Fe y Obras

¡No saben el favor que nos hacen!

 

 

20.11.2014 | por Eleuterio Fernández Guzmán


A lo mejor esto que vamos a escribir a alguien le pueda parecer cosa absurda o, incluso, expresión de masoquismo. Sin embargo, ruego se entienda lo que, en fondo, queremos decir.

Todos los cristianos sabemos que dijo Cristo que si a Él lo habían perseguido lo mismo iban a hacer con sus discípulos. Nada, pues, ha de extrañar de esto porque, como se dice, está escrito y lo que está escrito, como dijo aquel, escrito está.

Esto lo decimos por lo que ha ido pasando a lo largo de la historia que ha cumplido, ¡no podía ser de otra forma!, las palabras de nuestro Maestro y Señor.

Las persecuciones han sido, en el mundo, de muchas clases: al principio fueron muy rudas y bárbaras porque era lo que se llevaba en aquellos tiempos: decapitaciones, alimento para los leones u otras fieras, crucifixiones, fuego en el que echar al creyente cristiano o, en fin, de las más imaginativas formas que al ser humano, en su depravación e ignorancia, es capaz de crear para maltratar al prójimo, eran las aplicadas en los cuerpos (que no en las almas) de los que seguían a Cristo.

Luego, con el paso del tiempo, el ser humano ha ido perfeccionando la persecución a los discípulos del Hijo. Y, como los tiempos en los que ahora vivimos, son otros muy distintos (en las formas) que aquellos primeros en los que había permiso para cazar al cristiano como si se tratara de un animal irracional, la cosa ha mejorado (a veces) en cuanto a derramamiento de sangre pero abunda otro tipo de persecución, menos cruenta (cuando es así) pero profunda. Y los medios de comunicación abundan en demostrar que la cosa sigue, más o menos, igual.

Así, por ejemplo, se profanan templos católicos siempre que se puede, se profanan cementerios siempre que le peta hacerlo a quien le parece, se cometen tropelías contra sacerdotes cuando eso viene al caso, se elaboran, aprueba y aplican leyes y reglamentos que excluyen la religión de la vida pública siendo, como es, el ámbito natural de la existencia de la misma…

En fin… resulta sencillo deducir algo de esto: las cosas no han cambiado mucho en cuanto al fin buscado: desaparición de la religión católica porque, no olvidemos esto, la misma defiende y transmite, por ejemplo, que hay un Dios que juzgará a cada persona en el momento adecuado y le aplicará su misericordiosa pero, exacta, justicia. Y eso, a quien prefiere vivir feliz sin responsabilidad alguna le viene bastante mal.

Sin embargo, no es poco cierto que para los católicos de todos los tiempos (y cristianos en general) y, claro, también del que nos ha tocado vivir ahora, es un timbre de honor ser perseguidos y el martirio un verdadero regalo que el hombre, el mal hombre que no sabe lo que hace, procura a quien ama a Dios sobre todas las cosas, pensando que hace algo malo para el martirizado y algo bueno para la nigérrima ideología del perseguidor. Y esto, dicho así, es posible que parezca una barbaridad pero también sostenían algunos que la Cruz era una necedad y otros que una locura y fue a través de la misma que Dios perdonó a la humanidad toda y la salvó. ¡Ahí queda eso!

Y es que, ciertamente, no saben el favor que nos hacen persiguiéndonos: no vamos a ser menos que nuestro Maestro. Más no pero menos, tampoco.

Eleuterio Fernández Guzmán
eleu@telefonica.net