personas e instituciones. Lo que el Consejo de Europa afirmó, 
        hace muchos años, ha sido ahora recogido por la ONU al recomendar la 
        prohibición de la investigación con embriones así como cualquier tipo de 
        clonación humana: reproductiva o terapéutica[4]. 
        4. Al servicio de la vida 
        En el reconocimiento y respeto de la 
        vida humana y en su promoción, la ciencia alcanza su más alto fin: el 
        servicio a la vida y a la dignidad de la persona. Estos diez años desde 
        la publicación de la encíclica Evangelium Vitae han sido de 
        grandes avances de la ciencia, los cuales han abierto nuevas y 
        esperanzadoras posibilidades de prevención y curación. 
        Gracias a estos avances hoy son 
        posibles terapias e incluso operaciones intrauterinas en beneficio del 
        no nacido. Cada vez se rebaja más el tiempo de gestación necesario para 
        que un niño prematuro sea viable fuera del seno materno. Por otra parte, 
        la aplicación terapéutica de las células madre procedentes de tejido de 
        adulto consiguen resultados esperanzadores . Estas son las auténticas 
        terapias: las que curan sin dañar ni eliminar la vida de nadie . 
        No podemos olvidar que estos avances 
        son potentes herramientas que deben ser usadas al servicio del hombre, 
        teniendo en cuenta los principios éticos. La ciencia y la técnica 
        requieren la ética para no degradar, sino promover la dignidad humana. 
        Por ello pedimos a todos los investigadores y centros de formación que 
        procuren inculcar a todos el respeto a la vida humana tanto como 
        procuran avanzar en sus conocimientos para ponerlos al servicio de las 
        personas. 
        A todos exhortamos a que promuevan 
        siempre la vida frente a tantas amenazas por parte de una “cultura de la 
        muerte” que se manifiesta de muchas maneras: la anticoncepción, la 
        extensión de las esterilizaciones, la disminución preocupante de la 
        natalidad, el aborto, la píldora “del día después” –que además de 
        anticonceptiva puede ser abortiva–, la manipulación del lenguaje al 
        hablar de “preembriones” como si no fueran ya plenamente personas 
        humanas, la selección y reducción embrionarias, la manipulación y 
        destrucción de embriones para obtener células madre para la 
        investigación, y la cada vez más amenazante práctica de la clonación. 
        Estas manifestaciones de la cultura antivida son una insidiosa ideología 
        del mal que Juan Pablo II ha denunciado recientemente: «Se puede, es 
        más, se debe, plantear la cuestión sobre la presencia en este caso de 
        otra ideología del mal tal vez más insidiosa y celada, que intenta 
        instrumentalizar incluso los derechos del hombre contra el hombre y 
        contra la familia»[5]. 
        5. La familia, santuario de la 
        vida 
        «Dios creó al ser humano a su imagen y 
        semejanza; a imagen de Dios lo creó, hombre y mujer los creó, y los 
        bendijo diciendo: creced y multiplicaos» (Gen 1,27-28). El 
        evangelio de la vida comienza con la creación de Adán y Eva, llamados al 
        amor conyugal, y a través de su amor, a ser padres cooperando así de 
        manera singular con la obra creadora de Dios. 
        El amor conyugal entre el hombre y la 
        mujer, fundamento de la familia, es el lugar santo donde la persona es 
        concebida dignamente. El hijo nace del amor de los padres y es invitado 
        a participar en su comunión de amor. La familia es también el santuario 
        donde la vida es acogida con alegría y celebrada en la vida cotidiana, 
        enriquecida por las ricas relaciones entre los padres, los hijos, los 
        abuelos, etc. 
        Estas familias son una magnífica 
        proclamación del Evangelio de la vida y un motivo para dar gracias a 
        Dios: familias que a pesar de las crisis y momentos difíciles saben 
        permanecer unidas en el amor, familias que a pesar de las dificultades 
        viven generosamente abiertas a la vida, familias que sostienen a sus 
        miembros más débiles o necesitados con su tiempo y sus mejores energías, 
        etc. Todas estas familias –tantas de ellas cristianas– son un magnífico 
        testimonio del valor de la vida y realizan un precioso servicio a la 
        sociedad. 
        Este testimonio generoso de tantas 
        familias es la mejor escuela para que los niños aprendan el valor 
        sagrado de la vida humana y aprendan a respetar y promover la vida de 
        todos, especialmente la de los más débiles. El gozo de la familia al 
        acoger una nueva vida es la mejor proclamación ante los niños del valor 
        sagrado de la vida concebida y aún por nacer de un nuevo hijo. Por ello 
        la celebración del día de la vida puede ser una preciosa ocasión para 
        que la familia tome más profunda conciencia de su misión de servicio a 
        la vida. 
        6. Educación afectivo–sexual 
        La familia es también el ámbito donde 
        los hijos aprenden el significado de la sexualidad al servicio del amor 
        y la vida. Muchas veces los Obispos hemos recordado la necesidad y 
        urgencia de una educación afectivo–sexual adecuada. Esta tiene un lugar 
        privilegiado en la Pastoral Familiar, porque «la vocación al amor, que 
        es el hilo conductor de toda pastoral matrimonial, requiere un cuidado 
        esmerado de la educación al amor»[6]. 
        En el Directorio de la Pastoral 
        Familiar los Obispos españoles hemos recordado que «los padres son los
        primeros responsables para llevar a cabo esta educación de la 
        sexualidad, ya en los años de la niñez como luego en la adolescencia. 
        Han de saber ofrecer a sus hijos, en un marco de confianza, las 
        explicaciones adecuadas a su edad para que adquieran el conocimiento y 
        respeto de la propia sexualidad en un camino de personalización. Siempre 
        se logra más persuadiendo que prohibiendo, especialmente cuando de 
        educar se trata» ( DPF 81). 
        En el momento adecuado, la catequesis 
        también deberá afrontar el tema de la sexualidad y el discernimiento 
        vocacional. «En el proceso catequético, 
        durante los distintos momentos que afectan a esta etapa, estará presente 
        una catequesis completa y profunda sobre la sexualidad en sus distintas 
        dimensiones: antropológica, moral, espiritual, social, psicológica, 
