Ya no se hablará más (o sí) de alarmas y toques de queda

 

 

Miguel del Río | 09.05.2021


 

 

 

 

 

¿Quién no puede querer que se acabe un estado de alarma, toque de queda o restricciones a la libre movilidad? Vivir sin que te controlen no tiene precio, y hacerlo con seguridad tampoco. Esto último es la gran duda que surge a partir del final de este periodo en España. Ahora van a ser las comunidades autónomas las que pidan medidas a los jueces en caso de necesitarse. La controversia está servida, y viene tanto por este hecho, como por la preocupación de que debería haber más ciudadanos vacunados.

 

El Covid o Coronavirus se recordará siempre como la catástrofe vírica que es, pero también porque ciudadanos de muchos países sufrieron por primera vez en sus vidas una declaración de estado de alarma  y, con ello, la implantación de un toque de queda nocturno. Aún no conozco a nadie que manifieste felicidad, tras seis meses y medio de restricción en la libertad de movimiento, aunque hay que reconocer que ha sido una medida eficaz ante la insistencia del virus, como sucede aun, de permanecer matando y contagiando.

La desorganizada Europa tiene a muchos de sus países miembros en pleno toque de queda, pero España, siempre diferente, quiere dejarlo atrás antes que nadie. Para ser concretos, la patata caliente se pasa a las comunidades autónomas, que tendrán que acudir a su Tribunal Superior de Justicia si quieren volver a tomar alguna medida de estas características. En adelante, antes de movernos por el territorio nacional, tendremos primero que cerciorarnos de lo que se  puede y no se puede hacer dentro del destino elegido. Semejante decisión se podría calificar de muchas maneras, aunque en esta ocasión elijo el término perplejidad. Entenderán  que me decante por esta sensación, ya que se traduce en confusión y duda de lo que se debe hacer en algo. Pues este es el caso que nos ocupa

Ojala pudiera guiarme por aquello que recomendó Unamuno acerca de que procuremos más ser padres de nuestro porvenir que hijos de nuestro pasado. Comprendo que reconstrucción, normalidad, recuperación económica y social no maridan en absoluto con estados de alarma, pero al mismo tiempo no se puede obviar que el Covid sigue muy fuerte entre nosotros, y que la vacunación arroja a día de hoy cifras muy bajas respecto a número de ciudadanos que han recibido ya las dos dosis previstas para una correcta inmunización. Lógico es también que un país no puede estar eternamente en toque de queda, sobre todo porque hay muchos negocios y empleos que dependen de los horarios prohibidos para moverse por ciudades y pueblos. Lo que sucede en Europa, que gusta definirse como bloque político unido, es que debería tener a estas alturas un criterio común a la hora de lo que tienen y pueden hacer los estados miembros cuando la situación calamitosa que afecta a todos requiere de la declaración de un estado excepcional. También a  causa del Covid, los ciudadanos nos hemos percatado que se hace necesario mejorar la legislación a lo que demanda un momento de semejante crisis. Así no ocurriría lo que emprende ahora el Gobierno de España con respecto a que cada región, si se lo permite la justicia, adopte unilateralmente las medidas que vean oportunas, lo que originará diferencias, críticas,  incertidumbres y  no pocos conflictos. Ósea, que se prevé gorda.

 

“Se hace necesario mejorar la legislación. Así no ocurriría que cada región adopte unilateralmente medidas, lo que originará conflictos”

 

Será así porque no es la mejor manera empezar esta nueva etapa en la vida de de España, con gran parte de los territorios, de norte a sur y de esta a oeste, abiertos, con la salvedad de cuatro comunidades autónomas que ya han sido autorizadas judicialmente a seguir con restricciones. Pero la idiosincrasia española ya se ha puesto de manifestó incluso antes de acabarse el estado de alarma. La justicia avala que continúe en unos sitios mientras que en otros, caso del País Vasco, con una situación Covid muy delicada, y pegado a Cantabria, lo deniega. Queda justificado pues que renglones atrás hablara ya de diferencias y conflictos. Y esto solo es el principio.

Si hay un consejo interterritorial en materia de sanidad entre el Gobierno central y las comunidades autónomas, si durante la pandemia ha habido diferentes reuniones entre todos los presidentes autonómicos a la hora de hablar, escucharse y tomar decisiones, no se entiende el porqué de esta decisión de trasladar toda la presión a las autonomías.

La publicación de este artículo coincide con la desaparición del estado de alarma en España, pero nunca pensé que llegaría a experimentar al tiempo satisfacción y desasosiego. Si los datos del Covid fueran mejores, a buen seguro los españoles festejaríamos con tranquilidad el gran paso que supone no tener que regresar a nuestros hogares a diario, deprisa y corriendo, antes de que el reloj marque las once de la noche. Ya no va a ser así, salvo excepciones. Lo mismo ocurrirá con la movilidad, con una inminente llegada del verano, con unos desplazamientos que se presuponen masivos, y con disfrutar del día, la tarde y la noche como cada uno elija. Bonito, no puede ser más bonito. Pero, para mi gusto, si se hubiera hecho con previsión, consenso, desescalada y un mayor número de vacunas puestas, mejor que mejor. Por el bien de todos, más nos vale que la medida sea acertada, aunque las primeras crónicas periodísticas escritas al acabar la alarma hablan solo de botellones a destajo y todos a la calle como si no hubiera otro día que celebrar.

 

“Con la desaparición del estado de alarma en España, nunca pensé que llegaría a experimentar al tiempo satisfacción y desasosiego”

 

 

Miguel del Río