Oído Cocina

Boicot en la universidad

 

Miguel del Río | 23.10.2016


 

Ningún país puede hablar de democracia plena mientras se torpedea la libertad de expresión y se boicotea la presencia de oradores en lugares públicos o privados. Hasta el propio Donald Trump goza de los privilegios que contempla vivir en democracia, y puede decir todo lo que le viene en gana, incluidos los insultos, con la seguridad de que sus mensajes van a llegar a los electores que tienen que votarle o no. Lo ocurrido en la Universidad Complutense con el ex presidente Felipe González y el presidente de Prisa, Juan Luis Cebrian, es un mal presagio porque supone volver atrás. Hay muchas formas de expresar que no se está de acuerdo con algo o alguien, pero no así.

La palabra, mediante la libertad para hablar, debe estar al margen de las contiendas políticas, y no caben excusas ni retorcer los hechos para venir a decir que estos estudiantes (o lo que fueran) han decidido taparse el rostro y evitar con gritos y golpes la presencia de dos oradores como una opción libre que no atenta contra nada ni contra nadie. Hechos como éstos dañan la convivencia, sobrepasan el respeto debido a las personas, y lo hacen además dentro de un foro educativo como es la universidad.

Quizás sea un buen momento para que la universidad pública recapacite sobre lo que se puede y no se puede hacer dentro de la consabida independencia universitaria. Así se pierde prestigio, y también es así como nuestras universidades difícilmente aparecen siquiera clasificadas entre las doscientas mejores del mundo. No se puede llevar el debate político a las aulas, ni tampoco se puede permitir que haya grupos radicalizados dentro de las sedes universitarias, que son patrimonio de todos los españoles. Tampoco es permisible que unos sí puedan hablar dentro de la Universidad Complutense y otros no, demostrando así un total sectarismo y quedar bajo la influencia de ideas y partidos políticos muy concretos que pueden estar detrás de estos hechos. En un país tan dado a remover el pasado, sin dar tregua a las generaciones actuales y futuras que cada vez pasan más de sus mayores, no podemos regresar de repente a las universidades franquistas, donde el discurso era único y lo daban siempre los mismos.

 

Miguel del Río