        etc.»( DPF 92). 
        También los colegios tienen un 
        importante cometido en esta labor: «Como complemento y ayuda a la tarea 
        de los padres, es absolutamente necesario que todos los colegios 
        católicos preparen un programa de educación afectivo-sexual,
        a partir de métodos suficientemente comprobados y con la 
        supervisión del Obispo. La Delegación Diocesana de Pastoral Familiar 
        debe preparar personas expertas en este campo» ( DPF 93). 
        Todos somos conscientes de la urgente 
        necesidad de esta educación afectivo–sexual y de su relación con el 
        Evangelio de la vida. Por ello exhortamos a todos a poner en práctica 
        estas indicaciones del Directorio de Pastoral Familiar , 
        cuidando especialmente la formación integral de personas expertas para 
        realizar esta tarea. 
        7. Por una cultura de la 
        familia y de la vida 
        Educando a los jóvenes para el amor y 
        la vida estaremos poniendo los cimientos más sólidos para una cultura de 
        la familia y de la vida. Pero esta tarea requiere el compromiso de 
        todos. 
        A los científicos se 
        les ha confiado de modo especial conservar el valor de la vida en la 
        “conciencia” de los investigadores y de la sociedad. Como personas 
        expertas son escuchadas por la sociedad, los medios de comunicación y 
        los políticos. Por ello les pedimos que proclamen con valentía el valor 
        sagrado de la vida humana desde el momento de la concepción y que nunca 
        se dejen seducir por posibilidades contrarias a la ética. 
        Los profesionales de la salud tienen 
        también un importante cometido. A los profesionales de la salud
        corresponde apoyar siempre la vida, y rechazar e incluso 
        denunciar toda práctica que atente contra la integridad o la vida de las 
        personas, singularmente la de aquellas más débiles como los embriones, 
        los no nacidos, los disminuidos, los ancianos y los enfermos terminales. 
        A este respecto recordamos nuevamente la conveniencia de promover los 
        procesos de adopción y recomendar esta posibilidad a las personas que 
        consideran la posibilidad de abortar. 
        Hacemos también un llamamiento 
        apremiante a los profesionales católicos, especialmente de la 
        información , a hacerse presentes en los medios para que en 
        ellos resuene también el hermoso mensaje del Evangelio de la vida. 
        Todos los profesionales 
        cristianos , personalmente o asociados, han de influir 
        responsablemente en la sociedad y en las leyes. Es un signo de esperanza 
        comprobar cómo las asociaciones familiares se hacen presentes en el 
        debate social promoviendo los valores de la familia y de la vida. Estas 
        asociaciones contribuyen eficazmente a la elaboración de una política 
        familiar adecuada, de tan urgente necesidad, que facilite el acceso a la 
        vivienda, unas condiciones laborales y económicas compatibles con la 
        paternidad y maternidad, así como disponibilidad del tiempo necesario 
        para atender a la familia y a la educación de los hijos. 
        Desde estas líneas queremos expresar 
        nuestro apoyo y bendición a todos los que desde estas 
        plataformas y asociaciones , se empeñan en tan 
        importante y a veces difícil tarea. Al mismo tiempo invitamos a todas 
        las familias cristianas a implicarse activamente en estas acciones que 
        promueven una visión cristiana de la familia y de la vida como don de 
        Dios. 
        En este sentido nos exhortaba Juan 
        Pablo II en la Evangelium Vitae : «Para ser verdaderamente un 
        pueblo al servicio de la vida debemos, con constancia y valentía, 
        proponer estos contenidos desde el primer anuncio del Evangelio y, 
        posteriormente, en la catequesis y en las diversas formas de 
        predicación, en el diálogo personal y en cada actividad educativa. 
        A los educadores, profesores, catequistas y teólogos corresponde la 
        tarea de poner de relieve las razones antropológicas que 
        fundamentan y sostienen el respeto de cada vida humana. De este modo, 
        haciendo resplandecer la novedad original del Evangelio de la vida,
        podremos ayudar a todos a descubrir, también a la luz de la razón y 
        de la experiencia, cómo el mensaje cristiano ilumina plenamente el 
        hombre y el significado de su ser y de su existencia; hallaremos 
        preciosos puntos de encuentro y de diálogo incluso con los no creyentes, 
        comprometidos todos juntos en hacer surgir una nueva cultura de la vida» 
        ( EV 82). 
        8. Oración a María Inmaculada 
        por la vida 
        Queremos terminar este mensaje con 
        ocasión de los diez años de la encíclica Evangelium vitae 
        invocando a María, Madre del amor hermoso, en este año que la Iglesia de 
        España dedica al misterio de su Inmaculada Concepción. A ella 
        encomendamos la causa de la vida. Bajo su protección ponemos a las 
        familias, a los enfermos, a los más débiles y amenazados, a la vez que 
        invitamos a todos los cristianos, y singularmente a las familias, a 
        elevar con frecuencia a María Inmaculada, madre de la vida, la 
        invocación con que Juan Pablo II cierra su encíclica Evangelium 
        Vitae : 
        Oh María,  
        aurora del mundo nuevo,  
        Madre de los vivientes,  
        a Ti confiamos la causa de la vida :  
        mira, Madre, el número inmenso  
        de niños a quienes se impide nacer,  
        de pobres a quienes se hace difícil vivir,  
        de hombres y mujeres víctimas  
        de violencia inhumana,  
        de ancianos y enfermos muertos  
        a causa de la indiferencia  
        o de una presunta piedad.  
        Haz que quienes creen en tu Hijo  
        sepan anunciar con firmeza y amor  
        a los hombres de nuestro tiempo  
        el Evangelio de la vida .  
        Alcánzales la gracia de acogerlo  
        como don siempre nuevo,  
        la alegría de celebrarlo con gratitud  
        durante toda su existencia  
        y la valentía de testimoniarlo  
        con solícita constancia, para construir,  
        junto con todos los hombres de buena voluntad,  
        la civilización de la verdad y del amor,  
        para alabanza y gloria de Dios Creador  
        y amante de la vida ( EV 105). 
          
