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Vivimos tiempos recios

 

Todo pasa, todo se acaba, todos habremos de dar cuenta de nuestra vida ante un tribunal inapelable

 

 

 

Francisco Rodríguez Barragán | 02.09.2018


 

Como diría Santa Teresa vivimos tiempos recios. A cualquier ámbito que nos asomemos hay negros nubarrones que amenazan tormentas y enfrentamientos, por eso pienso que ahora es más necesario que nunca abrir el corazón a la esperanza, sabiendo que todo esto pasará, cambiarán las situaciones y los personajes, ¿a mejor o a peor?, sólo Dios lo sabe.

No hay bien ni mal que cien años dure, ni cuerpo que lo resista, decía mi abuela, ella que padeció la guerra de África donde murió mi abuelo y la guerra civil en la que luchó su hijo, mi padre. Todo pasa: situaciones, personajes y personajillos.

Del pasado hay que evocar todos los buenos recuerdos, sin conjurar a los muertos como en una sesión de espiritismo. Los que murieron ya fueron juzgados por Dios, cuyo juicio es más importante y definitivo que el que puedan formular los historiadores favorables o adversos. A todos los protagonistas de hoy, al igual que a todos nosotros, también nos llegará la hora de rendir cuentas de los talentos que recibimos.

Es muy grave que no nos tomemos en serio que Dios nos va a preguntar, como a Caín, ¿dónde está tu hermano? Todos somos hermanos, todos somos hijos de Dios. Mala cosa es que hayamos tratado a unos como amigos a otros como enemigos, que le hayamos hecho daño, que los hayamos estafado, engañado, asesinado…

Todas las novelas, todas las películas, tienen un final. La vida de cada uno de nosotros también. ¿Cómo será el nuestro, el de cada uno? Muchos dirán que cuando morimos volvemos a la nada por lo que no hay que preocuparse. Este sería un triste final que igualaría a los inocentes y a los culpables.

Por mi parte me niego a creer en la nada. Vivimos en un mundo maravilloso que una inteligencia eterna creó para nosotros. ¿Por qué hemos convertido el paraíso en este complicado mundo que estamos destruyendo? Alguien alteró el plan de Dios, alguien sembró cizaña en el campo, alguien nos susurró al oído: seréis como dioses y a ser como dioses estamos jugando sin advertir que todos tenemos que morir y se nos pedirá cuenta. ¿Qué diremos? ¿Qué la serpiente nos engañó como dijo Eva?

Quien hizo el universo y cuanto contiene no ha dejado de advertirnos de nuestras desviaciones. El principio de la sabiduría es el temor del Señor, tienen buen juicio los que lo practican, pero otros dicen: comamos y bebamos que mañana moriremos y nosotros ¿qué decimos? ¿qué hacemos?

Hace dos mil años el Hijo de Dios nos dijo Yo soy el camino y la verdad y la vida y nos dejó la buena noticia del evangelio para que fuera anunciada a todos los hombres. Unas veces este anuncio llegó claro y potente, otras los encargados de anunciarlo dejaron de hacerlo o lo tergiversaron. Dios les pedirá cuentas. Pero su voz sigue llegando, llamando a la conversión, al amor al prójimo hasta dar la vida por él, pero seguimos distrayéndonos en tonterías.

Él es el camino pero nosotros andamos por otros vericuetos que no nos llevan a ningún lado. Él es la verdad pero vivimos revolcándonos en la mentira que nosotros inventamos o que nos llega hasta el móvil. Él es la vida pero nosotros preferimos la muerte: aborto,  droga,  alcohol, luchas, guerras…

 

Francisco Rodríguez Barragán