Fe y Obras

 

Virus del alma

 

 

 

16.06.2020 | por Eleuterio Fernández Guzmán


 

 

Más que conocido es, a la altura del mes en el que estamos, la influencia que tiene el malhadado coronavirus en la persona: más o menos debilita las defensas del enfermo y, en muchas casos, se aprovecha de las enfermedades previas que pudiera padecer el mismo para hacer hincapié en las mismas. Y, por si eso no fuera ya suficiente, se dan los casos en los que ataca los pulmones y deja a los mismos, como hemos escuchado y leído, como si no funcionaran. Así, falta la respiración en el paciente del virus y, ya sabemos, cómo puede acabar eso… ¡Exactamente, con la muerte de este!

Esto lo hace, como se ha dado en llamar, un “bicho” que es, al fin y al cabo, algo que se produce o lo producen pero que, al fin y al cabo, ha acabado perjudicando a más personas de las que se podía esperar que debía ser, exactamente, ninguna antes de su proliferación y difusión a nivel mundial.

Pues bien, es cierto y verdad que también hay un virus que afecta al alma de quien lo padece y lo deja, espiritualmente, más que muerto… enterrado en el abismo del que tanto habla el salmista.

El virus de la tibieza espiritual tiene síntomas muy parecidos a los que se hacen manifestar con el otro virus, el corona. Sí.

Podemos apreciar, en los enfermos de este, una subida de la temperatura por las cosas del mundo que puede llegar a producir la equivocada visión de que es mejor que Dios y que es más que importante seguir las indicaciones de los médicos (más bien mataalmas) del siglo.

Pero es que también puede afectar, la tibieza espiritual, como virus letal sobre la fe católica, a padecimientos que ya teníamos. Por eso, a veces, se agranda la falta de fe e, incluso, la misma llega a desaparecer porque, al fin y al cabo, no somos ni fríos ni calientes…

Es cierto que el virus de la tibieza puede llegar, incluso, a parar la respiración espiritual y ahogar plenamente nuestra alma y eso, se diga lo que se diga sobre la conveniencia de actuar de tal manera que donde es sí, a lo mejor decimos no y donde es no, a lo mejor decimos sí… ni es buena cosa ni eso lo puede querer Dios de sus hijos.

Podemos decir, al contrario de lo que pasa, hasta hoy mismo, con el coronavirus, que nosotros sí que tenemos una vacuna que puede curar la tibieza espiritual. Hace muchos siglos que existe y, a pesar de eso, hay quien no es capaz de dejarse vacunar contra la misma. Y eso lo decimos porque, en realidad, lo único que cura la misma es la misma fe que tenemos como poca cosa o algo que, como si se tratase de un muelle, estiramos cuando nos conviene o dejamos que vuelva a su posición original cuando nos viene bien la cosa…

En esto, también nosotros sabemos que Dios es el mejor dispensador de curas del alma. Lo que nos pasa es que muchas veces preferimos estar enfermos y salir a los balcones de nuestro corazón a aplaudir a Quien nos cura sin, a la vez, hacerle el más mínimo caso. Ni más ni menos, cosas de tibios hijos de Dios.

 

Eleuterio Fernández Guzmán
eleu@telefonica.net