        Julián Barrio Barrio , 
        arzobispo de Santiago de Compostela,  
        Presidente de la CEAS 
        Juan Antonio Reig Pla , 
        obispo de Segorbe-Castellón,  
        Presidente de la Subcomisión para la Familia y Defensa de la Vida 
        Javier Martínez Fernández
        ,  
        arzobispo de Granada 
        Francisco Gil Hellín ,
         
        arzobispo de Burgos. 
          
        Madrid, 4 de abril de 2005.  
        Solemnidad de la Encarnación  
         
        NOTAS 
        [1] A lo largo de la historia han 
        surgido innumerables instituciones para la atención de los huérfanos, 
        ancianos abandonados, enfermos, disminuidos… como Cáritas y obras como 
        las de la beata Teresa de Calcuta o las recientemente canonizadas 
        Genoveva Torres y Ángela de la Cruz.  
        [2] «La Conferencia Episcopal 
        Española insta a los fieles católicos a promover, en el día 25 de 
        marzo de cada año, acciones en defensa de la dignidad, sacralidad y 
        respeto de la vida humana, uniéndose a todas las personas de buena 
        voluntad en la promoción de la “ cultura de la vida ”. Se 
        encarga a la Subcomisión Episcopal para la familia y defensa de la vida 
        de la CEE la animación, coordinación y seguimiento de esta iniciativa» (LXXXI 
        Asamblea Plenaria de la CEE (17-21 noviembre 2003): BOCEE 71, 
        140).  
        [3] LXXVI Asamblea Plenaria, 
        Instrucción pastoral La Familia, santuario de la vida y esperanza de 
        la sociedad , 109.  
        [4] Cf. Declaración de la Asamblea 
        General de la ONU (8-Marzo-2005); Consejo de Europa, Resolución 
        4.376 (4 octubre 1982): «La ciencia y el sentido común prueban que la 
        vida humana comienza en el acto de la concepción y que en este mismo 
        momento están presentes en potencia todas las propiedades biológicas y 
        genéticas del ser humano» .  
        [5] Juan Pablo II, Memoria e 
        identidad , Madrid 2005, 25.  
        [6] Directorio de la Pastoral 
        Familiar de la Iglesia en España 89 .  
        
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