Oído Cocina

 

EL MEJOR AMIGO ES YA EL MÓVIL

 

 

Miguel del Río | 19.08.2018


 

 

Que el perro es el mejor amigo del hombre forma ya parte de la historia. La verdad es que es el móvil, con el que no se va a ninguna parte. Resulta que hay nuevos términos para los adictos al smartphone, que son muchos y están por todas partes. El escenario donde, particularmente, más me repatea ver lo que hacen estos nuevos enfermos tecnológicos es en un restaurante; en vez de estar a lo que tienen que estar, a comer, pasan olímpicamente del resto de comensales, principalmente sus padres, para dedicarse únicamente a teclear su móvil, leer o enviar mensajes, o mirar un último tuit del grupo al que están enganchados.

Como otras tantas cosas, ni en casa, ni en el colegio ni en la televisión, educamos bien para el uso del móvil. Tal es ya el problema, que padece de phubbing quien pasa de todo lo que sucede a su alrededor, de la familia, en el instituto o en el trabajo, porque solo presta atención a su teléfono. Callado queda dicho que no va ni a… sin el móvil. Antes te llevabas al baño una revista, el crucigrama o un libro, pero ahora tampoco es así, desgraciadamente para la cultura general. Y es que la definición para quien no puede vivir un solo instante sin su teléfono es la de nomofobia.

En los críos pequeños resulta atroz que vivan solo para ésto. Luego queremos que piensen, que razonen las cosas, que no pierdan de vista los valores importantes, mientras les permitimos que se levanten y se acuesten con su móvil. Nos conformamos con decir que no leen, que no saben ni quieren conversar, pero realmente somos los mayores, empezando por los padres y siguiendo por los educadores, quienes nos mostramos totalmente permisivos, como cuando de muy pequeños les ponemos los dibujos animados en la tele para que no den la lata. Pues con el móvil, y más mayorcitos, seguimos haciendo lo mismo. Nos volvemos a despreocupar, porque parecen tranquilos con su smartphone de última generación, pero no tenemos ni pajorela idea de lo que hacen habitualmente con el cacharro en cuestión.

Ahí van algunas preguntas sin respuesta. ¿Con quién se relacionan?, ¿de qué hablan?, ¿a qué contenidos acceden?, ¿qué compran?, ¿qué venden?, ¿a qué grupos o personajes ideológicos siguen? Así, suma y sigue. Dentro de nada empezará un nuevo curso escolar y volveremos a escuchar la misma cantinela por parte de las autoridades educativas, sobre la necesidad de controlar en los alumnos el uso de Internet, las redes sociales y el móvil. Mucho me temo que volverán a ser palabras que se lleve el viento.

 

Miguel del Río