Colaboraciones

 

No era la caridad sino la publicidad la meta que lo desvelaba

 

 

 

07 marzo, 2023 | Javier Úbeda Ibáñez


 

 

 

 

El historiador germano Schaëfer opinaba que Fray Bartolomé de Las Casas no era precisamente un testigo fidedigno, ni siquiera de las cosas que pretende haber presenciado personalmente.

Al­gunos biógrafos, para disculparlo, alegan su sangre andaluza, tan proclive a las exageraciones, pero aclara Menéndez Pidal que, de ser así, se trataría de «una andaluzada en grado patológico» pues todo en sus obras lo lleva a multiplicar por cien, por mil y hasta por un millón.

Fray Bartolomé de Las Casas ni se distinguió por su acción caritativa, como decía su impugnador, el padre Motolinía, en carta a Carlos V: «ni aprendió la lengua de los indios, ni se aplicó ni se humilló a enseñarles […]».

Como señala Díaz Araujo, no era la caridad sino la publi­cidad la meta que lo desvelaba. Y esto, hay que convenir que lo obtuvo ampliamente. Primero los flamencos en 1579, y luego los hugonotes ginebrinos, los italianos, los catalanes separatistas, los fran­ceses, los norteamericanos cuando la guerra de Cu­ba, los nazis alemanes para perseguir al cristianismo y los stalinistas rusos y socialistas mexicanos, han reeditado una y mil veces sus hispanófobas obras.

«Este es el hecho capital en la exaltación póstuma de Las Casas —afirma Menéndez Pidal—. Cuando en España el Obispo tras su larga vejez de inefica­cia, había caído en un respetuoso olvido, en el ex­tranjero los bucaneros y los filibusteros que ambicionaban las riquezas de América, los holandeses que luchaban por su independencia, y todos los combatientes frente a la contrarreforma católica, levantaron sobre sus hombros al “Reverendo Obis­po Don Fray Bartolomé de Las Casas o Casaus” y le dieron una internacional fama de difamación que no tiene otra igual en la historia. La ansiosa ape­tencia de publicidad que aquejaba al Obispo-fraile podía estar satisfecha» (Ramón Menéndez Pidal, El Padre Las Casas. Su doble personalidad, 336-337).