Oído Cocina

 

PERROS PELIGROSOS SUELTOS

 

 

Miguel del Río | 13.05.2018


 

 

Si me pasa una vez, no digo nada. Dos, me lo pienso. Pero si llegamos a tres, hay ya que ponerse con el problema y buscarle soluciones. Que uno se ponga las zapatillas deportivas para mover el esqueleto, y que te topes con un perro suelto, de esos que dan miedo con solo mirarlos, no hay que permitirlo.

Lo digo como lo pienso: creo que en determinados lugares de Santander no se da el debido control al respecto. Me explicarán que hay que esperar sensatez por parte de los dueños, para que paseen a sus perros con la correa puesta. De entrada, la vida es así; está conformada por sensatos e insensatos, bonachones y energúmenos, tolerantes e intolerantes, cívicos e incívicos, y vivir en comunidad nunca ha sido (por todo ello) fácil. A nadie le cabe en la cabeza que suba al autobús repleto una anciana o una mujer embarazada, y nadie le ceda su asiento, pero ocurre a diario. Como actúo así, antes de escribir sobre los perros peligroso sueltos y denunciarlo públicamente, he preguntado para asesorarme a dueños de animales, quienes me confirman que el problema haberlo, haylo, y la culpa directa es de los dueños de animales.

Parece que no escarmentamos con noticias que periódicamente vemos o escuchamos sobre que un perro ha atacado a un niño, ha matado a una persona mayor o ha infringido muy serias heridas a un viandante que tuvo la mala suerte de toparse con el Pitbull de marras, el Rottweiler de marras o el Dóberman de marras, por citar solo algunas de las razas caninas más peligrosas. Yo me he topado con el primero de los tres, sin su dueño, y les aseguro que la experiencia no se olvida fácilmente. Vas paseando por un lugar habitual para el runnig, y te sale al paso uno de estos bichos, con toda la intención de arrancarte un brazo. En ese momento, ¡estás como para comprobar el nombre que lleva en su correa, quién es su descerebrado propietario, etcétera, etcétera!. Suerte tienes si llegas a denunciarlo, pero lo que no se te va de la cabeza, por increíble, es que se puedan dejar sueltos a estos perros, incluso si lo sacas a que le de el aire por un parque o camino que son públicos.

La solución es lo peor de todo, dejar tú de ir por donde antes andabas tranquilamente, porque ya no estás seguro. Y no se trata de eso, ¿verdad?. En conclusión: como nuestra sociedad es como es, nunca sobran las campañas de concienciación, tanto para ser responsables de nuestros animales como su relación con los convecinos. Si andas con ellos por las aceras, esa responsabilidad debe incrementarse, porque ningún viandante ha de afrontar la duda de si el perro es bueno o malo, y si va a suceder algo grave porque el animal se te echa encima o ladra en tu cara. Esto está ocurriendo demasiado, y como muestra, aquí queda mi propia experiencia.

 

Miguel del Río