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Una nueva Ley de Educación

 

El engendro que trata de hacer aprobar la ministra confirma la idea de que todo puede empeorarse

 

 

 

Francisco Rodríguez Barragán | 22.06.2020


 

Cuando comenzaba el siglo XX se creó el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes que subsistió hasta 1939 en que pasó a denominarse Ministerio de Educación Nacional hasta 1966. Después se ha titulado de diversas maneras: Educación y Ciencia, Educación y Universidad, Educación, Cultura y Deporte, etc.

Posiblemente los que lo pensaron por primera vez comprendieron que el Estado debía garantizar la Instrucción pero la Educación era cosa de los padres, la parroquia o el colegio religioso. Instruir es transmitir conocimientos útiles para la vida, desde leer y escribir a las cuatro reglas para sumar, restar, multiplicar y dividir. Con estos conocimientos podía irse adentrando en las matemáticas, la geografía y la historia, una preparación para hacer el ingreso y comenzar el viejo y venerable  bachillerato cuya superación abría las puertas de la Universidad o la Formación Profesional.

Todo esto, a fuerza de leyes de escasa duración, nos ha llevado hasta el momento actual en el que una ministra “iluminada”, la Sra. Celaá, quiere hacer una nueva ley de educación y comienza por negar que los hijos sean de sus padres y que es al Estado a quien corresponde educar, más bien en adoctrinar a los niños y los jóvenes, dentro del más rancio neomarxismo.

Los valores de esta nueva educación tienden a la comodidad y no al esfuerzo, a la exigencia de derechos y relativización de los deberes, proclamando que nadie se quede atrás, se desprecia el talento. Se promueve el hedonismo, la búsqueda del placer desde las más tempranas edades y la abolición de todas las reglas, especialmente las religiosas. Tenemos más licenciados que nunca que han llegado con la nota de “progresa adecuadamente”,

La historia se retuerce hasta hacerla irreconocible. (Nadie ha reivindicado la labor de España en América). Se pueden hacer doctorados, tesis y másteres de encargo que no sirven para nada. Se pueden multiplicar las universidades hasta el infinito pero sin que ninguna destaque por su excelencia. Los cerebros más brillantes huyen de España y buscan acogida en Universidades europeas y americanas en las que puedan desarrollarse.

No nos gobiernan los mejores cerebros sino los mediocres que han sabido acogerse a la sombra de partidos (o partidas) donde disfrutar de las prebendas del presupuesto, mero populismo que habla de la ecología y el medio ambiente, pero que no ha sido capaz de contar los muertos de la reciente pandemia.

La Constitución vigente en el número 3 del artículo 27 establece que los poderes públicos garantizan el derecho que asiste a los padres para que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones. ¿Cómo casa esto con la afirmación de la Sra. Celaá de que los niños no son de los padres? ¿Sobra la Constitución del 78 o la ministra?

Para hacer posible los deseos populistas de esta ministra van derechos a la eliminación de la enseñanza concertada y hasta la educación especial para niños con discapacidad. Si no hay más escuelas que las estatales nadie podrá elegir. Avanzamos a pasos agigantados hacia la imposición dictatorial de este gobierno social-comunista, que odia la libertad, ignora la historia, no defiende la lengua común de todos los españoles, inculca, desde los tiempos de ZP, la educación afectivo-sexual y persigue a quienes se opongan a la ideología de género y al feminismo feroz.

¡Menudo futuro nos espera!

 

Francisco Rodríguez Barragán