EL EVANGELIO DEL DOMINGO

 

 

por Gervasio Portilla García

10.03.2024


 

IV Domingo de Cuaresma, «Laetare» (B)

 

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN (3, 14-21)

 

En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo:

― «Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna. Porque tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca,  sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Unigénito de Dios. Este es el juicio: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra el mal detesta la luz, y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras. En cambio, el que obra la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios».

 

Palabra del Señor


 

COMENTARIO:

 

El Evangelio de este Cuarto Domingo de Cuaresma, constituye una síntesis de esperanza.

Jesús, hace realidad el simbolismo de la serpiente levantada por Moisés en el desierto, que al mirarla los israelitas quedaban curados.

Así, quien cree en Jesús muerto y resucitado, obtiene la llave de la vida, encuentra el sentido de su propia existencia.

Debiera de ser gozoso para todos los cristianos, pensar que Dios nos ha dado a Jesús como un servidor de los hombres, como una fuente de vida, alegría y salvación.

La condenación, como recoge el Evangelista, radica en que la luz vino al mundo y los hombres prefirieron, las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas.

Sin embargo, quien obra según la verdad, camina hacia la luz.

Dios no condena a nadie; es el hombre mismo quien con sus obras, se salva o se condena.

 

Hasta el próximo Domingo si Dios quiere. Paz y bien.